Retrato de Jordi Amat en 'Crónica Global' / LENA PRIETO

Retrato de Jordi Amat en 'Crónica Global' / LENA PRIETO

Pensamiento

Jordi Amat: “Cataluña vive una crisis de autoridad muy severa”

El ensayista, que formará parte de la nueva Junta del Círculo de Economía, señala que la salida al conflicto catalán pasa por la ruptura de bloques y la aceptación de que hay un problema político

21 julio, 2019 00:00

Jordi Amat (Barcelona, 1978) se pronuncia con cuidado, con mesura. Sabe que puede estar entre un fuego cruzado, y que buscar una salida al conflicto político catalán, con la asunción de algunos riesgos, siempre comportará la crítica y hasta la descalificación de alguien. Asume su posición, y se ciñe a su trabajo. Acaba de ser propuesto como miembro de la Junta Directiva del Círculo de Economía, por parte del abogado y empresario Javier Faus, que presidirá el lobby empresarial a partir de finales de este mes si recibe la mayoría del apoyo de los socios. Y eso representa un reconocimiento para Amat importante, porque valora una institución que proyectó e impulsó su admirado Jaume Vicens Vives. Amat, filólogo, crítico literario y ensayista, tiene ya algunas obras importantes a sus espaldas: Un país a l’ombra, sobre Vilaseva Marcet; El llarg procés, La primavera de Múnich, y Com una pàtria, la biografia de Josep Benet, el autor de la frase y de la idea de “un sol poble”. Amat tiene claro el principal problema ahora mismo en Cataluña, que vive, a su juicio, “una crisis de autoridad severa”, y reclama al independentismo que deje de mirar hacia el 1 de octubre y busque una salida posible y responsable, mirando al futuro.

--Pregunta: ¿Qué puede representar el pacto de la Diputación entre Junts per Catalunya y el PSC para el futuro de la política catalana?

--Respuesta: Refleja una batalla por el poder, que está presente desde hace años, y que me parece democráticamente necesaria. No me parece bien que se haya planteado una controversia casi en términos morales y de batalla nacional. Lo que ha considerado el presidente Torra me parece inadmisible. Lo que surge, con las disputas en el campo independentista, es una lucha por el poder y el problema es haber oscurecido esa batalla. Me parece sano que se haya producido ese acuerdo, porque se parece a la realidad de Cataluña.

--Una buena noticia, entonces.

--No me parece una mala noticia, aunque es evidente que desde la óptica de un independentista lo pueda ser, porque puede representar la pérdida de una plataforma de poder. Lo que me parece es una noticia normal. Se nos ha olvidado, después de todo lo que hemos vivido, que es importante asumir la complejidad, porque eso es bueno para la sociedad catalana. Es bueno ese tipo de pactos.

--¿Es abrir los ojos a una realidad que ya existía?

--Lo que parece claro es que si se quería llegar a Ítaca, lo que hemos constatado es que no hemos salido de casa. Estamos donde estábamos o peor. No es un diagnóstico de parte. Hay elementos para sostenerlo. Estamos peor en cuanto a la convivencia política, y peor respecto al autogobierno. El independentismo no ha asumido lo que ha ocurrido en el último año y medio, con resoluciones del Tribunal Constitucional, sobre el 155, o del Tribunal de Estrasburgo, sobre la petición de Carme Forcadell (en relación a la decisión del TC de suspender el pleno del Parlament del 9 de octubre de 2017). Es importante cómo hemos sido vistos a partir de esas decisiones judiciales. Sin asumir esas lecciones, seguiremos atrapados en el pasado, hasta que no tengamos sentencia y se sepa qué hacer después. Debemos dejar de mirar hacia atrás, para mirar hacia delante.

--¿Hasta que no haya elecciones?

--No, al margen de eso. La situación que pueda generar el pacto en la Diputación, debe llevar a una lectura constructiva sobre los errores y acuerdos. No se puede continuar anclados en el pasado. No sé si habrá o no elecciones, pero el problema es que no hay un proyecto de futuro.

