Míriam Nogueras no es Cataluña. Ella cree que sí, que habla en nombre de más de siete millones y medio de catalanes, aunque la inmensa mayoría de ellos no sabe quién es. Y no será por el afán mediático de esta hija de un empresario textil que la enviaba cada verano a estudiar inglés al extranjero. No parece que esos viajes le curaran el nacionalismo, quizá innato, quizá adquirido, pues con el paso del tiempo Nogueras se fue radicalizando. Eso sí, sin perder el escaño de diputada en el Congreso por el que cobra 8.400 euracos al mes. Ahora repite como candidata de Junts per Catalunya (JxCat) a las elecciones generales del 23J para mantener esos privilegios. Porque poca cosa más está dispuesta a hacer Nogueras en Madrid por Cataluña.

La ahijada política de Carles Puigdemont, que lo mismo se codea con el Ejército –sí, su pasado incluía eventos castrenses con vino español— que rinde pleitesía al fugado, sigue anclada en el pasado. Esto es, en un referéndum del 1-O que fracasó, de ahí su matraca secesionista y unilateral. La imposible e improbable. Pero ella no es de este mundo, lo dejó claro en el debate a ocho celebrado el martes por la noche en TV3.

Sus aires de superioridad y su prepotencia demostraron que el procesismo sigue vivo en personajes como Nogueras o Laura Borràs, niñas bien que juegan a la revolución con abultada cuenta corriente. Mujeres de orden que pueden disimular su ideología de derechas gracias a un independentismo que diluye los modelos económicos y sociales. Lo malo es que, en su vacío programático, arrastra a los demás, especialmente a ERC.

De la CUP poco se puede esperar porque, más allá de querer nacionalizarlo todo, se desconoce el aquí y ahora de sus propuestas. Pero de Esquerra, que ahora gobierna la Generalitat en solitario y antes lo hizo con los neoconvergentes, sí que cabría esperar un carpetazo definitivo al mandato del 1-O y dar prioridad a la gestión sin complejos.

Es de agradecer, eso sí, que Gabriel Rufián respondiera como se merece a Nogueras en el citado debate: con chulería. Que para eso, sus respectivos partidos les han elegido como cabeza de lista, para armar un poco más de lío en Madrid. Igualmente positivo es que el candidato de PDECat, Roger Montañola, asegurara, sin paños calientes, que se presenta para ejercer el peix al cove. Al más puro estilo pujolista. Que lo consiga es otra cosa –el voto de los herederos de CDC está cada vez más dividido, como se sabe--, pero defender los intereses de Cataluña en las Cortes pasa por negociar hasta con el diablo y lograr inversiones y traspasos competenciales.

Por el contrario, la candidata de Junts es la mujer del 'no a todo'. Incluso a la negociación de un referéndum en Cataluña que, por el contrario, tanto los seguidores de Puigdemont como la CUP pretenden volver a celebrar con “movilización y desobediencia”. Esto es, sin el apoyo de la comunidad internacional. Como ocurrió el 1-O. Imposible e improbable.

Pero no dejemos que la realidad estropee un buen titular. Y el independentismo ultra, el que sigue dividiendo a los catalanes y pone en manos de la Policía Nacional a pobres indigentes por el mero hecho de ser musulmanes sin papeles –¿dónde está la caridad cristiana de Sílvia Orriols, alcaldesa de Ripoll gracias a Junts?—, vive todavía de la soflama y la polarización. Flaco favor para esa Cataluña que dice representar Nogueras.

Lo dicho, Cataluña no es Nogueras. Ni Orriols ni Puigdemont. Su Catalonia, first solo es una mala copia trumpista.