Esteve Riambau: “El cine digital ha sido una invención, es mucho más caro, más complicado y más incierto”
El ya exdirector de la Filmoteca de Catalunya hace balance de sus 12 años en el cargo en el que ha podido hacer "casi todo lo que quería"
1 julio, 2024 22:23Noticias relacionadas
Esteve Riambau se despidió el pasado 30 de junio de su cargo como director de la Filmoteca de Catalunya después de 14 años. Lo hace orgulloso de haber podido hacer “casi todo” lo que se propuso, a pesar de que los más agoreros vaticinaban que la mudanza al Raval sólo iba a traer problemas. No ha sido así. Cómo el mismo confesaba en la sesión de despedid, a organizada el pasado 28 de junio en Barcelona, este equipamiento público se ha integrado y no ha sufrido más problemas que una terrible inundación provocada por una lluvia torrencial. Poco más.
Durante esta docena de años, la Filmoteca ha conseguido atraer a más espectadores y a muchos más invitados. Por aquí han pasado gente como Agnès Varda, Bela Tarr, Patrice Chéreau, Bigas Luna, Marisa Paredes, Pedro Almodóvar, Pedro Costa, Jean-Pierre Léaud… La lista es interminable. Algunos de ellos, aparecen en el libro Cineastxs, publicado recientemente y en el que se repasa las vistas más destacadas.
Pasado, presente y futuro
Ahora, Riambau va a seguir trabajando por el cine desde el otro lado. Tiene en proyecto dos libros y ha acordado la colaboración con varias filmotecas nacionales e internacionales. “No estoy hecho para no hacer nada”, subraya. Y se nota. Incluso no descarta volver a dirigir, cuando él, nefrólogo de profesión, nunca pensó en hacerlo. Ya tiene dos en su haber.
Crónica Global se encuentra con el cinéfilo doctor pocas horas de abandonar su cargo para conocer de primera mano cuál es su balance de estos 12 años al frente de la Filmoteca, qué ha hecho y qué le quedó por hacer. El balance es positivo. Ahora, pasado el 1 de julio, su sustituto, Pablo La Parra, está al mando. Riambau ya le ha tendido la mano para colaborar.
- ¿Qué valoración hace de sus 14 años en la Filmoteca? Supongo que se hay muchos aspectos positivos y otros no tanto.
- A ver, en términos personales, la satisfacción es absoluta. Yo me lo he pasado muy bien. Esto quiere decir que he podido hacer casi todo lo que quería hacer. Lo que pasa que el mundo del cine es muy cambiante y tienes que estar preparado para estos cambios que lo afectan muy directamente. Si en 2010 me dices que todo iba a ser digital, que pasaríamos una pandemia, inundaciones en el barrio, crisis económicas, el proceso de independencia, y todo eso nos habrían cerrado. Pero todo esto ha pasado y lo hemos vivido desde aquí. Hemos tenido que adaptarnos a las diversas circunstancias y responder a estos nuevos retos, imprevistos sin alterar la filosofía de una filmoteca, que es una institución, que no solo difunde y proyecta, sino que también preserva el patrimonio cinematográfico. Eso es lo que hemos hecho. Y cuando uso el nosotros significa yo y mi equipo.
- ¿Hay algo que se le haya quedado en el tintero o que estaba a punto de hacerse y no se pudo?
- Hay dos cosas. Una es irrecuperable. Entre el 2014 y el 2016, propusimos absorber e incorporar a la Filmoteca el último laboratorio fotoquímico que quedaba en Barcelona y en España. Laboratorio Image films. Estuvimos dos años. Nuestro modelo era el laboratorio sueco del Svenska Film Institute, que era un modelo mixto, público-privado. En ese momento, políticamente no se vio claro y no pudo ser. El laboratorio ha desaparecido y nosotros ahora tenemos que hacer las preservaciones fotoquímicas en laboratorios fuera de España. Y el otro que me hubiera gustado que coincidiera con mi marcha es que se hubiera aprobado la ley de creación del Instituto de la Filmoteca de Cataluña. Estuvo a punto, estaba ya entrando en el Parlament, pero debido a las elecciones se tiene que volver a empezar el procedimiento parlamentario. Creo que eso no está perdido, sólo pospuesto, pero pueden pasar fácilmente entre uno y dos años más para que eso se apruebe.