--¿Y tras la sentencia? ¿Cómo debe ser aceptada?

--La sentencia, ¿cómo no la vas a aceptar? Podrá parecer injusta o no, ya lo veremos. No adelantemos nada. Pero todo pasa por pensar en los políticos presos. Y afecta a la política catalana, pero también a la política española. Está claro que Pedro Sánchez no ha podido ir más allá, por la cuestión catalana. Por tanto, tampoco no será fácil para la propia democracia española.

--¿Qué pasará con los políticos presos? ¿Es el problema central?

--Es un problema para todos, porque dificulta la gobernabilidad española. Las consecuencias judiciales serán también determinantes en la vida política española. Y el asunto de los presos, nos guste o no, será central en el futuro político de España.

Jordi Amat durante la entrevista en 'Crónica Global' / LENA PRIETO

Jordi Amat durante la entrevista en 'Crónica Global' / LENA PRIETO

--¿Cobrará la política el protagonismo tras las decisiones judiciales?

--Hay un nudo que no permite avanzar. Para muchos, la solución sería romper ese nudo que supone ese proceso judicial. Podrá haber una instrumentalización política severa de las sentencias, o una condena también contundente de toda acción política que pretenda deshacer ese nudo. Todos debemos ser conscientes de que debemos construir un horizonte mejor después de la sentencia. Otra cosa supondrá un empeoramiento.

--¿Hasta qué punto la figura de Carles Puigdemont distorsiona las posibles soluciones?, porque sigue siendo un referente.

-Es complicado responder a eso. En ocasiones Puigdemont parece ocupar el espacio central. En otras se difumina. Está claro que no ayuda a construir escenarios alternativos. Lo que intenta Artur Mas, con el objetivo de liberar ese espacio, no acaba de fructificar. Puigdemont está diciendo que él es la autoridad, y el grueso del movimiento lo apoya. Su fuerza ha sido la de mostrar la, a su juicio, arbitrariedad del Estado para debilitar al movimiento independentista, y eso ha sido premiado, como vimos en las elecciones europeas. Más que un político, es un símbolo. Y seguirá interviniendo.

--Después de la sentencia, o incluso antes, ¿qué papel debe realizar el catalanismo, que busca ser una cuña en ese bloque independentista?

--Lo primero que debemos hacer es aceptar que catalanismos hay muchos. Y deberíamos consensuar qué comparten esos catalanismos. Por una parte, es una etiqueta regalada por el unilateralismo a partidos que, objetivamente, son regionalistas. Y también hay sectores del independentismo que son claramente catalanistas. Durante muchos años el catalanismo consiguió sus objetivos, y tal vez el problema del catalanismo es que consiguió lo que pretendía. Lo que para mí tiene interés del catalanismo en relación al independentismo y al constitucionalismo estricto es que es un espacio donde el pluralismo es posible. Ha sido posible. A lo largo de la historia ha presentado cuestiones nucleares como la unidad civil. Ha apostado por la unidad civil de los catalanes, algo que una parte del independentismo no ha hecho. Y ha centrado su interés en el autogobierno y en el catalán como lengua gravitatoria. Creo que para el futuro de la sociedad catalana, todo eso debería seguir siendo central.

--¿Pero, puede en un nuevo pacto interno, ser el catalanismo otra vez un elemento central, como si se tratara de recuperar algo perdido?

--Se plantea un nuevo horizonte. Pero cuando la sociedad catalana ha podido elegir, siempre ha optado por un opción con esas características, representada por varios partidos. Sobre eso, ¿hay proyecto de futuro? Creo que sí, necesito creer que sí. Para una propuesta de futuro, para mi sociedad, creo que puede ser un camino, sabiendo que tenemos un problema grande con el pasado. Podemos convertirnos en estatuas de sal si se insiste en el 1 de octubre, o el 27 de octubre. Me parece mal hablar de golpe de Estado, de mandato democrático, de ho tornarem a fer, de ni oblit ni perdó. Hasta que todo eso no sea historia, y se mantenga como materia de vida, no habrá futuro.

