La Generalitat se salta a la torera las directrices de la Oficina Antifraude de Cataluña (OAC) sobre contrataciones de personal. Así lo reveló esta semana Crónica Global. Ocurre que los dos partidos separatistas que cortan el bacalao en el Govern sustentan un ejército de casi 400 altos cargos con funciones de asesores eventuales y todos ellos han llegado a su empleo gracias al acostumbrado procedimiento “digital”, es decir, por el dedo del mandamás de turno.

La OAC insta a las administraciones a que sometan los nombramientos al proceso selectivo reglamentario, con objeto de comprobar la aptitud de los postulantes y evitar los conflictos de interés, que son fuente habitual de corrupción.

Sin embargo, hete aquí que el Govern se viene pasando tales requisitos por el arco del triunfo. De este modo, los 400 enchufados transcritos, todos ellos con un sueldo opíparo, no hubieron de someterse a criba alguna. Treparon a sus puestos gracias a sus dotes de consumados tiralevitas o merced a su buen rollo con los políticos que los nombraron.

Entre esas centurias de paniaguados abundan algunos casos estupefacientes. Acaso el más llamativo sea el de Josep Lluís Alay, mayordomo de la opulenta mansión que Carles Puigdemont ocupa en Waterloo.

Alay percibe un envidiable sueldo de 105.000 euros anuales, satisfecho a escote por los contribuyentes catalanes. La labor más trascendente que se conoce a este individuo es la de portar el maletín del prófugo de la justicia.

Los excesos de Pere Aragonès y sus adláteres de JxCat en cuestiones de nepotismo e inflación de nóminas baten todos los récords habidos y por haber en España. En términos relativos, doblan con creces los que perpetra su colega central Pedro Sánchez.

Este augusto líder alberga en el Consejo de Ministros nada menos que 22 carteras, la cifra más alta conocida hasta donde la memoria alcanza. Además, tanto el presidente como su corte de camaradas se han rodeado de una legión de cerca de 800 agregados.

Solo en los dos últimos años se encaramaron a esa suculenta categoría un centenar largo de acólitos procedentes de las filas del PSOE y de Podemos.

El último gobierno del PP, liderado por Mariano Rajoy, no fue manco a la hora de reclutar colaboradores, pues contaba con un regimiento de 600. A la sazón, los prebostes socialistas pusieron el grito en el cielo por tal derroche.

Ahora, la trama de asistentes del régimen sanchista supera ya en un tercio los que Rajoy llegó a tener a sus órdenes. El actual reparto por departamentos revela que la propia Moncloa y el ministerio de Presidencia dirigido por Félix Bolaños acaparan unos 400 en conjunto.

Esta tropa de adictos no goza de la condición de funcionarios. Ello significa que cuando cambie el Gobierno que los amamanta, habrán de abandonar el sillón y ganarse el pan de cada día, como todo hijo de vecino.

Cavilo que esta circunstancia de provisionalidad ha movido a diecisiete amanuenses de Barcelona en Comú, la formación podemita que encabeza Ada Colau, a apuntarse a unas pruebas convocadas por el Ayuntamiento para acceder a su plantilla. Es una especie de coladero que permite introducirse por la puerta trasera en el caserón de la plaza de Sant Jaume.

Los diecisiete secuaces de Ada han superado el trámite sin problemas. Se aseguran, así, una bicoca fija y a recaudo de las negras perspectivas electorales de su jefa suprema.

El desastre que está provocando Colau les hizo ver que el acoplamiento a la ubre municipal tiene los días contados. Por ello, acudieron en tropel a la convocatoria del propio Ayuntamiento en el cual ya estaban colocados transitoriamente gracias a sus conexiones políticas con el partido de la alcaldesa.

Es de recordar que los miembros de la banda de Colau, apenas desembarcados en el consistorio, de inmediato buscaron acomodo para sus respectivas parejas. Ahora vislumbran el fin del chollo y hacen mangas y capirotes con tal de perpetuar la sopa boba de por vida.

Huelga añadir que dicho proceso ha respetado de forma escrupulosa la legalidad vigente. Faltaría más. Fíjense si la alcaldesa Colau cumple la ley a rajatabla que “solo” acumula un par de alevosas imputaciones en los tribunales locales por un quítame allá esas pajas, o sea, por mangoneos varios en el desempeño de sus atribuciones.

De lo que vengo describiendo se desprenden dos coletillas. Primera: si alguien desea disfrutar de un puesto laboral dotado con un sueldo jugoso y sin tener que dar golpe, hágase amigo de un político con mando en plaza para que lo coloque de palmero o algo similar.

Y segunda: la antaño respetada escala de los servidores públicos pierde enjundia a marchas forzadas. Para el ingreso en ella ya no hay que afrontar unos duros exámenes. Basta con que los candidatos dispongan de compadres de jerarquía relevante y ya se encargarán éstos de incorporarlos al circuito. Si alguien ignora cómo se gestan semejantes mamandurrias, pregunte a Ada Colau y saldrá de dudas.