“¡Cuídate de los idus de marzo!”, escribe Shakespeare en su obra Julio César. El 15 de marzo en el año 44 a.C. Julio César fue asesinado en un complot. Según Plutarco, había sido advertido del peligro por un vidente. César minimizó la advertencia y, al encontrarse con el vidente cuando iba al Senado, le dijo, con una sonrisa: “Los idus de marzo ya han llegado”, a lo que el vidente respondió: “Sí, pero aún no han acabado”.
Los idus de marzo a que está sometido Pedro Sánchez tampoco han acabado, aunque el jueves la comisión de Justicia del Congreso consiga aprobar la ley de amnistía, que se ratificaría en el pleno probablemente en la semana siguiente. Y los idus de marzo no acabarán con ese desbloqueo, sino que el caso Koldo, el asunto de corrupción más grave desde que gobierna Sánchez, va a seguir protagonizando la actualidad política al menos hasta las elecciones europeas del 9 de junio.
Todo parece indicar que esta vez sí que la ley de amnistía saldrá adelante. Ambas partes negociadoras, el PSOE y Junts, son optimistas y dan por hecho el acuerdo, aunque se desconocen los detalles de los cambios introducidos para convencer a Junts, que, con sus siete votos en contra, tumbó la ley en el pleno del 30 de enero. Los socialistas creen que sacar adelante la amnistía es la única forma de apuntalar la legislatura y el primer paso para la aprobación de los Presupuestos con los votos de Junts.
La disposición al pacto de Carles Puigdemont se basa en las palabras que pronunció el pasado sábado. Habló de una “nueva etapa” para dejar atrás “la losa de la represión”, que “sigue más viva que nunca”, apostilló, en referencia a la decisión del Tribunal Supremo de abrirle, junto al diputado Ruben Wagensberg, una causa por un supuesto delito de terrorismo. Pese al nuevo tono, Puigdemont tampoco renunció a la unilateralidad.
Ahora se cumplen 20 años del mayor atentado terrorista en la historia de Europa, el 11M de las explosiones de los trenes en la estación madrileña de Atocha. También ocurrió en marzo, pero la única coincidencia con la actualidad es el papel (inverso) de los partidos políticos y el tratamiento de los medios de comunicación al revelar supuestas irregularidades.
Salvando todas las distancias, porque tras el 11M se montó una delirante teoría de la conspiración, ahora, en el caso Koldo y sus derivadas, también se publican acusaciones sin prueba alguna, banalidades a cinco columnas, deducciones sin base probatoria, medias verdades, mentiras, y también verdades porque la gravedad del caso está fuera de duda y las implicaciones del Ministerio de Transportes y de su titular durante la pandemia, José Luis Ábalos, parecen verosímiles.
Un caso destacado son los ataques a Francina Armengol, que no está investigada ni nadie del Gobierno balear que encabezaba figura en el sumario. El PP, y particularmente su secretario de Organización, Miguel Tellado, se ha lanzado contra ella más por su condición de presidenta del Congreso –cargo que la derecha nunca aceptó— que por su actuación en el caso Koldo. Tellado ya ha pedido su dimisión, que Armengol no va a conceder.
La prueba de que al PP le importan muy poco las pruebas y la investigación judicial es que desde el vicesecretario Elías Bendodo o la secretaria general, Cuca Gamarra, hasta llegar al presidente del partido, Alberto Núñez Feijóo, han asegurado sin pruebas que Sánchez lo sabía todo desde hace tres años y lo tapó. La corrupción, en lugar de investigarla y llevarla a juicio, se convierte una vez más en un arma arrojadiza entre los partidos, sustentada en hipérboles como que este es el mayor caso de corrupción en cuatro décadas (¿pero no eran los ERE de Andalucía para el PP y la Gürtel para el PSOE?).
Los idus de marzo, en efecto, no han acabado y no pararán hasta conseguir la muerte política de Sánchez-César. El PSOE es muy ingenuo si piensa que con la amnistía va a tapar el ruido. Pero, conocida la resistencia de Sánchez, este caso es una prueba de fuego para medir hasta dónde llega.