- ¿Qué importancia tiene este instituto?
- Supone legalizar una situación que de facto ya estamos más o menos viviendo: es convertir la Filmoteca en uno de los grandes equipamientos culturales de Cataluña. Es decir, colocarlo al mismo nivel que el Teatre Nacional, la Biblioteca, el MNAC…Porque la filmoteca ha crecido y su hábitat natural sería este. De hecho, la independencia del Institut Català de les Empreses Culturals (ICEC) no es un divorcio, es una emancipación. Nosotros somos la criatura que era pequeña y ha crecido, se ha hecho mayor, y le dice a los padres que quiere irse a vivir solo.
- ¿Es difícil que el cine tenga ese reconocimiento, este peso cultural?
- Sí.
- ¿Y por qué? ¿Se ve como mero entretenimiento?
- Bueno, el cine viene de la barraca de feria, y volvemos a estar muy cerca de las barracas de feria actuales. Las de antes eran de marionetas animadas y de sombras chinas, y ahora son de videojuegos, pantallas virtuales y de ilusiones ópticas. En definitiva, estamos hablando siempre de lo mismo. Ahora el cine está más cerca de eso que de la alta cultura. En la época de las vanguardias, en los años 20, empezaron a tener ese acercamiento a la alta cultura, y sobre todo en la década de los 60 y 70, cineastas como Godard, Buñuel, Orson Welles, Bresson, y demás, creo que estuvieron a la misma altura que un García Márquez o un Picasso o que los grandes músicos de jazz.
- ¿La Filmoteca se debe centrar entonces en conservar ese cine que es más alta cultura, por mucho que se piense que supone conservar cadáveres?
- A mí esto me sorprende, porque lo que preservamos es la memoria, y la memoria sí tiene una parte de fantasmas, pero no deja de ser una memoria que representa de manera más fidedigna lo que es la identidad de un país. En un país como el nuestro, que repite que está tan preocupado por sus identidades, preservar estas imágenes que muestran cómo era la gente, cómo se vestía, cómo se relacionaban, cómo eran las ciudades, los pueblos, las tradiciones populares, todo eso, lo explica mejor el cine que los libros, la poesía o incluso la pintura. Creo que el cine da ese testimonio y la Filmoteca lo que hace es preservar esa memoria. De hecho, me gustaría que se conformara un eje de la memoria o de instituciones de la memoria, que serían la Biblioteca Nacional, el Archivo Nacional y la Filmoteca. Es decir, los libros, los documentos y las películas. Y con esto, si alguien quiere saber qué era este país, ahí lo tiene.
- ¿En este cine que pasa por la memoria, también entran todas las culturas, diversidades, lenguas? ¿Es decir, en esa preservar la memoria entra sólo el cine rodado en catalán o el hecho en Cataluña?
- Evidentemente, entendemos Cataluña en el sentido más amplio posible. No solo las películas producidas en Cataluña, en el idioma que sea, sino películas que se han exhibido en Cataluña y que de alguna manera forman parte del patrimonio de Cataluña. Por ejemplo, hace un par de años apareció dentro de nuestras colecciones una película francesa, La montaña en llamas, que es la única copia en el mundo de Jean Epstein. Es un documental sobre la erupción del Etna en 1923 y se daba por perdido. Apareció una copia, en un formato muy especial, que es de 17,5 milímetros, que es la mitad del 35mm, que se llamaba Pathé Kok, un formato doméstico para consumo familiar. ¿Es una película catalana? No. ¿Es una película que pasa en Cataluña? No. ¿Es una película que tiene sentido que forme parte del patrimonio? Sí, porque estaba en una colección de un distribuidor que la distribuía por Cataluña. De hecho, es una copia íntegra, pero los rótulos están en castellano, y es la versión que se distribuyó aquí.
