¿Cómo se le ocurre a TV3 emitir un reportaje sobre el esclavismo catalán? ¿Acaso no saben los nuevos gestores de la televisión pública que es imposible que la perfecta y suprema etnia catalana engendre negreros? Sí, el independentismo ultra acaba de encontrar un nuevo filón para sus exabruptos en el reportaje La Catalunya esclavista emitido el martes por la noche en la cadena que, a su juicio, opera ya al servicio de los españolistas.

Sí, ese secesionismo recalcitrante está escandalizado porque, en contra de sus postulados, han descubierto que la memoria histórica va más allá de sus propios mantras. El revisionismo que practican algunas entidades estrafalarias, como el Institut Nova Història –no se podía saber--, solo ha servido para que algunos vivan de las subvenciones públicas a cambio de catalanizar personajes históricos, incluidos Cristóbal Colón. Es tal el nivel de paroxismo al que han llegado esos separatistas trasnochados que son capaces de arremeter contra quien aborda el tráfico de esclavos en Cataluña mientras reivindican la nacionalidad de un conquistador sospechoso de traficar con indios.

Los extremistas nacionalistas consideran “circunstancial” o una “anécdota” que familias negreras como Xifré, Goytisolo y Vidal-Quadras fueran catalanas; que, en realidad, eran unos españolazos al servicio de la Corona. Una lógica disparatada, sí, pero que no dista tanto de quienes siguen asegurando que, si Cataluña fuera independiente, todo funcionaría mejor. No habría pobreza, ni paro. Por no haber, no habría siquiera delincuentes pues, afirman, no existen ladrones ni asesinos catalanohablantes. Ya se sabe que algunos argumentos del secesionismo radical se parecen mucho a los de Vox.

Tampoco sería necesario, en una república catalana, el sistema coercitivo que ejerce la Hacienda española para evitar el fraude fiscal. El fallecido Joan Iglesias Capellas, a quien el expresidente Artur Mas encargó sentar las bases de la independencia fiscal, defendía en su libro Una hacienda a la catalana una especie de "paz fiscal" donde "la confianza recíproca entre contribuyente y autoridad fiscal es lo que permite conseguir la eficacia recaudatoria". Este inspector de Hacienda pretendía emular el modelo de los países nórdicos, es decir, favorecer una "conciencia fiscal colectiva de los catalanes" como "expresión de su conciencia nacional". Dicho de otra manera, que los catalanes estamos hechos de mejor pasta que el resto de españoles o de europeos del sur.

De ahí que no quepa en la cabeza de algunos la existencia de un pasado oscuro en la historia de Cataluña, que a fin de cuentas, corresponde a la eterna lucha entre clases, entre facciones monárquicas, entre intereses económicos. Todo ello blanqueado en aras a un objetivo “superior”: la independencia.

Ahora que el procés ha muerto –que no la ideología independentista, lo explicaba muy bien el politólogo Lluís Orriols en una entrevista con Crónica Global--, los nostálgicos de estos 10 años de confrontación social y recesión económica se resisten a reconocer que la sociedad catalana ha pasado página y se agarran a teorías conspirativas. Como la que asegura que TV3 se dedica ahora a atacar Cataluña con reportajes sobre esclavistas o que en Estados Unidos se ha producido un blackout informativo sobre un vertido de productos químicos en Ohio, una especie de Chernóbil a la americana. Josep Lluís Alay, jefe de oficina del expresidente fugado Carles Puigdemont, parece que es el único ser en la tierra que conoce los detalles de ese accidente y así lo ha contado en las redes sociales. Alay se aburre, está claro, a pesar de los 108.000 euros que cobra al año, los peor empleados por un erario que, indirectamente, paga las excentricidades del apocalíptico independentista.

Pero el tiempo pone a cada uno en su sitio, también a Laura Borràs, que estos días abona otra gran teoría conspirativa: la de que Mossos, Guardia Civil, fiscales y jueces la persiguen por ser secesionista. Incluso se siente traicionada por quienes fueron sus amigos, que también se sientan en el banquillo de los acusados, por colaborar con la justicia. “Son unos hijos de puta”, dice su escudero, Francesc de Dalmases, otro que va de víctima de un sistema que no le ha tolerado ni trapichear con fondos destinados a la cooperación con el tercer mundo ni abroncar a periodistas que ejercen bien su trabajo. Dalmases no ha podido doblegar a TV3 y ahora se deja querer en 8TV, una televisión que solo ven sus paganinis de Junts per Catalunya. Ni las espantadas de Pilar Rahola han logrado reflotar esta cadena que se nutre de los repudiados de otras televisiones.