El plato típico catalán que no saben hacer en el resto de España: único y exclusivo
Pese a que se trata de una receta sencillísima, lo cierto es que fuera de Cataluña se elabora de forma diferente y no sabe igual: te contamos todos los detalles
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Este clásico de la cocina catalana, al que hacemos referencia, siempre se sirve como acompañamiento ideal para cualquier tipo de comida. Es el aliado perfecto de embutidos y quesos, y cuando los catalanes viajan fuera de su tierra, pocos sabores echan más de menos que este. Aunque conocido en toda España, su preparación fuera de Cataluña suele ser motivo de queja. Porque no siempre se hace bien.
Por qué no se prepara bien este típico plato catalán
El pan con tomate es una institución en Cataluña: cualquier bocadillo o tapa que pidas en un bar ya viene con tomate. Fuera de esta región, sin embargo, las cosas cambian. Es común ver cómo en otros lugares lo sirven de maneras sorprendentes: con tomate triturado de bote, pequeños trozos de tomate en dados o incluso mezclado con ingredientes adicionales como perejil o cebolla.
Estas variaciones suelen desconcertar a los catalanes, acostumbrados a prepararlo de una forma simple y directa, tan sencilla que muchos no lo consideran una receta. Pero, como veremos, la simplicidad no siempre es sinónimo de facilidad.
Este es el secreto de la receta: ¿cómo hay que prepararlo?
El pan con tomate tiene pocos ingredientes: pan, tomate, aceite de oliva y, opcionalmente, sal. Sin embargo, cada detalle importa. No es cualquier pan ni cualquier tomate lo que garantiza la autenticidad del plato.
El pan tradicionalmente usado es el pà de pagès, conocido por su miga densa y corteza crujiente. Este pan, cuidadosamente tostado, sirve como base perfecta. Las rebanadas, más grandes que las habituales, permiten aprovechar al máximo el tomate y otorgan protagonismo al pan, que da nombre al plato.
Así es cómo debes elegir el tomate
El tomate adecuado, preferiblemente de variedades como el de rama o el de colgar, es esencial. Su sabor intenso y baja acidez aportan frescura y dulzura al plato, combinándose perfectamente con el pan tostado. Con estos dos ingredientes listos, solo falta un buen aceite de oliva y, si se desea, un toque de sal. Por supuesto, la moderación en este último ingrediente dependerá de lo que permita el médico.
¿Es importante el orden?
La preparación del pan con tomate no solo es simple, sino también meticulosa. El proceso comienza tostando el pan, después frotando un diente de ajo (opcional) y, a continuación, aplicando el tomate cortado por la mitad. La pulpa debe impregnar cada grieta del pan, asegurando un sabor uniforme.
El siguiente paso es añadir una pizca de sal para realzar los sabores y, finalmente, un chorrito de aceite de oliva virgen extra, que complementa sin opacar el protagonismo del tomate. Este orden es clave para obtener un resultado perfecto.
Pasos para hacerlo bien:
- Tostar el pan
- Frotar con ajo (opcional)
- Frotar el tomate
- Añadir sal
- Verter un poco de aceite de oliva
Motivos por los que el pan con tomate es un símbolo en Cataluña
El resultado es una explosión de texturas y sabores: el crujir del pan, la frescura del tomate, y el suave toque del aceite de oliva. Los catalanes disfrutan de este plato a cualquier hora del día, ya sea como desayuno, aperitivo o merienda. Sin embargo, en el resto de España, donde se ha popularizado, su elaboración sigue siendo un misterio para muchos.
Para los catalanes, el pà amb tomàquet no es solo un plato típico, sino un emblema cultural. Por eso, cuando se sirve mal hecho, despierta cierta irritación. Aunque, si la intención es provocarlos, entonces el objetivo está cumplido. Eso sí, si se quiere hacer correctamente, los pasos ya han sido explicados.
¿Cuál es el origen del pan con tomate?
Aunque parece una receta con siglos de historia, los tomates no llegaron a Cataluña hasta el siglo XVIII, tras ser traídos de América. El primer registro del pan con tomate aparece en documentos de 1884.
Según la teoría de Nèstor Luján, recogida en Wikipedia, esta receta nació en el ámbito rural, en un contexto de abundancia de tomates, como forma de ablandar el pan seco y aprovechar los recursos disponibles. Desde entonces, ha pasado de ser un truco campesino a convertirse en un ícono de la gastronomía catalana.