- A veces cuesta entender que el cine no solo es la dirección o los actores o el idioma, sino que también es esa parte de distribución o producción. ¿Se debería valorar más?
- Nosotros, al menos yo, y la Filmoteca durante estos años, hemos tenido una vocación absolutamente internacional. Es decir, estamos en el Raval, por lo tanto, tenemos relaciones de proximidad. Somos la Filmoteca de Cataluña, tenemos relaciones de país. En 2013, un año después de inaugurar las sedes, acogimos aquí el Congreso Internacional de Filmotecas. Yo estuve 6 años dentro del comité ejecutivo y he presentado retrospectivas de cine catalán en el MoMA de Nueva York, en UCLA en Los Ángeles, y hemos presentado nuestras restauraciones en el festival de Cannes, el festival de Berlín, en cinematecas de todo el mundo. Segundo de Chomón se ha paseado por todo el mundo y la gente lo identifica. Cuando llegué a la Filmoteca, reuní por primera vez al equipo y les dije: "Si estuviéramos en Nueva York, haríamos Griffith y Scorsese. Si estuviéramos en Moscú, haríamos Eisenstein y Tarkovsky. Si estamos en la Filmoteca de Cataluña, haremos Segundo de Chomón y Bigas Luna". Y la verdad es que, si miras la programación, la primera gran retrospectiva de la nueva sede del Raval fue una integral de Bigas Luna y la última de mi etapa es una integral de Agustí Villaronga, dos cineastas indiscutiblemente catalanes, con proyección internacional, que han rodado en diferentes idiomas y en diferentes países del mundo, pero que forman parte de la idiosincrasia de nuestro país, nuestro cine y nuestras colecciones.
- En ese sentido, con esta amplia visión de la historia del cine catalán, ¿cómo le ve ahora que triunfa en el mundo? ¿Cree que es solo un destello de luz o un espejismo?
- Esto te lo explicaré la semana que viene, porque ahora mismo la filmoteca forma parte del ICEC, de la Conselleria de Cultura, que es quien gestiona esta política en el cine catalán. Por lo tanto, nosotros estamos implicados en la medida en que la Filmoteca preserva todo lo que se produce. En ese sentido, no tenemos prejuicios cualitativos. Es decir, nosotros salvaguardamos todo lo que se produce con dinero público y, por lo tanto, no hacemos distinciones ni entre los mejores ni los peores. Todos están ahí para que, algún día, algún historiador investigue todo esto y establezca las prioridades. Uno de nuestros casos emblemáticos es Vida en sombra, de Lorenzo Llobet Gràcia, una película que estaba completamente olvidada y denostada hasta que se restauró, se exhibió y se puso en valor.
- Más allá de poner en valor unas pelis, como demuestran sus respuestas, hay una parte muy importante de conservar y restaurar. Una labor que se hace en el centro de Terrassa, una sede de la Filmoteca que no es tan visible.
- En Terrassa está todo lo que se conserva del cine catalán, tanto en formato analógico como digital. El digital ha sido una invención de los últimos diez años, es mucho más caro, más complicado, más incierto, pero nuestra obligación es que las películas que se producen en digital también se conserven. Tenemos todo lo anterior, desde el inicio del siglo XX hasta que prácticamente dejó de existir el analógico. Eso también es la Filmoteca. De ahí salen esas joyas, esos diamantes, que previamente restauramos, ponemos en valor y los ponemos en circulación en el mercado. De aquí salen los diez largometrajes y diez cortometrajes con el plan que iniciamos hace tres años de visibilizar el cine catalán a partir de materiales bien conservados, pero actualmente invisibles si no es en formato digital debido a la disponibilidad de salas en estos momentos.
