Joan Ferran, escritor y colaborador de Crónica Global / CG

Joan Ferran, escritor y colaborador de Crónica Global / CG

Política

Joan Ferran: "Lo más peligroso del 'procés' es el odio, la hispanofobia y el victimismo"

El exdiputado del PSC repasa en un libro la trayectoria de los 'frikis' del secesionismo catalán, un movimiento en el que ve "partes de trumpismo"

6 marzo, 2023 00:00

Joan Ferran (Barcelona, 1951) fue diputado del PSC en el Parlament durante casi dos décadas (1993 a 2010) y una de las voces más críticas con el nacionalismo desde sus filas. Autor de diversos libros, ahora retrata la cara más histriónica del secesionismo catalán en su nueva obra, El brazo friki del procés y del posprocés (Hildy). Una recopilación de decenas de "independentistas frikis, obtusos y subvencionados" a los que, sin perder la ironía, Ferran deja en evidencia mostrando su sectarismo e intolerancia: desde Quim Torra a Joan Canadell hasta Pilar Rahola o Josep Lluís Alay; así como el papel jugado por determinadas instituciones y programas de TV3 y Catalunya Ràdio. Una serie de hechos y astracanadas que, como apunta, la política y la sociedad catalanas han acabado pagando muy caras.

--Pregunta: ¿Podría decirse que el 'brazo friki' del 'procés' es, más bien, buena parte del cuerpo? En el libro se alude por ejemplo a la falta de solvencia de sus intelectuales...

--Respuesta: El libro es muy respetuoso con los dirigentes de todas las ramas del independentismo que expresan su pensamiento político, en eso no hay crítica. Es respetable lo que puedan decir. El libro pone en evidencia a quienes se han pasado de rosca, por hacer cosas estridentes o porque han dicho alguna animalada, entre comillas. Eso es lo que se les reprocha. Es un compendio de personas que se han caracterizado a lo largo de estos 10 años por eso. Y también explico que, en determinadas situaciones históricas, alrededor del poder siempre hay gente así, que lo abonan.

--En sus páginas cita una frase de Tarradellas, que decía que “en política se puede hacer de todo, menos el ridículo”. ¿Cuándo se empezó a perder este sentido en la política catalana, y cómo se ha llegado hasta aquí?

--En momentos en los que suben los decibelios hay gente que dice animaladas y hace astracanadas. Uno de los problemas del procés es que hubo un calentamiento súbito muy inmediato, y eso permitió que mucha gente se pasara de rosca. Unos, prometiendo cosas que no eran posibles. Y aquí una de las exigencias que se les puede hacer a los dirigentes independentistas es que expliquen a la gente que les engañaron, que lo que dijeron que podía pasar, ellos mismos sabían que no podía pasar. Otra es que la gente que se vio en este clímax se desmadró. Por ejemplo, nunca se le hubiera ocurrido a nadie llenar una playa con cruces amarillas, como si fuera un cementerio. O nadie subía a Montserrat encerrado en una jaula pintada de amarillo. O nadie ponía, como hizo Joan Canadell, una careta de Puigdemont en el asiento del copiloto del coche. Estas cosas pasan cuando el ambiente general lleva a eso.

Joan Canadell se paseaba en su coche con una máscara del expresident huido Carles Puigdemont / CG

Joan Canadell se paseaba en su coche con una máscara del expresident huido Carles Puigdemont / CG

--Son frikadas, pero a la vez, todo esto le ha salido caro a la sociedad catalana. Usted mismo comenta en el libro que en Cataluña llevamos 10 años de parálisis institucional, dejando de lado cuestiones importantes por culpa del 'procés', que ha sido la absoluta prioridad de los dirigentes nacionalistas.

--Llevamos 10 años con problemas de inversión, con fuga de empresas, y lo que es más grave, con una rotura muchas veces de las amistades y la convivencia entre las personas dentro mismo de Cataluña. Otra cosa también es el prestigio que tenía Cataluña como motor de las innovaciones políticas y de pensamiento de España. El procés ha destrozado todo esto. Y estos frikis han contribuido a ello. Y ha tenido unas consecuencias desastrosas.

