Concluyó sin pena ni gloria la campaña de Pedro Sánchez para apuntalar a una ristra de compañías privadas que se hallaban al borde del precipicio. Se destinaron a tal menester nada menos que 4.000 millones extraídos de las arcas del erario. Una buena porción de ese peculio fue a parar a manos poco escrupulosas, por decirlo benévolamente.

El Ejecutivo formalizó el desembolso de tamaña masa de recursos por medio de la Sociedad Estatal de Participaciones Industriales (SEPI) y la Compañía Española de Financiación del Desarrollo (Cofides).

Una y otra recibieron en conjunto 216 peticiones de ayuda urgente, de las que solo aprobaron 119. Así, las sociedades excluidas del maná oficial no verán un céntimo de la ansiada mamandurria. Dada la situación comatosa que atraviesan, les aguarda un porvenir bastante dudoso.

El presidente Sánchez dotó las partidas de SEPI Cofides con 11.000 millones. Al final de la película solo se ha apoquinado algo más de una tercera parte.

De ella, casi 1.100 millones han ido a parar al sostenimiento de empresas sitas en Cataluña. Algo es algo. Ocurre que mientras tanto, los apoyos crematísticos del Govern a las firmas renqueantes han brillado por su clamorosa ausencia.

La lista de agraciadas por SEPI abarca los grupos hoteleros Hotusa, Hesperia y Serhs, la transportista Julià y la siderúrgica Celsa.

Por su parte, Cofides afianzó un total de 22 compañías de tamaño mediano y pequeño.

En la última tanda entraron Cátering Arcasa, la editorial Vicens VivesAutocares Canals y el fabricante de carbonato cálcico Reverté Productos Minerales.

Asimismo, se beneficiaron la productora de tubos de aluminio Witte y Solá, la textil Hallotex, la constructora de estructuras metálicas Ferrallas Piera y los hoteles Guitart.

En el caso de Cofides, los capitales se libraron en concepto de préstamos, tanto participativos como ordinarios. En cambio, la pasta de SEPI se repartió entre los empréstitos comunes y los convertibles en acciones.

Esto último significa, en román paladino, que en lo sucesivo SEPI puede verse en el trance de tener que transformarlos en títulos de las sociedades rescatadas. Es decir, los ciudadanos en conjunto pasarían a erigirse, de la noche a la mañana, en socios obligados de esas corporaciones de futuro incierto.

De todos los salvamentos aprobados, el de Celsa es quizás el que más incógnitas encierra por dos razones. Primera, la elevada cuantía del apoyo estatal, 550 millones. Y segunda, por las circunstancias particulares que reviste el expediente, pues los principales acreedores de la acerera son un conglomerado de fondos buitres.

Este tipo de entidades carroñeras no se andan con remilgos, ni miramientos, ni medias tintas. O cobran y materializan las posibles plusvalías, o desguazan las empresas para venderlas a trozos en almoneda.

Si el fortunón dispensado a Celsa chirría, no menos extravagante es la sopa boba volcada sobre el consorcio turístico Serhs. Éste se fundó por iniciativa de Ramon Bagó Agulló, convergente de primera hora e independentista acérrimo. Ahora lo lidera su hijo Jordi Bagó Mons, no menos separatista que el progenitor. El hereu fue condenado hace pocas semanas a un año de prisión por urdir una estafa a NovobancoSEPI inyectó 34 millones a Serhs. Así que los caudales de todos los españoles han acabado por financiar los negocios personales de un vulgar delincuente.

Que el Estado contribuya al auxilio de individuos de semejante calaña no puede por menos que resultar estupefaciente.

En principio, es harto discutible que el Gobierno lubrique con dinero público a una caterva de empresas particulares que se encuentran a un paso del fallido.

Pero tampoco se puede obviar que la crisis pandémica y el confinamiento forzoso de la población colocó a muchas de ellas en una situación insostenible, próxima al colapso.

Y es que, según palabras de un escritor norteamericano, con los fajos de billetes sucede lo mismo que con el papel higiénico. Cuando se necesita, se necesita urgentemente. Y como decía Josep Pla, el dinero no da la felicidad, ciertamente, pero tampoco es un serio obstáculo para conseguirla.