Ayer pregunté a varios jóvenes de mi entorno cuáles eran las tres acciones de gobierno de Pere Aragonès que consideraban más interesantes, relevantes o beneficiosas para los ciudadanos catalanes. Eran jóvenes de diversa ideología y con formación universitaria.

Ninguno supo citarme una sola.

Y no les culpo. Yo tampoco sabría destacar cuál es el legado del dirigente de ERC en estos tres años al frente del Govern. O, mejor dicho, su legado es el del no a todo. A todo lo que implique prosperidad para los catalanes.

En estos tres años, Aragonès se ha cargado la ampliación del aeropuerto de Barcelona, que tenía por objetivo mejorar sus conexiones internacionales para impulsar la economía catalana y, por tanto, los sueldos y las condiciones laborales de sus ciudadanos. AENA se comprometió a aportar los 1.700 millones de euros del ala para las obras. Pero la Generalitat dijo no, y la inversión se esfumó (y la excusa de la charca artificial de la Ricarda ya no cuela).

Durante 2021, año del desembarco de ERC en la Generalitat, el nivel de los embalses catalanes descendía vertiginosamente (aproximadamente, del 90% al 60% en pocos meses), y así ha continuado salvo un leve repunte en primavera de 2022. Sin embargo, Aragonès ha estado de brazos cruzados estos tres años, hasta que hace un mes ha conseguido que el Gobierno le regale dos desaladoras (ampliar la de la Tordera y construir una en el Foix) por valor de casi 500 millones de euros. Eso sí, solo estarán operativas a partir de 2028 y 2029, respectivamente. Mientras tanto, se traerá agua por barco (gratis -salvo el transporte-, la que venga de Valencia, pero a precio de oro la que traigamos de Francia) y, supongo, rezarán a todos los santos para que llueva.

Por supuesto, del tema energético, mejor no hablar. Como es tradicional, ERC aprieta para cerrar las centrales nucleares (Ascó y Vandellós) y sustituirlas por energías renovables. Pero, a la hora de la verdad, el Govern de Aragonès ha puesto todo tipo de trabas a los parques eólicos y solares. No a las nucleares, y no a las renovables.

La inacción del Govern Aragonès también ha alcanzado al sector turístico. Del Hard Rock de Salou no quieren saber nada, pero de los pisos turísticos, tampoco. En noviembre pasado, por ejemplo, la consellera de ERC Esther Capella aprobó por sorpresa un decreto para prohibir que los ayuntamientos de 262 poblaciones (las más turísticas de Cataluña) pudieran emitir nuevas licencias. En la mayoría de los casos, son poblaciones en la que la clase media tiene su segunda residencia, que en ocasiones o en épocas complicadas, servían de ayuda para sacarse unos ingresos extra a costa de los turistas. Quien no hubiese solicitado la licencia antes de esa fecha, ya no podrá hacerlo.

Eso sí, durante su discurso de investidura en 2021, Aragonès prometió la amnistía y la autodeterminación. Y hay que admitir que, en contra de lo que muchos vaticinaban, la amnistía la ha conseguido.

En cuanto al referéndum independentista, solo le ha faltado un poco de tiempo para sacárselo a Sánchez.

Tal vez en la próxima legislatura.