--De hecho, los personajes de los que habla suelen reunir un compendio de cualidades negativas, con elementos bastante comunes como son la hispanofobia, el autoritarismo… ¿De todos estos elementos del 'procés', en general, cuáles le parecen más peligrosos?

--Los más peligrosos son los de odio. La hispanofobia es una constante en muchos de ellos, y la intolerancia con el diferente, con quien no piensa como ellos. Esto es lo más grave. El odio y la hispanofobia, y un victimismo constante detrás de todo esto: la culpa siempre es de los demás, no de uno. Esto es muy poco político. Y una frivolidad muy grande a la hora de tratar a personas que consideran adversas, algo que también ocurre entre ellos mismos. Hemos visto peleas dentro del mundo independentista acusándose de traidores. Ahora el estigma de Pere Aragonès es el de ser autonomista, como si eso fuera un insulto. O botifler, traidor… la santísima Trinidad. Estamos en una situación que ojalá se pudiera recuperar el autonomismo, en el mejor sentido de la palabra: con buenas inversiones, con relaciones cordiales con todos los pueblos de España y sus instituciones...

--Y entre las decenas de personajes que aparecen en el libro, ¿cuáles cree que son más ilustrativos de este fenómeno del frikismo del 'procés'?

--Hay de todo. Tenemos desde alguien kafkiano, como Sandro Rey, un personaje algo esperpéntico, hasta personas con un nivel cultural altísimo, como Ramón Cotarelo: verlo ahora metiéndose hasta con los familiares de Pere Aragonès… es tremendo. Luego están los vividores del espectáculo. El caso más paradigmático es el de Pilar Rahola. Inteligente, lista, culta, y precisamente por eso, doblemente culpable. Y alguno con vena mística, como es el caso de Quim Torra, el peor presidente que ha tenido la Generalitat de Cataluña en todos los tiempos. Es una persona que incita a que se produzcan frikadas. Con declaraciones como aquel “apretad” [dirigido a los CDR], o cuando dijo que a lo mejor respondería al juez con ventosidades… Un presidente debe tener una dignidad. Yo estoy muy en desacuerdo con Artur Mas, pero Mas nunca habría caído en una expresión así. Jordi Pujol era más populista, pero nunca hubiera hecho algo como incitar a los CDR a que acaben cortando autovías o trenes, ¿dónde se ha visto eso?

Joan Ferran, escritor y colaborador de Crónica Global, durante la entrevista / LENA PRIETO (CG)

Joan Ferran, escritor y colaborador de Crónica Global, durante la entrevista / LENA PRIETO (CG)

--Otros tienen una vena kumbayá, como Rai López, que se fue a pie peregrinando a Waterloo, o el mosso d’esquadra Albert Donaire, belicista y beligerante: los dos han acabado en las listas de Junts. O Joan Bonanit, que ahora está en el partido. Eso te hace dudar de si lo suyo fueron acciones espontáneas y desinteresadas o si han cobrado por los servicios prestados. O la monja peronista sor Lucía Caram, que se preocupa de los descamisados y de quienes sufren al mismo tiempo que compadrea con la mujer de Artur Mas, justificando al Govern de los recortes haciéndolo bueno. Porque el primero en hablar de su necesidad en España fue Artur Mas, no lo olvidemos.

--Y no sólo habla de personas. También de entidades...

--Hay un capítulo dedicado al MIC, un movimiento peligroso, con un discurso muy racista y xenófobo, con mucho odio antiespañol y antifrancés. Y luego la vertiente más interpretadora del pasado, como el Institut de Nova Història (INH), que ha ido tan allá que incluso la gente que lo abonó, de Junts y de ERC, ahora marca distancias. Diciendo falacias como que Cataluña es la democracia más antigua del mundo, o que Colón, Cervantes y Santa Teresa de Jesús eran catalanes. Pero ahí siguen, se les ha regado con subvenciones

--Y en el caso de Pilar Rahola, estos últimos días la hemos visto reuniendo en una 'calçotada' a dirigentes de Junts, retratándose sonriente junto a Jordi Pujol. ¿Cree que se está intentando rehabilitar la figura de este expresidente de la Generalitat y su legado convergente, después de varios años de aparente ostracismo por su confesión de fraude fiscal?