Jordi Amat durante la entrevista en 'Crónica Global' / LENA PRIETO

Jordi Amat durante la entrevista en 'Crónica Global' / LENA PRIETO

--¿Y el PSOE puede ayudar? ¿El Estado en su conjunto?

--No es que pueda ayudar, es que debe ayudar. Si los catalanes somos españoles, es un problema y un reto para el Gobierno español. ¿Hay razones políticas objetivables que describan unas apuestas que puedan compensarse? Yo creo que sí. El documento de Pedralbes era un marco de mínimos interesante. Todo lo que se asumía es que era un problema que se debía resolver en el marco legal. Esa es la realidad. Tenemos un problema político, y un marco legal. Si hay unas determinadas demandas, deben ser escuchadas para no bloquear la política en España.

--¿Por un puro sentido práctico?

--Sí, no entiendo la política fuera de la aceptación del realismo. Hay un problema con la articulación del poder en España que afecta a Cataluña, como también a Valencia o Baleares. ¿Le interesa a España resolver esos problemas en territorios económicos tan potentes? Creo que la apuesta que se ha hecho es Madrid, como centro político y financiero. Y entiendo que es responsabilidad de España resolver eso, con un gobierno que trabaje para cambiar esa dinámica. Creo que es totalmente necesario.

--¿Eso sería importante para un viraje del independentismo?

--No lo sé. Creo que el independentismo más que un movimiento social, es un densísimo movimiento nacional. Los que militan no creo que dejen de votar opciones independentistas, y habrá fuerzas independentistas durante muchos años. ¿Es suficiente para romper un Estado? No, pero es que, además, no es la opción que interesa a los catalanes. Es equivocada. Es una respuesta antigua. Y lo que debemos hacer es poner en marcha un proyecto atractivo para muchos. El concepto de soberanía es equivocado, es algo fósil, apelar a la autodeterminación no sirve. Si hablamos en términos de poder, debemos hablar en términos de reparto del poder.

--¿Una apuesta diferente, basada en los multiniveles de poder, más allá de los debates sobre soberanía?

--Sí, creo que se puede establecer un cambio. Si la Generalitat apuesta por Barcelona, por el área metropolitana, por ejemplo, debe poder hablar con el resto de la geografía catalana, pero también con Valencia o con Francia. ¿Por qué no? El Estatut permite una política exterior, en términos económicos y culturales. No se trata de las embajadas para colocar a los amigos del procés, como dice Inés Arrimadas, o como también critica Josep Borrell. Se trata de utilizar la política, con el autogobierno, para mejorar, y para relacionarse también mejor con el Estado. En el contexto de una lógica global, tal y como va el mundo, es lo mejor que podemos hacer.

--¿Se debe establecer una crítica a la intelectualidad, por su discurso excesivamente historicista, sin plantear cosas como las que acaba de decir?

--Supongo que sí, pero uno de los éxitos del catalanismo ha tenido que ver con la catalanidad, que se ha perpetuado en el tiempo. Ha sido una apuesta atractiva. Y los intelectuales han tenido que ver con esa apuesta. La catalanidad se salvó y no necesitamos orbitar sobre ello. Ha habido una resiliencia cultural. Eso está salvado y ahora hay que mirar hacia delante.

Jordi Amat durante la entrevista en 'Crónica Global' / LENA PRIETO

Jordi Amat durante la entrevista en 'Crónica Global' / LENA PRIETO

--Usted formará ahora parte de la Junta del Círculo de Economía. ¿Qué papel debe ejercer el Círculo?

