Manuel Girona

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Girona-Escubós, cuando el pasado cristaliza

10 diciembre, 2023 00:00

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Un castillo con torres de defensa sobre la piedra volcánica de Olot. Es la imagen de la saga Escubós, perdida en la ceniza del tiempo y llena de recuerdos en su mansión dentro del casco antiguo de la capital de la Garrotxa y rediseñada por el arquitecto modernista Alfred Paluzie. A poca distancia, se encuentra la solariega Solà Morales, obra de Domènech i Montaner, y ambas tienen en común enormes ventanales esgrafiados de guirnaldas. Casi al final de su plenitud, los Escubós visitan a menudo su pasado: se desplazan a la antigua fortaleza que domina la ciudad desde lo alto, para contemplar su esplendor ajado, al estilo de las grandes familias venecianas o florentinas, pero con la humildad que ofrece el naturalismo pictórico de la comarca de la Garrotxa, frente a las repúblicas italianas.

Los Escubós no alcanzan la notoriedad que ofrecen la política, los escudos nobiliarios y el honor militar, pero sí mantienen sus enormes propiedades rurales hasta los primeros años del novecientos, cuando viajan en carlina desde Olot hasta el Castell del Remei (La Noguera) atravesando Cataluña siempre por caminos de carro sobre solares de su propiedad. Practican el sesgo de la finca Güell en Barcelona y siguen el boato de los Vayreda, a mayor gloria de la escuela pictórica naturalista de Olot, inspirada en el taller de Barbizón (París).

Casa Solà Morales

Casa Solà Morales

Los Escubós, que deben su potencia económica a su entronque con Manuel Girona i Agrafel, representan a un apellido con más sustancia mercantil que afán de gentilicio. Cuando Girona, el financiero fundador del Banco de Barcelona, despierta del letargo a sus parientes, da comienzo la etapa en la que la propiedad de la tierra cede el turno a las finanzas. Sobre unos incontables bienes raíces, el banquero levanta un emporio vertido en los altos márgenes de los ferrocarriles, las máquinas de vapor, las indianas o las fraguas metalúrgicas (le feu catalán). Girona, acompañado de José Antonio Muntadas (La España Industrial), Antoni Brusi (Diario de Barcelona), José Vidal i Ribas y Evarist Arnús (Banca Arnús Garí), crea El Veterano, la empresa minera de Sant Joan de les Abadesses, y la línea de ferrocarriles Barcelona-Pirineo. Pero aquel ferrocarril unido a minas de carbón se ve abocado a un proceso concursal y cae en manos de la Compañía de los Caminos de Hierro del Norte, de capital francés, contando con la asesoría de Girona i Agrafel, un hombre que ha aprendido a unirse al enemigo antes de perder un buen negocio.

La Cataluña industrial pierde fuelle después de la Expo de 1888 y entra en barrena antes de la primera gran guerra, en el momento en el que la actividad exportadora por mar tiene su gran oportunidad perdida: mantiene el cabotaje a media distancia en barcos de vela, en unos momentos en los que el vapor conquista el futuro. La guerra favorece a los países neutrales, como España, pero los industriales catalanes liderados por Girona tienen en frente a los armadores que quieren seguir el transporte a través de grandes veleros, como Rómulo Bosch i Alsina, primer accionista de Naviera Española y presidente de la Junta de Obras del Puerto. El mundo de la antigua Junta de Comercio ahoga sus penas en una Cámara de Comercio colonizada por la inercia proteccionista, herencia del arancel de Juan Güell, desde Fomento del Trabajo Nacional, la gran patronal catalana. Los armadores abrirán los ojos cuando ya es demasiado tarde y después de muchas polémicas con los vaporistas. En la batalla de los antiguos frente a los modernos, destaca el papel de Girona, vindicador nato de las cartas de navegación mercante conservadas y hoy accesibles en la biblioteca de la Llotja de Mar.

Sociedad Minera El Veterano

Sociedad Minera El Veterano

Durante la penuria posterior a la llamada fiebre del oro, la Barcelona del alcalde Rius y Taulet es consciente de haber perdido su oportunidad en la primera Expo Universal, en la que Manuel Girona desempeña el papel de comisario regio. Algo más tarde, el gran financiero decide fundar el Banco de Barcelona junto a otros patricios de la industria; levanta la primera entidad financiera privada de España a excepción del Banco de San Fernando, germen del emisor, el Banco de España. Su enorme expansión se confirma al finalizar el ochocientos con la creación, junto al marqués de Comillas, de la Compañía de Tabacos de Filipinas y del Banco Hispano Colonial, la herramienta de la metrópoli que permitía efectuar los pagos en las posesiones de ultramar. Girona es el más inveterado de los llamados Transatlánticos, la compañía de vapores que une para siempre Barcelona con la ensenada portuaria de Asunción, puerta del cono sur americano, trampolín de los negocios en Buenos Aires y Montevideo.