--Sí, es evidente. Últimamente, Pujol ha reeditado uno de sus primeros libros y en su presentación también los reunió, incluso a gente que había sido de Unió. Creo que si se sacan de encima a Laura Borràs se puede acelerar este proceso. Y ahora Rahola oficia como de hechicera, intentando sentarlos alrededor de Pujol y de Artur Mas. En esta operación podría entrar también Xavier Trias, o recuperar incluso a Joana Ortega, que fue vicepresidenta. Creo que hay un intento de reconstruir el viejo espíritu convergente con un toque más independentista. Algo muy funcional, como para ir tirando hasta que se den las condiciones objetivas para hacer la revolución nacionalista.

--Esto es un poco sorprendente, porque en la foto de la 'calçotada' de Rahola vemos junto a Pujol a gente como Míriam Nogueras, una diputada de Junts que días antes había montado un espectáculo en el Congreso apartando la bandera española en una rueda de prensa…

--Míriam Nogueras juega a la provocación, fíjate en sus intervenciones en el Congreso. La gente de Junts lo tienen fácil como diputados, porque pueden estar en contra de todo y siempre hay el denominador común del insulto y el victimismo. Siempre están con el “nos atacan, no nos dan nada, el PSOE nos engaña” y, de rebote, “a ERC les engañan y les toman el pelo, nosotros somos los auténticos”. Y luego ves a quien va a la calçotada, y hay gente que justificó los recortes, que pactó con el PP en el Hotel Majestic y que son más de derechas que el Capitán Trueno… El cemento que liga todo esto es este nacionalismo y el intento de reconstruir un espacio fuera de ERC, que les ha ido ocupando el más posibilista.

Joan Ferran, escritor y colaborador de Crónica Global, durante la entrevista / LENA PRIETO (CG)

Joan Ferran, escritor y colaborador de Crónica Global, durante la entrevista / LENA PRIETO (CG)

En cierta manera, cuando Xavier Trias no va a la puerta del Palacio de Justicia a dar su apoyo a Laura Borràs está intentando marcar distancia, para que a él no le metan en el mismo saco. Y uno de los problemas de Trias con sectores que antes le habían sido afines es que estos sectores pudientes piensan que ahora no es tan de fiar, porque está ligado a un colectivo como Junts, que a lo que juega es a romper el juego. Aunque al mismo tiempo también pactan en la Diputación de Barcelona, son las contradicciones de la política.

--Esta es otra de las cosas que sorprenden: el mito de que el 'procés' es un movimiento “de abajo arriba”, cuando en realidad sería más bien al revés, algo que usted también comenta en el libro...

--Sí que empezó de arriba hacia abajo, y encontró un momento propicio en una situación con muchos errores de trato del fenómeno por parte del PP, que no supo llevar bien el tema, eso provocó una espiral de acción-reacción. Pero en cuanto ha entrado la pugna partidaria, la ANC ha saltado por los aires, y ahora se ha visto también: en el momento que esta dijo que iba a hacer una lista cívica, los partidos independentistas se han alterado.

Otro de los fenómenos centrales es que consiguieron hacer creer a la gente que la independencia estaba al alcance de la mano, que Europa los reconocería, que el mundo estaría encantado y que, como decía su eslogan, “habría helado de postre cada día”. Y luego resulta que de eso nada, que Europa ni quería oír hablar de romper un Estado de la UE. Y ahora menos todavía. Pero mucha gente se lo creyó. Y eso creó grandes movilizaciones, y también grandes paridas frikis como las que relatamos. Y cuando se vio que esto no llevaba a ningún sitio, sino a los tribunales, sumado a sus peleas internas, se ha ido diluyendo de forma notable. Y han entrado los más posibilistas a intentar salir del atolladero en el que estaban.

--¿Cree que el 'procés' es un movimiento básicamente de clases medias y acomodadas? ¿Se podría considerar, en esencia, de derechas?

