Rafael Villaseca: la fuerza del consenso
Noticias relacionadas
La sintonía entre Mitterrand y Jordi Pujol se agrietó en 1994 cuando, en la inauguración del Tunel del Cadí, se vino abajo la conexión con Francia a causa de los retrasos en la entrega del lado francés. La española de infraestructuras tuvo otro inconveniente: su presidente, Eusebi Diaz Morera, integrado también en el equipo de salvación de Banca Catalana (fundada por Jordi Pujol), entregó al Gobierno las actas del Banco de España que denunciaban un enorme agujero en la banca que pretendía liderar el sector financiero catalán y ocupar más adelante el podio del antiguo Banco de Barcelona, del industrial Manuel Girona i Agrafel.
El experimento de un nuevo gran banco catalán se vino abajo en el momento en que el líder nacionalista fue inculpado por un presunto delito mercantil y penal, pero la causa no llegó al juicio oral al ser archivada por el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña, gracias al veto de los jueces nacionalistas.
El descorche con sorpresa del joven ingeniero Rafael Villaseca, CEO de Túnel del Cadí, no llegó nunca a ser un freno para su carrera. Todo lo contrario, entró con paso firme en lo más granado de la empresa familiar catalana, como Panrico, antigua filial del Grupo Agrolimen, o Cementos Molins, en los años dorados del ladrillo y el hormigón.
Poco después, fue el CEO en la salvación parcial de siderúrgicas como Nueva Montaña Quijano en el momento en el que los antiguos altos hornos eran reconvertidos por el Gobierno de Felipe González, de la mano de su primer ministro de Industria, Carlos Solchaga. Empezaba la gran sustitución del fuego por acerías de material frío destinadas a las grandes cabeceras del automóvil. Nueva Montaña fue adquirida por Celsa, la gran siderurgia catalana todavía en alza, dominada accionarialmente por los Rubiralta.
Esta empresa de renombre indiscutible entró en una pendiente histórica el día en que los hermanos Rubiralta, Francesc y José María, decidieron separar sus negocios. El primero se quedó con la siderúrgica y el segundo fundó Werfen, una compañía de material médico que se sitúa a la cabeza de la exportación española, con sede en el parque de empresas de la Plaza Europa de la Gran Vía de Barcelona.
Francesc, el carbonilla, como le llamaban sus empleados, se fue viniendo abajo mientras su hermano, el jeringuilla, creció de forma exponencial. Tras fallecer el pionero de los Rubiralta, su hijo Francesc tomó la gestión de la empresa sometida entonces a unas deudas financieras altísimas. Las apelaciones bancarias impagadas pasaron a manos de los fondos de inversión sin rostro humano. Y, en el último año, las entidades han ejecutado los créditos a Celsa en quiebra, haciendo posible que un tribunal decretara la sustitución de los accionistas familiares fundadores por los fondos acreedores que cambiarán deuda por capital.
Los fondos informaron que será Rafael Villaseca la persona que presidirá el consejo de administración -presidente no ejecutivo- de la acería tras la salida de los Rubiralta. Entró entonces el turno de la política. El último Rubiralta se sentó con miembros del Govern de Cataluña tratando de retener su propiedad en el último suspiro, apelando a una catalanidad de conveniencias, mientras los fondos liquidaron la cuestión en Moncloa, junto a Manuel de la Rocha, secretario general de Asuntos Económicos de Presidencia. En la gran batalla mercantil que ha habido detrás de los visillos que hoy se corren, el ganador representante de los fondos es el bufete Gómez Acebo&Pombo, con la asistencia de la ex vicepresidenta de Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, socia de Cuatrecasas.
La reaparición del ingeniero Rafael Villaseca, en la salvación de una empresa, aporta a la última crisis del feu catalán el viejo estigma solucionador de la economía política, una rama del saber más profunda, en lo social y ciudadano, que la llamada política económica, la praxis macroeconómica que dictan los gobiernos en su actividad fiscal y regulatoria.
