“Lo que tarda tanto en llegar es igual que si no hubiera llegado, peor incluso, porque el cumplimiento a destiempo de lo que tanto se deseó acaba teniendo un reverso de sarcasmo”

Antonio Muñoz Molina

 

Lunes de moción de censura en el Parlamento catalán. Lorena Roldán, la nueva cara visible de Ciudadanos en la Cámara regional, dispondrá de 30 minutos para explicar por qué Quim Torra, presidente de la Generalitat, debería dejar de serlo. El mismo tiempo que podrá utilizar el interpelado para responder a quien aspira encumbrarse al olimpo de los dirigentes naranjas que hicieron carrera en Barcelona para irse a laborar a Madrid. Luego seguirán con tiempo ilimitado, un receso, y una vez completado todos los grupos dispondrán de intervenciones de menor a mayor peso político para decirse unos a otros aquello que ya podríamos escribir sin escucharlos.

La última moción de censura a un presidente autonómico catalán la presentó Josep Piqué en 2005 contra Pasqual Maragall. Ni siquiera llegó a votarse porque los apoyos obtenidos resultaron insuficientes. Antes hubo otras dos: Josep Benet (PSUC) contra Jordi Pujol (CiU) en 1982 y Pasqual Maragall (PSC) contra Pujol en 2001. Todas ellas, como la de esta semana, resultaron fallidas por la falta de los soportes necesarios, aunque en algún caso rozaron un buen número de partidarios entre los diputados.

De los 135 escaños, solo los 36 parlamentarios de Cs y los 4 del PP han anunciado su apoyo a Roldán para sustituir a Torra. Cuarenta diputados del total representan un escaso 30% de la representación popular. Si los 17 diputados del PSC se sumaran estaríamos en las mismas: sólo el 42% de los parlamentarios constitucionalistas estarían a favor de la iniciativa del partido de Albert Rivera. Los socialistas de Miquel Iceta han anunciado que se abstendrán para alejarse del show de los naranjas mientras que los 8 diputados de los Comunes-Podemos llevan mucho tiempo coqueteando en Barcelona con el nacionalismo (Ada Colau es una maestra) a la par que los de Pablo Iglesias recitan por el resto de España su supuesta apuesta por la unidad y la Carta Magna. Lo cierto es que ni con ellos tendría éxito la iniciativa.

La moción llega a destiempo. Entre otras razones porque la candidatura que en diciembre de 2017 encabezó Inés Arrimadas fue la más votada de todas las que se presentaban. Lejos de intentar una investidura que hubiera permitido conocer cuáles eran las alternativas de Cs para gobernar Cataluña, como esperaban sus votantes y mantuvo este medio, los dirigentes naranjas se empecinaron en sostener que la aritmética no sumaba y las posibilidades de éxito eran nulas. Desde la formación del Ejecutivo de Torra hasta hoy han transcurrido casi dos años y las oportunidades de censurar su nula gestión, sus planteamientos políticos supremacistas y la actuación exclusiva para una parte de la ciudadanía han sido múltiples. Ahora, cuando más débil, enfrentado y obsolescente está su Gobierno, el único elemento que vuelve a sindicarlos es enfrentarse y ganar la moción a Roldán.

La moción también llega mal planteada. No es un acto del constitucionalismo catalán, sino de uno de los partidos (el que posee mayor representación, cierto), pero no está ni siquiera sopesada entre ellos. Hace muy pocas semanas, el líder del PP catalán, Alejandro Fernández, propuso esa misma moción y los mandamases de Cs volvieron a decir que no era el momento ni se daban las circunstancias. Era el 16 de septiembre pasado, no ha transcurrido un mes, y ahora los naranjitos entienden que sí ha llegado el momento. ¿Cuál es la razón de ese súbito cambio de opinión? Pues que el 24 de septiembre se formalizó la convocatoria de elecciones generales en España en noviembre y a los chicos de Rivera les podría venir de perlas las imágenes televisivas para su particular precampaña electoral a la vista de los fatídicos augurios que les atribuyen las encuestas. De cumplirse los vaticinios, Ciudadanos, tan cerca de tocar el cielo del poder, descendería a los infiernos por un asombroso liderazgo tocado de cierto caudillismo y no poca cabezonería, algo que provocó sonados éxodos de la formación y un hartazgo de sus electores, tanto en Cataluña como en las otras plazas españolas en las que cosecharon buenos resultados.

La moción nunca debiera plantearse en este momento político. Reforzará al independentismo en la confrontación, justo en los arriesgados momentos previos a que se promulgue la sentencia del Tribunal Supremo sobre los procesados por el 1-O y los hechos de la Consejería de Economía de 2017. Si algo recompone al nacionalismo es la pelotera contra el adversario, que actúa como argamasa natural sin apenas necesidad de otras sustancias. La estrategia de Ciudadanos es considerada extraña en España incluso por quienes comparten una parte de su ideario, pero se acerca a lo estrambótico en lo referido a Cataluña, su plaza original, el espacio político que debieran conocer con detalle y de cuya administración parecen abdicar.

Ahora que Sociedad Civil Catalana acaba de conmemorar la mayor manifestación de los no independentistas en octubre de 2017 se ha puesto de manifiesto, como sostiene este medio, que el constitucionalismo no tiene una única expresión en Cataluña, sino varias cabezas y pluralidad de voces. Actúa a remolque del independentismo, como respuesta a sus envites y se muestra incapacidad de profundizar en un relato común. El declinar de SCC muestra cómo las luchas partidarias se anteponen al consenso de las fuerzas constitucionalistas en defensa de una Cataluña española y europea frente al secesionismo. El propio acto que conmemoraba la movilización que sorprendió al soberanismo incorporó una argucia, a modo de pequeña encerrona al representante socialista David Pérez. El dirigente del PSC, ante las peticiones de la aguerrida Cayetana Álvarez de Toledo para que voten a favor de la moción de Roldán, recordó que gracias al sustento del PP hace 18 años Jordi Pujol siguió al frente de la Generalitat con su Plan 2000, sus políticas lingüísticas y de victimización permanente.

Los diputados que hoy acudan a la Cámara catalana son conscientes de que la moción contra Quim Torra, basada ahora en su connivencia con los CDR detenidos, no será más que un ensayo de una obra teatral realizado por una compañía amateur que se representará más tarde por los pueblos en forma de mítines y actos políticos. Una mise en scène de las contradicciones y la atomización del pensamiento político en Cataluña. Si me apuran, la utilidad real no superará la creación de un buen fondo de armario de imágenes para realizadores de televisión con dirigentes profiriéndose todo tipo de acusaciones para sus respectivas galerías.

Un poco de ruido y ninguna nuez. O, como escribió Muñoz Molina, puro sarcasmo.