--Es un honor que Javier Faus me haya invitado a formar parte de la Junta. Veré cuál es mi responsabilidad, pero la voluntad es ser constructivo. Me ha gustado siempre el origen del Círculo, con Jaume Vicens Vives. Él se comprometió con la reestructuración de la nueva clase dirigente. Se dirige a los empresarios, y les pide una responsabilidad civil. Y actúan como lobby constructivo. Asumen el encargo. Me parece que ahora se debe y se puede actuar en esa misma línea, con una regeneración de la Junta, tal y como se ha planteado. Uno de los problemas del procés independentista es que ha destruido a una clase dirigente. Ha habido una descapitalización de las élites muy fuerte. Cataluña vive una crisis de autoridad muy severa. El presidente de la Generalitat no lidera; el Govern tiene una capacidad limitada y el Parlament no legisla. La densidad del movimiento independentista ha llevado a mucha gente a abdicar de su función. Y se debe generar una clase dirigente comprometida, para que tenga un proyecto y lo lleve adelante. Eso debe ejercerlo el Círculo de Economía.

--¿El Círculo puede ayudar a una salida posible?

--Me gusta la distinción de Raimon Obiols entre mejoradores y empeoradores, y los mejoradores se pueden concentrar en el Círculo. Se puede ejercer como interlocutor con agentes clave de la vida económica catalana y española. Y bien estará si se logra.

--¿Se puede distribuir los errores en Barcelona y Madrid en la misma medida? ¿O no es tan importante saber quién fue más responsable o menos para encontrar una salida?

--Importante sí es, en la medida que va a tener una importancia penal para algunos. Hay unos encarcelados y otros no. Recuerdo un comentario de Jorge Verstrynge cuando señaló que a Mariano Rajoy se le debería juzgar por su pasividad. No estoy capacitado para repartir responsabilidades, pero creo que todos actuaron mal. Y la Historia será dura con la clase dirigente. Desde el 1 de noviembre de 2015, con una resolución en el Parlament, se apuesta por una vía unilateral, que no debía eximir de responsabilidad al que no actúa. Creo que ahora convendría poner el contador a cero y que fuesen los historiadores los que nos cuenten que ocurrió. El relato compartido no es sobre el pasado. El relato es sobre el futuro.

--¿Se puede hablar de fractura social, del fin de la idea de un sol poble?

--¿Qué es la fractura social? ¿cómo se concreta? Hemos vivido una gran tensión, sí. ¿Hay posibilidad de vivir sin tensión cuando existe un conflicto? No, para nada. Pero debemos distinguir. Hay una polarización que tensa a la sociedad y que dificulta la gobernabilidad. Sin embargo, ¿se puede reducir sin afrontar el conflicto? Creo que no, que decir que existe esa fractura es escamotear el problema. Lo que no debería ocurrir es que esa polarización se enquiste en las instituciones, con escenas como las vividas en algunos ayuntamientos, pero no sólo en Cataluña, porque tampoco se pueden naturalizar pactos con la derecha extrema, que también pueden generar problemas convivenciales. No se puede cronificar la tensión. La salida pasa por el pacto entre bloques, porque debes gobernar con el otro, para poder gobernar para todos.

--¿Qué cree que ocurrió en la Cámara de Comercio de Barcelona?

--Ha sido un episodio muy interesante. La ANC es el lobby más potente del independentismo. Moviliza a mucha gente y de forma muy rápida. Y ha asumido que uno de los problemas del independentismo es la ocupación de escasas parcelas de poder. Tienen gente hábil con la idea de que la ruptura sea algo efectivo, y entienden que la mejor estrategia es debilitar algunos poderes, con campañas como la del consumo estratégico. Defienden una estrategia polarizadora, pero tiene su lógica. No engañan a nadie. Y pueden copar parcelas de poder, en la Cámara o en los sindicatos. Y no dejarán de hacerlo en otros poderes. Si el establishment no entiende que debe contar con el independentismo como interlocutor, entonces perderá, porque el independentismo tiene capacidad para ganar las batallas en las que se presente. Si quieres ganar, tienes que hacerlo bien. Y sólo se ganará al independentismo con alianzas entre independentistas y no independentistas, que entiendan que hay un problema político.