La sensación de autoridad que sería necesaria que transmitieran nuestros gobernantes tiene mucho que ver con las acciones que emprenden y con el sentido común con el que implantan las medidas elegidas. La conjunción de acertar y de hacerlo de una manera cabal transmite a la ciudadanía la idea de que quien está al otro lado, aunque no sea de los tuyos, te permite intuir que estás en buenas manos. Lamentablemente, vivimos unos años en los que esa idea en Cataluña es tan fugaz como las ensoñaciones de un cielo estrellado y eso no hace más que agrandar la sensación de desánimo respecto al servidor público.
Las cuestiones relativas a cómo paliar la sequía sirven de ejemplo perfecto para entender cómo el grueso de los ciudadanos tiene la sensación de desubicación, de estar perdido a la deriva. Las recetas del Departament d’Acció Climàtica no gustan. No agradan a los expertos (lean la información de Crónica Global, ayer), desesperan a determinados sectores de la actividad económica, que se sienten claramente perjudicados por las decisiones de la Generalitat (gestores de campings y otros sectores del turismo), descolocan a los ayuntamientos, que ahora tendrán la responsabilidad de lidiar en el escabroso asunto del llenado de las piscinas, y provocan en el vecino de a pie la idea de que quienes están en el puente de mando son unos aficionados.
Sería injusto cargar las tintas exclusivamente en el equipo del conseller Mascort, actual titular de la cartera. Los problemas con la sequía, como saben, han salpicado a representantes de diversas formaciones políticas. Ha faltado determinación, sentido común, y ganas de resolver el problema, por difícil que éste sea. Se anuncia ahora un plan extensivo de desalinizadoras que algunos expertos ponen en duda y da la sensación de que seguimos improvisando para llegar vivos a la cita electoral del 12 de mayo.
¿Habrá alguna acción sólida para resolver el problema a medio plazo? Es cierto que se necesitan parches en este momento, pero no se ve actuar a nadie para que la resolución de los problemas de la escasez de la lluvia se arreglen más allá de la puesta en marcha de una máquina. ¿Abordaremos algún tipo de trasvase? ¿Interconectaremos cuencas? ¿Invertiremos de verdad para evitar que las canalizaciones agrarias y urbanas no sean un compendio de tubos con fugas? Todo lo que no vaya por este camino que implica gastar mucho y no recoger los réditos electorales de forma inmediata seguirá dejando a Cataluña con una cojera de servicios que sus contribuyentes sinceramente no lo merecen.
Da la sensación que el Govern que pueda gobernar tras los comicios del 12 de mayo se lo tomará en serio. Parece. Pero nadie puede asegurarlo. Esa misma idea tuvimos cuando hace 20 años la sequía nos acució como ahora y el rezo del conseller Baltasar a la Moreneta agitó las nubes hasta tal punto que las necesidades en infraestructuras anti-sequía se olvidaron por completo.