--Hay mucha gente de derechas. Las características de los movimientos nacional-populistas es que dicen que no son de derechas ni de izquierdas, y que lo importante es la independencia, en este caso. Pero la independencia es una entelequia desprovista de vestimenta. Tú puedes quererla y ser un bolchevique, o alguien de extrema derecha. Si lo que les unifica es sólo eso, ninguno podrá vestir la independencia con su ideología. Pero en el fondo sabemos que aquí está la debilidad del procés: que junta en un objetivo etéreo, abstracto, a gente con intereses de clase contradictorios. Dudo que un chico de la CUP que lea a Marx, Engels o Mao esté de acuerdo con Joan Canadell, que es de derechas, o con Santiago Espot. ¿Cuál es la argamasa que liga el pensamiento de esta gente tan contradictoria que, si hubiera un momento, llegarían a las manos para construir una sociedad catalana? Acabarían a puñetazos.

--Pero no parece que, en general, muchos sean de los sectores más desfavorecidos de la sociedad...

--¿Cuál es la mano de obra, entre comillas, de lo que ha sido el independentismo? Sobre todo mucha gente mayor: muchos de ellos (iba a decir la mayoría) que callaron durante el franquismo, y no movieron ni un pie en la lucha antifranquista, y que ahora han descubierto una juventud de última hora y están sentimentalmente con Puigdemont y cosas así. Luego gente de clases medias, o que no acaba de encontrar su espacio laboral o social, que pensaban que mejor hacerlo saltar todo por los aires y a ver qué venía. En cierta manera han recogido la desesperación de una sociedad que no da respuesta a muchas cosas. Aquí lo ha hecho el nacionalismo y en otras partes el populismo. Y en el fondo Vox también es una expresión del electorado que está enfadado. Nacionalismo, populismo, de derechas y de izquierdas, se alimentan sobre todo de gente que está enfadada o frustrada, por las razones que sean. Un caldo de cultivo terrible desde el punto de vista democrático.

--No deja de ser curioso que esos mismos dirigentes nacionalistas sean los que reciben los mejores sueldos públicos de España, caso de los mandatarios de la Generalitat. O que se beneficien de los créditos ICO del Estado, como ocurre con el diputado de Junts Joan Canadell y su empresa. Y al mismo tiempo, algunos salen con lo del “España nos roba”. Es contradictorio, ¿no?

--Sí, tenemos a Canadell con lo del crédito ICO, o a Míriam Nogueras, que al mismo tiempo que quita la bandera española en una sala de prensa cobra unos 100.000 euros al año como diputada en el Congreso español. O a Quim Torra, que sigue cobrando su paga como expresidente de la Generalitat. Además, se dan cosas tan paradójicas como que Núria de Gispert, una señora que fue consellera de Justicia de la Generalitat y presidenta del Parlament, diga que Laura Borràs hacía lo que hacía todo el mundo y que es legal. Como exconsellera de Justicia es un pecado que diga cosas así.

Y alrededor de Puigdemont se ha construido una especie de “corte de los milagros” o “corte del mejillón”: ahí tienes a Clara Ponsatí, una persona que ha hecho afirmaciones belicistas, de que es necesario morir [por la secesión]. A Toni Comín, que es el personaje que más carnets de partidos políticos diferentes ha tenido (junto con Ferran Mascarell) porque estuvo en Ciutadans pel Canvi, en Iniciativa, el PSC, en MES, en ERC, ahora en Junts... O la propia Laura Borràs. En cierta manera, la sensación es que están manteniendo el chiringuito político alrededor de un personaje. Con el Consell de la República han establecido un movimiento alrededor de una persona, con unos tics peronistas. Con lo cual volvemos a lo mismo: ¿son de derechas o de izquierdas?, ¿socialmente qué plantean?, ¿a nivel económico qué dicen: las tesis de Canadell en las reuniones con empresarios, o las de Comín, que en su época era de izquierdas? ¿Qué les une, sólo Puigdemont? ¿Una independencia volátil? Es todo muy kafkiano.

--De esta corte forma parte también Josep Lluís Alay, 'mano derecha' y jefe de la Oficina de Carles Puigdemont como expresidente de la Generalitat, a quien se vincula con la supuesta trama rusa del 'procés'. ¿Usted cree que han existido estos vínculos del independentismo catalán con la Rusia de Vladímir Putin?

