En Cataluña, el quilo de héroe está más barato que el de perejil, y eso que dicho condimento lo regalaban, no sé si todavía. Si un catalán quiere ser tratado por las autoridades y por TV3 -valga la redundancia- como un héroe, le basta con largarse a vivir la sopa boba unas semanitas en cualquier país extranjero y autodenominarse exiliado. Solo con eso, a la vuelta se habrá convertido en una celebrity. Y a vivir, que son dos días. Lo del viernes pasado, con un despliegue informativo de TV3 digno del desembarco de Normandía o del retorno victorioso de César de la campaña de las Galias, daba mucha vergüenza. A quienes más vergüenza debería de haberles dado es a los propios “exiliados”, si la tuvieren, que por supuesto no es el caso. Yo, por ejemplo, si al regreso de vacaciones, me recibe una multitud de gente con banderas y unas cuantas unidades móviles de TV3, me escondo bajo las piedras, menudo bochorno. Claro, que uno posee cierto decoro y no le gusta hacer el ridículo en público. También se la debería haber dado, la vergüenza, digo, a las autoridades -el quilo de lo que en Cataluña se tiene por “autoridad” está también a precio de perejil-, por prestarse a seguirles la corriente, parecía que estuvieran concediendo audiencia a Armstrong al retorno de la luna. Y, para terminar, se la debería haber dado a todos los grupos de jubilados y jubiladas que recibieron a la media docena de vividores como si se tratara de sus libertadores. O como si les fueran a asegurar las pensiones. Mucha vergüenza. El viernes pasado fue uno de los días más vergonzosos que ha vivido Cataluña en los últimos milenios, y eso que suele vivir unos cuantos por año.
Eso de declararse perseguido, exiliado, represaliado o cualquier otra palabra biensonante, siempre se ha llevado mucho, en Cataluña. Y cuando digo siempre, me refiero hasta en el franquismo, cuando se dieron casos conocidos de empresarios catalanes que fueron enchironados por estafa, de señores que fueron condenados por abuso de menores, más algún otro encarcelado por pegarle a su mujer, y al cabo de los años, con la llegada de la democracia, todos ellos se decían represaliados por el franquismo. Y no es que mintieran del todo, porque a todos esos malhechores los represaliaba también el franquismo, no se limitaba a rojos, mariquitas y masones. A los héroes de hoy, los de pacotilla, los "Marta Rovira y compañía" que el viernes pasado daban vergüenza ajena levantando el puño como si pidieran permiso para ir a hacer pis, ni siquiera les hace falta pasar por un calabozo para engañar a los bobos de siempre. La gente actual es tan imbécil que los toma en verdad por exiliados que tuvieron que huir para salvar la piel.
Cataluña nunca ha tenido héroes, es un pueblo demasiado taimado y miedica para eso. Es normal que nos agarremos a lo que sea para suplir esa falta de referentes. Uno ve los mitos de otros pueblos, gente capaz de sacrificar la vida por sus ideales, y siente envidia. Entonces busca algo parecido, y se encuentra a una señora que se fue a vivir a Suiza gimoteando, a un tipo que se largó porque le acusaban de cortar una carretera, y a otros que se fueron por si acaso. Y eso es todo. Con esos mimbres hay que construir un relato épico, o sea que no tenemos más remedio que enviar a TV3 a seguirlos durante todo un día, a ver si con suerte pronuncian alguna frase de las que sueltan habitualmente y nada significan, como la de “eso todavía no ha terminado”. Con semejantes majaderos es normal que todo el mundo se ría de nosotros, pero la gente debería ser un poco más comprensiva con los catalanes: es que no tenemos a nadie más, esa es toda la heroicidad que hemos sido capaces de reunir. Lo dicho: el quilo de héroe sale en Cataluña más barato que el de perejil, y encima es mucho más soso.