Farage sube como la espuma de sus cervezas y Taylor Swift baila fatal
Las elecciones generales al Gobierno de Reino Unido se celebrarán el 4 de julio. Según las estadísticas que esta semana publica The Economist, las posibilidades de los conservadores, que han estado dirigiendo el país desde hace 14 años, de mantenerse en el poder, son de menos del 1%. La campaña de los laboristas, calificando esos 14 años como “un permanente caos”, no exagera mucho.
La serenidad que ha intentado imponer Rishi Sunak en el partido no convence a los votantes. Pero lo que los torys no esperaban es que además irrumpiese en la competición el partido Reform UK (Reformar el Reino Unido) del populista radical Nigel Farage, uno de los mayores propagandistas del Brexit, popular gracias a sus sonrisas beocias con una pinta de cerveza en la mano. La semana pasada un sondeo de opinión pronosticaba que en los comicios superará al partido de Winston Churchill y Margaret Thatcher por un punto: 19% de las intenciones de voto.
Nigel Farage presentó el lunes el programa electoral de su partido. Promete reducir los impuestos y congelar “toda la inmigración no esencial”. La prensa nacional da su opinión sobre sus posibilidades. Según The Times, los votantes de Farage son “votantes de protesta”:
“Imponer un impuesto del 20% a los trabajadores inmigrantes, pagado por los empresarios, es tan poco realista como indeseable. Esto se aplica también al llamamiento de Farage a una ‘migración neta cero’. [...] Sin embargo, a muchos de esos votantes, los que no aceptarían votar a Sir Keir Starmer [el candidato laborista], no les importa que las sumas de Farage no cuadren. No le apoyan por su supuesta genialidad política, sino como verdugo de los conservadores que, según ellos, les han traicionado. El líder del Reform no necesita explicar sus promesas porque los votantes no esperan que las ponga en práctica. El suyo no es un proyecto de gobierno, sino un plan para la destrucción de sus rivales de la derecha”.
Sunak debería ser fiel a sí mismo y no intentar copiar a Farage, aconseja The Guardian: “Si hay una lección que aprender del ascenso de los políticos populistas, desde Johnson y Farage hasta la francesa Marine Le Pen y la italiana Giorgia Meloni, es que la simpatía auténtica funciona. [...] Dado el sistema británico de mayoría relativa, es improbable que el partido de Farage obtenga suficiente apoyo en los Comunes para ser algo más que una molestia pasajera para una oposición conservadora. No tendría éxito en un golpe de Estado por el liderazgo tory. Sunak puede ignorarlo. En cuanto a Starmer, Sunak debería tratarle con cortesía. No ganará nada haciendo lo que sus asesores parecen decirle que haga, que es actuar como el matón del colegio”.
Dinero ‘ruso’ para Ucrania
La otra noticia “bomba” –nunca mejor dicho– de la semana es el acuerdo de los líderes del G7, alcanzado en una cumbre en Italia, para conceder a Ucrania un préstamo de 50.000 millones de dólares con el fin de ayudarla a comprar armas y empezar a reconstruir las infraestructuras dañadas. El nuevo préstamo llega en un momento crucial de la guerra, cuando Rusia avanza en el campo de batalla…
¿Cómo hacer para que esa alta suma de dinero pese sobre las economías nacionales de los miembros de la Unión…? De la fortuna de reservas del Banco Central ruso inmovilizadas en bancos europeos desde el momento de la invasión de Ucrania.
Los principales países europeos, entre ellos Francia, se opusieron a la idea, temiendo que siente un precedente y provoque la fuga a terceros países de los capitales invertidos en Europa. Pero este dinero inmovilizado –casi 300.000 millones de dólares– genera intereses, entre 3.000 y 5.000 millones al año, que no pertenecen a Rusia y que, por tanto, servirán para reembolsar el préstamo del G7.
Rusia ha advertido de que la medida socavará aún más el sistema financiero mundial. De Standaard (diario belga de centroderecha) recuerda que, en efecto, “más de una vez se ha advertido de que confiscar este dinero podría costar caro. Todo el mundo no occidental podría perder la confianza en las instituciones financieras occidentales. Es un dilema terrible. La distorsión de la competencia por parte de la economía estatal china y la agresión rusa están obligando a la Unión Europea a tomar contramedidas que socavan los pilares sobre los que se asienta: el libre comercio y la seguridad jurídica”.