--Creo que es verdad que fueron a tocar a los rusos. Otra cosa es que se pueda demostrar si lo que hicieron fue susceptible de ser delito o no. Pero que fueron a llamar a todas las puertas habidas y por haber, seguro. Forma parte del discurso de internacionalizar el conflicto.

--¿Es el 'procés' un movimiento equiparable al 'trumpismo'?

--Hay partes de trumpismo, claro. En el momento que dicen que el Estado español es autoritario, no democrático… es el discurso del trumpismo. Otros han dicho “no es legítimo, está deslegitimado...”. Aquí hay quien no para de decirlo, que es la portavoz del Govern, Patrícia Plaja, que no para de hablar de “la represión” del Estado español. La aplicación de las leyes la asocian a represión. Pero si a alguien lo pillan cortando las vías del AVE y lo llevan a juicio, esto no es represión. Corta las vías del AVE en Francia y verás qué te pasa. O haz cosas como las que han hecho ellos aquí en Francia o Alemania, por ejemplo, y quizás aún estarían en la prisión.

--En el libro se habla también del papel de TV3 como altavoz de todo este nacionalismo. Incluso se menciona un documento de la Consejería de Presidencia de la Generalitat de 1993 que le reconocía esa función. ¿Qué nos puede explicar?

--Yo era diputado en el Parlament y en esa época estaba en la comisión de control de la televisión. El director, Joan Granados, me cogió un día del hombro y me dijo: ‘Oye, Ferran, tú y yo sabemos que queremos la independencia’. Oye, tú... En la primera etapa, el mensaje era subliminal: Cataluña es la mejor tierra del mundo, cosas así. Pero en estos últimos años ha dado el salto a ser una televisión eminentemente independentista. Y, sobre todo, durante el procés son quienes decían lo que pasaba. Recuerdo a Mònica Terribas en Catalunya Ràdio diciendo que venía la Guardia Civil, que los habían visto viniendo por la autopista [el día del 1-O]. No fastidiemos. O 'y ahora vamos al aeropuerto, el helicóptero de TV3 ve a la gente que va avanzando por la autopista'. Ostras, estaba retransmitiendo en directo el levantamiento. Y luego, los contenidos de los programas, el léxico utilizado: evitan decir España, que es una realidad tangible, física, política. Aunque la niegues y la quieras llamar “Estado”, en el resto del mundo España es lo que es: un Estado compuesto, si quieres, plurinacional, lo que te dé la gana. Pero no niegues el concepto. Y los contenidos de los programas y las tertulias aún son bastante bestias, con proporciones de cuatro invitados independentistas y uno que no lo es, como pasa en el de Xavier Graset. O en los programas humorísticos, que destilan una fobia antiespañola y muy proindependentista. No sólo con el “puta España”. ¿Qué pasaría en un programa de TVE si alguien saliera diciendo “puta Cataluña”? Y encima, que eso se repita. Aparte del mal gusto, es excesivo. Es grosero e insultante.

Imagen de archivo de una pancarta independentista en la sede de TV3 / CG

Imagen de archivo de una pancarta independentista en la sede de TV3 / CG

--¿La instrumentalización de la lengua catalana por parte de la Generalitat es ahora en una especie de sucedáneo del 'procés'? ¿Han transformado el 'procés' en algo muy esencialista y centrado en el catalán, que se usa como arma arrojadiza?

--A falta de otros argumentos, la lengua siempre es un recurso en la nevera. Para decir que está disminuida, que está maltratada. Esto, o que te quieren imponer el castellano. Históricamente, durante toda la democracia, la lengua siempre ha sido utilizada en momentos puntuales, en un sentido o en otro. En el otro lado también pasa, a veces. Aquí la inmersión la aprobó también el PP en su día. El tema de la lengua es de los más escabrosos, porque es de los que parten la sociedad. Y las banderas: aquí hay una saturación de esteladas en los balcones de los ayuntamientos que no es de recibo, porque son instituciones de todos: también de los no independentistas. Tiene que estar la del Estado, la de Europa, la de la ciudad y la de Cataluña.