Lo bueno de desconectar sentimentalmente de tu país es que te puedes tomar con distancia, optimismo y buen humor situaciones que, en otras circunstancias, considerarías catastróficas, como todavía algunos hacen.
Dejen ya de preocuparse tanto. Los españoles han sido muy claros: han optado por Sánchez y por los independentistas. Es decir, por la destrucción. No se flagelen más. Asúmanlo cuanto antes y traten de salvar lo que puedan.
Sí, es cierto, estamos en un proceso de aniquilación de lo poco que quedaba de la igualdad, la cooperación, el bien común, la solidaridad y todas esas cosas en las que creíamos los socialdemócratas. Qué ilusos éramos. Resulta que eran chorradas y patrañas.
Pero ya no hay vuelta atrás. Insisto. Háganme caso. Traten de salvar su patrimonio y procuren pagar los menos impuestos posibles. Es más, si pueden, vendan todo y huyan del país. Lo que se avecina no es recomendable para quienes todavía mantienen un vínculo emocional con España.
Cómo estarán las cosas cuando hasta El País, en un editorial, clama contra el concierto económico que exige el independentismo, y suplica una mejoría de las inversiones, a ver si así se calma el monstruo nacionalista, la bestia (en palabras de Torra, aquel privilegiado intelectual que tuvimos de president).
Pobres ingenuos. Ya es demasiado tarde. Hace tiempo que es demasiado tarde. Entre otras cosas, por su culpa. Ellos son los que, entre otros, han alimentado, resucitado y rehabilitado al nacionalismo insaciable, clasista y racista que todo lo contamina. Tiene guasa que ahora pongan el grito en el cielo.
¡Amnistía necesaria!, proclamaban hace apenas tres meses en otro editorial del mismo panfleto. Y ahora tiemblan y lloriquean ante la siguiente exigencia de los nacionalistas. Hombre, hombre… que cada palo aguante su vela. Que ya somos mayorcitos.
Ahora resulta que, con un concierto económico catalán como el vasco y el navarro, no salen los números. Que a muchas CCAA no les cuadrarían las cuentas. Pues no haber votado a favor de la amnistía y la reconciliación con los que quieren destruiros. Hay que ser muy zoquete y muy tarugo para hacer campaña a favor de quien iba a pactar con aquellos cuyo único objetivo es exterminarte, y luego quejarse por ello.
Lo dicho. Lo mejor es tomar distancia y que cada uno se busque la vida. Que eso es lo que ha decidido la mayoría. Ya somos talluditos como para andar gimoteando a estas alturas. Haberlo pensado antes. Mucho antes.
Eso sí, como catalán, espero con impaciencia mi parte del pastel. Es más, la exijo. Que gallegos, andaluces, castellanoleoneses, aragoneses y demás excompatriotas se rasquen el bolsillo cuanto antes para abonarme la cuota del concierto que me corresponda.
Y, sí, es verdad, gracias a vuestro voto, al voto de los españoles, los catalanes vamos a tragar nacionalismo por un tubo. Pero no creáis que vosotros os vais a ir de rositas. Ni de coña.