El nuevo líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, propone extender a nivel nacional el “bilingüismo cordial” que dice haber aplicado en las escuelas gallegas a lo largo de sus 13 años al frente de la Xunta.
Según explicó en una entrevista en Onda Cero, la inmersión “no encaja” con el bilingüismo cordial porque “la inmersión nunca es cordial” sino “obligatoria”, “eso es imposición”. Y “la cordialidad de las lenguas es poder hablarlas con facilidad y con la libertad de la persona que las utiliza”.
Asegura el dirigente popular que “para que haya bilingüismo cordial hay que conocer las dos lenguas con igual intensidad” y “automáticamente a partir de ahí entra ya la libertad de la gente para utilizarla con la cordialidad de poder utilizar cualquiera de las lenguas cooficiales en España”.
¿Y en qué consiste esa intensidad equitativa? En enseñar ambas lenguas oficiales, castellano y catalán, “en clase con la misma intensidad y con las mismas horas lectivas”. Incluso pone el ejemplo de que “en Galicia, el 50% [de las clases] se dan en castellano, el 50% en gallego” y se complementa con asignaturas en inglés.
Le compro el discurso a Feijóo, por supuesto. Pero el pasado más reciente del PP (y el más lejano también, verbigracia el Pacto del Majestic) me deja más dudas que certezas. Basta con recordar el bodrio legislativo que se inventó José Ignacio Wert para no coger por los cuernos el toro de la inmersión. Y eso que el exministro no era un tipo de los que ponía paños calientes en sus declaraciones y que el PP tenía una cómoda mayoría absoluta. ¿Acaso Feijóo, con su carácter dialogante, tendrá la determinación necesaria para enfrentarse al nacionalismo catalán en esta cuestión en caso de llegar a la Moncloa?
Entidades de la sociedad civil llevan años (décadas) pleiteando contra la Generalitat para conseguir un miserable 25% de las clases en español. Y sin la ayuda de ningún partido de ámbito nacional. Incluso, con todos ellos en contra. Especialmente cuando han llegado al poder.
Ahora, el nuevo líder del PP fija como objetivo una educación equilibrada, al 50% en cada una de las dos lenguas oficiales en todo el territorio catalán (además del inglés), a pesar de que su partido nunca ha hecho nada efectivo para lograr siquiera el 25%.
Alcanzar ese 50%, aunque es lo justo y razonable, no será fácil. Supondrá un enfrentamiento directo y feroz con los partidos nacionalistas e incluso con otros de ámbito nacional. Exigirá nuevas leyes educativas. Obligará a reactivar la Alta Inspección de Educación. Será necesario acudir a los tribunales (muchas veces y con toda la artillería jurídica al alcance de la administración). Probablemente habrá inhabilitaciones y, con toda seguridad, manifestaciones de radicales. Y no se puede descartar el comodín del 155. No hay otro camino.
¿De verdad está dispuesto Feijóo a todo esto en caso de gobernar?