- ¿Alguna de estas películas que han llegado o restaurado le ha impactado especialmente, ya sea por su descubrimiento o por su restauración?
- Hemos tenido momentos muy importantes. Víctor Erice nos encargó la restauración digital de El sol del membrillo y la presentamos en el Festival de Cannes. Una película marroquí que fue prohibida en Marruecos en los años 70, terminó en un laboratorio en Madrid, luego en uno en Barcelona y después en la Filmoteca. Encontramos los materiales originales, la restauramos, la estrenamos en la Berlinale y luego la presenté personalmente en el Festival de Tánger. Fue la primera proyección de esa película en Marruecos, con el director aún vivo y presente y el ministro de Cultura de Marruecos. Recuperamos esa película que no se había podido ver por motivos de censura durante casi 50 años. Son momentos muy emocionantes. Encontrar la película de Epstein y que los franceses nos lo agradezcan, está muy bien, ¿no?
- ¿Se visibiliza lo suficiente esta labor?
- No. Cuesta mucho. La prueba está en que cuando presenté El sol del membrillo en el Festival de Cannes, no había ningún periodista catalán o español en una sala que, sin embargo, estaba llena de todos los directores de filmotecas más importantes del mundo, de programadores de festivales, etcétera. El periodista de un medio contemporáneo se interesa más en el último estreno de una película rumana o boliviana, con perdón, que puede ganar la Palma de Oro, que en ir a ver esa película. Se alega que ya se ha visto. No, no has visto esta versión restaurada que estamos mostrando ahora. Es una realidad con la que puedes estar de acuerdo o no, pero no afecta a nuestro trabajo, porque los reconocimientos vienen por otro lado. Cuando el Senado italiano nos invita a un debate de política cultural por haber encontrado la película del Etna, eso es un reconocimiento mucho más importante que cualquier crónica de cualquier periodista. Y cuando el pueblo que está bajo el Etna, donde se detuvo la lava del volcán, conmemora el centenario de la erupción y nos invita a ir con la copia y proyectarla en la plaza del pueblo, ante todos sus vecinos, eso son emociones que no tienen equivalente mediático.
- Teniendo en cuenta esta poca difusión, la Filmoteca ha conseguido atraer a más gente y especialmente a la gente joven ¿Cómo se ha trabajado esto? ¿Ha sido una línea marcada a la hora de exhibir ciertas películas?
- Esta es una institución pública y, por lo tanto, es un servicio a la ciudadanía pagado con dinero público. Por lo tanto, no puede ser una entidad minoritaria y excluyente. Dentro de esos dos extremos, hay un amplio espectro de programación por hacer, que es lo que hemos estado haciendo. Alguna vez, despectivamente, nos han llamado eclécticos. Yo me siento muy cómodo con eso. Creo que la antítesis de lo ecléctico sería lo sectario, y prefiero el eclecticismo al sectarismo. Dentro de este eclecticismo y dentro de una política de colaboraciones muy diversas, hemos atraído a varios públicos. Tenemos un público fiel, un grupo de gente que viene cada día a ver de todo, y tenemos el público de la muestra de cine alemán actual, el público del festival de cine judío, el de la muestra de cine de mujeres, es decir, hay varios públicos que suman. Después hay fenómenos curiosos, imprevisibles hasta cierto punto, pero que ocurren. El día de la proyección de Sátántangó de Béla Tarr, una película de siete horas y cuarto, el director pide cambiar su billete para venir a presentarla, y te encuentras con 350 personas, muchas de ellas jóvenes, dispuestas a ver una película de siete horas. Y al final de la proyección, aún quedan 250 personas, y a la una de la madrugada tienes que echarlos porque ya llevan más de nueve horas encerrados. Eso es muy satisfactorio y no ocurre en ningún otro cine, ni en salas de ningún otro lugar del mundo. Annie Ernaux, premio Nobel de Literatura, hace una película con su hijo, y la sala se llena, en su mayoría de chicas jóvenes. Le comenté a Annie y le dije: "¿Te has dado cuenta?" Y ella respondió: "Sí, es mi público." Entonces, si el público de una novelista Premio Nobel es capaz de movilizarse para venir a la Filmoteca porque esta señora ha hecho una película, eso forma parte de otra línea que para mí ha sido esencial, que es la transversalidad.
