Los independentistas se han fijado como objetivo de las próximas elecciones autonómicas superar el 50% de los votos. Nunca lo han logrado, aunque en las europeas de 2019 --que vendieron como un cara a cara entre Puigdemont y Junqueras, en las que el fugado le dio un repaso al presidiario, con 987.000 votos frente a 766.000-- estuvieron cerca de hacerlo (49,7%).

Ahora, quien más insiste en la importancia de ese hito es JxCat. De alguna forma, ya han empezado la oposición que plantearán a ERC desde el primer minuto después del 14F, pues las encuestas apuntan a una victoria de aquellos y parece que ellos mismos la dan por descontada.

Los de Puigdemont tienen clara su estrategia, que pasa por la destrucción del rival, aunque también se lleven por delante la paz social o lo que haga falta para recuperar la hegemonía nacionalista que parece que perderán. Mientras sus contrincantes apuestan todo a conservar el poder.

Así, JxCat se prepara para reprocharle a ERC que no "culmine" el procés, que no "implemente" el resultado del referéndum ilegal del 1-O, por si se le ocurre llegar a algún tipo de acuerdo con el PSC y los comunes, en caso de que sumen.

Es por eso que ERC ha dejado muy claro en las últimas semanas que el 51% de los votos no será suficiente para alcanzar la independencia, ni siquiera para forzar al Estado a modificar la legislación para celebrar una consulta secesionista legal. Y fijan en el 70% u 80% la mayoría necesaria para hacer inevitable la ruptura (de forma unilateral, como han subrayado). Una mayoría que quieren ir construyendo en los próximos tiempos.

Pero no es que ERC sea menos radical o más razonable que JxCat. Simplemente, Junqueras y los suyos consideran que es más rentable intentar mantenerse en las instituciones que deambular a la intemperie en la clandestinidad indefinida, como el clan de Waterloo y sus secuaces. Y, sobre todo, su falsa moderación responde a que a los que no están en la cárcel no les hace ninguna gracia entrar en ella.

En todo caso, tampoco es cierto que con el 70% u 80% de apoyo en Cataluña --ni con el 99%-- la secesión sería imparable. Ni siquiera sería insoslayable la celebración de un referéndum con esas cifras. Convendría no mentir a los votantes independentistas para ahorrarse nuevas frustraciones: solo con el cambio constitucional correspondiente es posible celebrar una consulta y/o conseguir la secesión. O hacerlo a las bravas, con el uso de las armas, como se hacía antes y que algunos líderes independentistas ven con buenos ojos.

Sin embargo, el hecho de que el independentismo no vaya a conseguir sus objetivos con el 51%, el 70% o el 99% de los votos no quiere decir que el constitucionalismo deba relajarse. Cuanto menos respaldo reciba el nacionalismo en las urnas, mejor será la convivencia en Cataluña y mayores posibilidades habrá de reconquistar para toda la población espacios hasta ahora fagocitados por los radicales. Por no hablar de que el desafío que habrá que afrontar en los próximos años --la recuperación económica-- necesitará de dirigentes políticos cuya prioridad no sea sustituir banderas de España por esteladas, impedir que los niños puedan estudiar en español y en catalán de forma equilibrada, o dilapidar el dinero público en difundir por todo el globo que este país es una especie de dictadura medieval.

Los partidos no nacionalistas deberían tomarse en serio esta cita electoral y poner todo su esfuerzo en movilizar a una parroquia que, en estos momentos --según los estudios demoscópicos--, parece tener pocas ganas de ir a votar. Nos jugamos más de lo que parece.