Su actividad como mecenas de la cultura le lleva a participar en la reconstrucción del Liceu, tras su primer incendio; y en el Gran Teatro comanda los mejores antepalcos junto al empresario Camilo Fabra, la authoritas moral a la platea, cada vez que la soprano o el tenor extravían la partitura con un gallo y alguien pregunta a voz en grito: “¿Don Camilo, podemos silbar o no?”. El banquero no se detiene; su fe católica le aproxima al obispado cuando decide hacerse cargo de la inversión que reformará el cimborrio de la catedral, ganando así una bula de indulgencia, reflejada para siempre en el claustro de la catedral que festonea, todavía hoy, el mausoleo de los Girona.

Grabado de Antonio López, marqués de Comillas

Grabado de Antonio López, marqués de Comillas EL ESPAÑOL

La economía del fin de siglo anuncia la irrupción del turismo como rama de la industria cargada de divisas convertibles. Es el recambio que un siglo después se convertirá en el primer sector de la economía. En el patronato de soporte a este nuevo negocio, la ciudad coloca a Eusebio Güell Bacigalupi, que impone el rigor a la influencia. Para comprobar el pulso de la ciudad visitada, el vizconde sale a menudo de su casa, se sube en un coche de caballos y le dice al cochero que dé una vuelta por la ciudad; cerca del mediodía el coche se detiene junto al Palazo Güell, en la calle Conde del Asalto, donde los vecinos lo conocen con el sobre nombre de Ubito. Es el mismo Ubito, el hombre más rico de Europa en aquel momento, que conecta con Gaudí y establece la fecunda relación entre el mecenas y el artista.

En el trasfondo de los cambios, la querella de la vela y el vapor acaba imponiendo la fuerza de los hechos, gracias al éxito de empresas como Barcelonesa de Navegación, liderada por Ignasi Villavecchia, nieto de comerciantes italianos y consignatario. El siglo XX anuncia la gran oportunidad de las tasas y las exenciones aduaneras de la mano de los algodoneros exportadores, como Fabra i Puig, Ferrer Vidal y del conglomerado de los Girona. La batalla entre la tradición y la utilidad alcanza hasta la segunda mitad del siglo pasado con la fusión entre las cámaras de Comercio e Industria, bajo el mando de Andreu Ribera Rovira, que sella finalmente la larga era de enfrentamientos entre el proteccionismo y el librecambismo.

En el ámbito rural, los Girona oriundos de Tàrrega solicitan la concesión de las obras del Canal de Urgell a través de su holding Girona Hermanos, Clavé y Cía, bajo el bastón de mando de Girona i Agrafel. Remontan la finca que pasa a manos de los Escubós-Girona, el entronque en un eslabón del extenso laberinto agroindustrial, que pone en marcha el cultivo del vino, hoy en manos de los Cusiné, una marca exponencial que recobra el esplendor. Con el retorno de la inversión a la tierra se cierra un ciclo que asegura el progreso, y devuelve el silencio al santuario del Remei, remodelado por Antoni Fisas y decorado con pinturas de Josep Obiols.

Manuel Girona

Manuel Girona

Durante la segunda mitad del siglo pasado y en la primera parte del actual, el mantra modernista de los propietarios de Olot se inclina ante el nuevo dios de la estética; bajo el sol rocoso de la gran depresión pirenaica, en el corazón del triángulo Cervera-Tàrrega-Lleida, se mece una de las cunas del noucentisme conservador, expandido a partir del Cercle Artístic de Sant Lluc y la asociación Amigos del Arte Litúrgico. Los largos años de desarrollismo industrial han sido de pobreza en el campo. El núcleo Girona-Escubós opta por construir infraestructuras de regadío y así los motores de una gran bodega en potencia salvan a los viñedos del olvido, pero los bodegueros reconvertidos se extinguen pronto en un metier para ellos desconocido. El Girona que crea Tabacos de Filipinas y el Hispano Colonial no deja instrucciones de uso a sus herederos. Pero pasadas unas décadas, los nuevos propietarios de Castell del Remei han sentado las bases actuales de una bodega singular.  

Mientras los negocios florecen, el núcleo Girona-Escubós retoma Castell del Remei, la gran propiedad decapitada en los años de la filoxera que recobra la vida lentamente. La finca une a través de lazos de familia la Catalunya nova de los Girona con el conglomerado situado en la Garrotxa, en el corazón del Vell principat. Girona i Agrafel es nombrado alcalde de Barcelona por el Gobierno de la Restauración; recibe también los cargos de diputado por la Seu d’Urgell y de senador por Barcelona. De su empeine cuelgan el charol y los calcetines rojos distintivos del Círculo Ecuestre, menos los domingos por la tarde, que son de rayas amarillas y negras, propios del Círculo del Liceu. A media función y sin salir a la calle, Girona y sus hermanos meriendan chocolate con melindros en el bar del Círculo; después regresan al palco para ver la coda del Lohengrin de Wagner y no perderse la escena del cisne, en la que el caballero dice: “Soy hijo de Parsifal”.