- ¿Qué quiere decir?
- Aunque haya gente que no lo entienda, a mí la cinefilia endogámica me interesa muy poco. Me interesa el cine como vehículo de diálogo con otras formas de vida, con otras culturas, con otras lenguas y con otras disciplinas artísticas. Y tenemos un programa como "Per amor les Arts", donde hemos tenido pintores, músicos, escritores, gente de todo tipo que se ha sentido cómoda porque el cine los implicaba.
- ¿Es difícil abrir así la Filmoteca?
- Yo estoy muy convencido, y es lo que he hecho, y no me ha representado ningún esfuerzo hacer este movimiento o esta propuesta porque estoy plenamente convencido. También hacemos Hitchcock, pero lo que discuto es por qué solo hacer Hitchcock o John Ford y no hacer Annie Ernaux, o que el otro día viniera Sarah Moon a hablar de sus películas en relación con su actividad como fotógrafa. Aquí ha pasado Agustí Villaronga, ha pasado Enrique Vila-Matas, Colita,… este tipo de personajes y contenidos amplían, multiplican y hacen crecer el cine hacia otras disciplinas artísticas. Antes hablábamos del cine como espectáculo. Bien, tampoco es encerrarse en un gueto cinéfilo solo para hablar de cine de autor y de películas extrañísimas. Abramos el abanico porque hay un talento extensísimo por explorar. Es esta idea de abrir y de ampliar miradas.
- Esto también se ha hecho en la Aula de cinema, que se ha abierto a muchos otros directores.
- Es nuestra forma de trabajar. Y de hecho, viene de tres líneas que para mí son claras: el cine clásico, por un lado, la historia, el canon; el cine contemporáneo que no llega a las pantallas comerciales, y si no lo hacemos nosotros, ¿quién lo hará? Y la otra es esta relación del cine con las otras artes y con la sociedad. Si despliegas estos tres ejes, lo tienes todo.
- Pero en su último blog, decía que estaba mayor para los servicios educativos.
- ¡Pero para participar yo! Esto lo propuse yo. La segunda cosa que hice, además de las obras en la sede, fue poner en marcha unos servicios educativos que comenzaron incluso antes de inaugurar la nueva sede Raval. Esto también forma parte de una filosofía muy clara: conservar el pasado mirando hacia el futuro. Lo que no tiene sentido es la arqueología cerrada y la momificación de los materiales. Esto debe tener una proyección para el público y, sobre todo, para los nuevos públicos, que son los escolares.
- Bueno, y con lo que cuenta de las sesiones de Béla Tarr, Ernaux y demás, parece que hay esperanza, ¿no?
- Esperanza toda, paternalismo cero. A ver, yo vengo de la universidad y siempre les decía a mis alumnos: “yo no voy a bajar el nivel, porque lo que hay es esto, y por lo tanto, a partir de aquí, entren, y si entran, nos lo pasamos muy bien”. Y la inmensa mayoría entraban. Aquí, no voy a hacer sesiones de palomitas para que puedan venir adolescentes. Y los resultados son las sesiones llenas que ha mencionado. Por eso, respeto total y absoluto, y confianza. Ahora, creo que una de las cosas que más envidio de mi generación y que ahora lo que encuentro más en falta es la curiosidad. Cuando encuentras gente curiosa por ver Béla Tarr, Pedro Costa o directores similares, pondremos todas las facilidades, todos los medios y toda la ilusión de compartir esto con gente muy joven.