Sin embargo, la mayoría de la prensa valora positivamente la medida. Citaremos sólo el editorial de Pravda, periódico liberal de centroizquierda eslovaco: “No, esto no significa que queramos apoyar la guerra. Es una expresión de solidaridad y de profunda empatía humana, y demuestra que no estamos dispuestos a quedarnos de brazos cruzados viendo cómo el ejército ruso arrasa un país cuyos habitantes quieren volver a su vida cotidiana, pero que al mismo tiempo siguen defendiendo su patria porque son patriotas. [...] Debemos ser decisivos y creativos en nuestros esfuerzos para apoyar a Ucrania y poner fin a la guerra ilegal de Putin en este momento crítico. Un humanista no puede pensar de otro modo”.
La radio pública francesa France Inter sugiere que con estas decisiones el G7 pretende blindar Kiev adelantándose a la perspectiva de la irrupción de fuerzas políticas adversas en los Gobiernos de la UE y de Estados Unidos, representadas en Francia por la señora Le Pen y el señor Bardella, y en Estados Unidos por el posible regreso de Donald Trump al poder. Es lo que en medios internacionales se llama el “Trump-proofing”, es decir, la protección contra Trump. Todos los países europeos, y muchos no europeos, están comprometidos con el “Trump-proofing”, para minimizar el riesgo de un cambio de política exterior brutal en Washington en el caso de que el magnate vuelva a ocupar la presidencia de los Estados Unidos.
Arma letal contra Trump
El más comprometido con el “Trump-proofing” es, por supuesto, el partido Demócrata de Biden. Las elecciones no tendrán lugar hasta el próximo mes de noviembre, pero la campaña electoral en Estados Unidos es muy larga, los debates públicos están próximos, y según el Herald Tribune los demócratas han constatado, contra lo que hasta hace poco creían y gracias a los sondeos de opinión, que la reciente condena del expresidente en los tribunales por falsear sus cuentas en un intento –a la postre se demostró vano– de comprar el silencio de una prostituta cuyos servicios requirió es un argumento de lo más convincente para decantar a los indecisos a que por lo menos no voten a Trump. La discreción demócrata sobre este asunto puede ser elegante, pero no da votos, y las cifras de los sondeos son muy elocuentes; de manera que El Donald puede esperar un tratamiento parecido al que sufrió el presidente Clinton a cuenta de unos escarceos sexuales con su becaria. Sólo que Trump ya está condenado ante los tribunales, y por un asunto mucho más turbio e impresentable.
Ayudará también a la campaña del poco estimulante Biden el hecho de que los jueces acaban de asestar un buen golpe al mayor propagador de fake news del país. Según informa Elizabeth Williamson desde The New York Times, “un juez de quiebras de Houston ordenó el viernes la liquidación y venta de los bienes personales del teórico de la conspiración de Infowars Alex Jones, y la distribución de los beneficios entre las familias de Sandy Hook. Pero el juez libró al Sr. Jones de tener que cerrar su imperio empresarial Infowars”.
“Las estimaciones de los tribunales sitúan el valor de los bienes personales de Jones en menos de cinco millones de dólares”.
“La decisión del juez se produjo casi una docena de años después de que 20 alumnos de primer grado y seis educadores murieran en el tiroteo de la escuela primaria Sandy Hook de Newtown, Connecticut, en diciembre de 2012. Jones pasó años predicando que la masacre fue un engaño destinado a confiscar las armas de fuego de los estadounidenses, y que las familias de las víctimas eran actores cómplices del complot. Las familias sufrieron abusos en internet, enfrentamientos personales y amenazas de muerte por parte de personas que creían en la teoría de la conspiración”.
Jones ha promovido teorías conspirativas según las cuales el Gobierno de Estados Unidos inventó la masacre de 2012 en la escuela primaria Sandy Hook, el atentado de 1995 en Oklahoma City, los atentados del 11 de septiembre y el alunizaje de 1969. Según postula, varios Gobiernos y grandes empresas se han confabulado para crear un “Nuevo Orden Mundial” a través de “crisis económicas fabricadas, tecnología de vigilancia sofisticada y –sobre todo– ataques terroristas de falsa bandera que alimentan una histeria explotable”.
Y eso es todo por hoy. Si acaso, cabe añadir que X ha confirmado estos días que la cantante más famosa del mundo, Taylor Swift, no sólo no tiene ni una sola canción memorable, y no sólo es la versión norteamericana de la fea tendencia del kiss and tell (besa y cuéntalo) que tan lamentablemente abanderaron en España Julio Iglesias, Isabel Pantoja y Rocío Jurado, sino que baila francamente mal.