Fue hace más de tres décadas, en concreto en 1991. Gobernaba un Felipe González como líder del cambio socialista. Al frente del Ministerio de Industria estaba Claudio Aranzadi, el ministro que se emperró en enseñarnos el Plan Energético Nacional (PEN) como una lección escolar. España se europeizaba. Eran tiempos de integración en la UE y ni el ecu ni el euro habían hecho todavía acto de aparición.

Sin embargo, unos franceses especializados en las aguas andaban por Cataluña. Eran los propietarios de Lyonnaisse des Eaux, que habían llegado a tener una posición accionarial mayoritaria en Aguas de Barcelona, entonces presidida por un incombustible Ricard Fornesa. Aquel abogado del Estado tan brillante como arrollador había imaginado un futuro en que las utilities fueran una grandísima máquina de hacer negocios y promovió la fusión entre Aguas y la entonces Catalana de Gas (más tarde Gas Natural y hoy Naturgy).

Al ministro Aranzadi no le gustó la propuesta. Aquello de que una compañía estratégica de agua y gas estuviera en manos del vecino galo le parecía una mala opción y la fusión entre las dos compañías no llegó a buen puerto.

Más tarde, durante años las utilities estuvieron en manos de La Caixa. Pasó por el capital de Repsol, de Agbar, de Gas Natural y de Endesa. El grupo financiero se fue transformando y algunas de aquellas posiciones se perdieron. Incluso cuando Fornesa estuvo al frente de la entidad bancaria fue imposible hacer un gran conglomerado especializado en los servicios de suministros básicos.

La última vuelta de tuerca del gigante empresarial catalán ha tenido lugar hace poco. Su líder Isidro Fainé ha decidido recuperar el valor de las inversiones industriales y ha dado un golpe de efecto en la cúpula de Criteria con el nombramiento de Ángel Simón como nuevo consejero delegado en sustitución de Marcelino Armenter (¡qué extraña manía tienen algunos ejecutivos de esa entidad de salir criticando su antigua casa cuando no abrieron la boca durante años de permanencia!).

En apenas dos meses, Simón ha resuelto la crisis en el accionariado de Naturgy donde unos fondos voraces querían trocear y vender. A Fainé y a Simón les interesa más el todo que las partes y han decidido evitar las dudas. Dieron un golpe sobre la mesa en la junta de accionistas, dijeron que se acababan las tonterías y todo el mundo agachó las orejas. Ya hablan con unos inversores de los Emiratos para sustituir a esos rebeldes tiburones de la inversión a la par que garantizan un futuro a largo plazo para la energética. El cambio ha sido rápido y quirúrgico, en tiempo récord y con garantías para la españolidad y la continuidad de la compañía.

Ha pasado algo similar en Telefónica, con la complejidad de que el Gobierno y la oposición andan siempre por en medio y no siempre ayudan. La dupla Fainé-Simón ha decidido reforzar su posición y plantar cara al inversor saudí que se coló hace unos meses por la puerta de atrás de la empresa de comunicaciones para sorpresa de sus gestores y de las autoridades.

“Vamos a reforzar nuestra presencia en las empresas estratégicas de España”, dijo Simón el lunes pasado en la jornada inaugural del Wake Up Spain, que organizó El Español en Madrid. El mensaje es claro: Criteria regresa a la inversión estratégica y se olvida del Excel y del aventurerismo startapero de los últimos años de Armenter. El grupo que comanda Fainé tiene vocación de accionista a largo plazo y no de inversor cortoplacista. Además, lo hará en aquellos sectores que garantizan ingresos y beneficios recurrentes, para satisfacer uno de los objetivos finales: dotar a la Fundación Bancaria La Caixa con los recursos necesarios para mantener sus programas de obra social.

La vieja idea de Fornesa puede estar hoy de nuevo sobre la mesa. Agbar está en manos de la francesa Veolia. Su filial Aguas de Barcelona tiene una participación del 15% propiedad de Criteria. Simón ha dirigido en los últimos años esas compañías y ha ejercido, además, como uno de los factótums del negocio del agua para las multinacionales francesas Suez, primero, y Veolia, después.

Agua, gas y electricidad reunidas en un mismo campeón nacional, un gigante de las utilities es una posibilidad que en su día se estudió y que se frustró por los avatares políticos. Hoy, con menos viento en contra, la posibilidad de recuperar aquella vieja idea no está tan lejana en nuestro horizonte. Recuperaría Agbar al capital español y garantizaría la continuidad de ambas compañías, juntas o muy próximas, con una dimensión más internacional y una posición de mercado que haría mucho más difícil el picoteo especulador de los grandes fondos de inversión internacionales. Criteria, contenta; Gobierno, contento; empleados y trabajadores también satisfechos y quizá algún político despistado de la Generalitat se preguntaría por la minucia de dónde se instalaría la sede social.

Compremos palomitas…