Villaseca ya había participado en la privatización de antiguas compañías del sector público, como INISEL, el embrión de Indra, la firma que Javier Monzón convirtió en cabeza pensante de la alta tecnología en el campo de la Defensa. Aquella operación mostró la capacidad del ingeniero, que ahora llega a Celsa, nuevamente como un reconversor con el apoyo de las instituciones políticas.
Repite, pero protegido ahora por la forma un poco más laxa del gestor con seniority, algo que empezó a decirse con maldad -y que él negó con el ejemplo- en los mentideros del holding Caixa, cuando fue elegido por Isidro Fainé, como CEO de Gas Natural.
Los entornos privados vinculados a la cultura cooperativa de lo público explican su éxito. En cierta forma se rememora siempre el modulo público-privado que tanto éxito ha tenido en Barcelona, con antecedentes como los Juegos del 92, o la larguísima reindustrialización textil fallida de apellidos como los Güell, Serra Feliu o Albert i Despujols, aquel Barón de Terrades que no pudo salvar la España Industrial de Sants, pero que acabó siendo elegido presidente de la patronal, Foment del Treball, en 1941, en el país hegemonizado por la tristeza de los que habíamos ganado la guerra, el título de Esther Tusquets.
El tándem internacional de Gas Natural (la actual Naturgy), formado por el ex presidente del Círculo de Economía, Salvador Gabarró, como presidente de la empresa, y Rafael Villaseca, como CEO, se consolidó entre 2004 y 2018, después de la salida de Antoni Brufau de la gasista para desempeñar la presidencia de Repsol. Las batallas desde el corredor de fondo de Moncloa iban languideciendo después de la gestión de Alberto Cortina en la distribuidora por orden explícita de José María Aznar y, al mismo tiempo, la tensión se aflojaba tras la OPA fallida de Gas Natural sobre Endesa, ideada por La Caixa.
Aquel intento cayó definitivamente en saco vacío en plena segunda legislatura del PP vallisoletano. Naturgy no pudo complementarse en la fusión en una gran eléctrica del país, pero saltó de tener presencia en siete mercados internacionales a colonizar energéticamente 18 países, del Mediterráneo, del Caribe-Atlántico, del Mar del Norte y del Pacífico.
El gas de los contratos con Argelia y Egipto, que llega a través del Gasoducto del Mediterráneo, se convirtió en el pasado, frente a la masificación de los barcos metaneros que transportan gas licuado y concretan la formación de precios en alta mar, actuando en tiempo real como unidades offshore en condiciones tributarias favorables a la hora de medirse con competidores nórdicos, holandeses, británicos y norteamericanos.
Fue el segundo nacimiento de la empresa fundada por Duran Farell. Naturgy había recuperado años antes la planta de regasificación del Puerto de Barcelona, nacionalizada al final del antiguo régimen, pero tenía a su disposición media docena de puertos españoles más, dotados de instalaciones regasificadoras con destino a una buen número de plantas de ciclo combinado, que utilizan el gas como energía primaria para la generación eléctrica.
En algo más de una década, el mercado del gas había quintuplicado sus estaciones interiores. Operaba con centenares de competidores en alta mar y cambió el rumbo de sus puertos de destino a partir de las ventajas comparativas que ofrecía la formación de precios, utilizando los medios digitales de las bolsas al asegurar el contrato y su liquidación. La competitividad de un mercado sostenido por la escasez de la oferta se ha abierto a una demanda maleable en función de las tormentas de alta mar o el cierre temporal de los puertos.
La Cataluña de Villaseca representa en parte un nuevo comienzo. Los usos del gas natural, más allá de la tarifa del mercado regulado, evocan momentos históricos como el de la primera Sociedad Eléctrica de los Dalmau; en el ochocientos, la Barcelona Traction de March; o el empeño de las dos Expos universales.
Cambiar de sector exige dar un vuelco al análisis: la siderurgia del futuro tiene enfrente una forma de entender el material duro en el mundo metalúrgico y plástico. Hemos entrado ya en la carrocería cambiante del coche eléctrico, en la que Japón y el Chébols coreanos nos llevan décadas de ventaja y representan centenares de millones de compradores finales.