La primera consecuencia de los indultos a los presos del procés, incluso antes de concederlos, ha sido la división del independentismo. Tres semanas después de la formación del Govern, ha estallado la primera pelea, pero con la diferencia de que esta vez las discrepancias no afectan directamente al Gobierno catalán, sino a las cúpulas de los partidos independentistas.

Todo empezó con la carta de Oriol Junqueras Mirando al futuro, en la que acepta los indultos y cuestiona la vía unilateral. La carta, que repite la misma fraseología clásica de ERC sobre la amnistía, la autodeterminación y la independencia, elogia la mesa de diálogo con el Gobierno de Pedro Sánchez y reclama una “mayoría incontestable, plural y transversal” para la “resolución del conflicto político”. Pero el texto está tan calculado que no aparecen en él ni la palabra “indultos” ni la expresión “vía unilateral”. Eso ha permitido, por ejemplo, a la vicesecretaria de ERC, Marta Vilalta, negar que Junqueras renuncie a la vía unilateral a la independencia.

En referencia a los indultos, el presidente de ERC escribe que “hay gestos que pueden aliviar el conflicto, paliar el dolor de la represión y el sufrimiento de la sociedad catalana”. Sobre la unilateralidad, después de defender la vía escocesa para el referéndum como la mejor, “la vía del pacto y el acuerdo”, que “es la opción que genera más garantías y reconocimiento internacional inmediato”, afirma que “otras vías no son viables ni deseables en la medida en que, de hecho, nos alejan del objetivo que es preciso alcanzar”. Es, como se ve, una renuncia instrumental, pragmática, que no anula por ahora la referencia a la vía unilateral vigente en el programa de ERC.

Pero quizá la frase de más enjundia del artículo es la que reconoce los errores cometidos en octubre de 2017. Tras criticar la reacción del Estado por ilegítima y alejada de los principios democráticos, “hemos de ser conscientes –escribe Junqueras— de que nuestra respuesta tampoco fue entendida como plenamente legítima por una parte importante de la sociedad, también de la catalana”, y extiende la mano a los que “se hayan podido sentir excluidos”.

La prueba de que este reconocimiento levanta ampollas en parte del independentismo es la respuesta que le ha dado el número dos de Junts per Catalunya (JxCat), Jordi Sànchez, en otra carta titulada precisamente El 1 de octubre no fue un error, en la que presenta a Pere Aragonès como un actor del cine mudo tutelado por Junqueras, una respuesta forzada y no comparable al rechazo por ERC de la tutela de Carles Puigdemont y del Consell per la República. Sánchez insinúa que el líder de Esquerra tiene prisa por salir de la cárcel, ridiculiza la idea de ERC de “ensanchar la base” y, en el fondo del asunto, se muestra desconcertado por “algunas afirmaciones que de facto se convierten en una revisión radical de aspectos esenciales del pasado reciente del independentismo”.

Y es aquí cuando desarrolla la reivindicación del 1-O, que “no fue un error y menos todavía un acto ilegítimo”, que interpreta como una presión al Gobierno español para forzarlo a negociar un referéndum más que para proclamar la independencia. Esta interpretación ha sido criticada a su vez dentro de Junts por Quim Torra, Elsa Artadi o Gemma Geis. Sànchez aprovecha para reprochar a ERC su actitud en octubre de 2017 por empujar al precipicio “la vía de la mediación y el deseado diálogo”. Cita las 155 monedas de plata de Gabriel Rufián y anima a Junqueras a hacer también autocrítica “sobre estos comportamientos que tantas heridas dejaron en el independentismo”.

Sànchez tampoco cita explícitamente la vía unilateral, pero asegura que “la apuesta por la negociación y el acuerdo no tiene por qué comportar la renuncia a otras vías democráticas y pacíficas”, reivindica el nuevo mantra del “embate democrático” si el diálogo fracasa y niega la fractura social con una afirmación tan contundente y alejada del clima actual como esta: “No es conciliación lo que necesita la sociedad catalana, sino un buen gobierno y una superación del conflicto”. El secretario general de JxCat no rechaza tampoco el indulto, pero lo califica de “decisión unilateral”.

En la misma línea se han expresado otros dirigentes de Junts como Miriam Nogueras --“los indultos no son ningún gesto de bondad del Gobierno español”--, que ha pedido explicaciones a Junqueras por su carta y le ha recordado que los acuerdos ERC-Junts no descartan la vía unilateral. Es más, sostiene que el acuerdo de gobierno no es viable si se renuncia a la unilateralidad. Laura Borràs también cree que los indultos no son bienvenidos. “Espezamos mal, el indulto no es un puerto de llegada”, ha declarado. Las críticas le han llovido asimismo a Junqueras desde la ANC, aunque esta organización se ha convertido últimamente a un ente cada vez más alejado de la realidad y al que prácticamente nadie hace caso.

Todas estas reacciones demuestran que los acontecimientos de octubre de 2017 siguen siendo el verdadero motivo de divergencia dentro del independentismo, una parte del cual se niega a revisar lo que pasó y a admitir los errores cometidos. Cualquier motivo sirve para remover los rescoldos. Y mientras las dos facciones del independentismo no se pongan de acuerdo en interpretar el pasado, no habrá unidad de acción en el futuro.