La desconfianza enmaraña un pacto entre Maragall y Colau
El entorno directo de la alcaldesa de Barcelona presiona para un acuerdo alternativo con Collboni y el apoyo de Valls, pero las bases decidirán
4 junio, 2019 00:00Alta tensión en las negociaciones para formar gobierno municipal en Barcelona. ERC, ganador de las elecciones municipales del 26 de mayo en la ciudad condal con Ernest Maragall al frente, inicia esta semana una mesa bilateral con Barcelona en Comú (BComú), el partido de Ada Colau, aún alcaldesa. En paralelo, BComú se sentará a negociar con el PSC de Jaume Collboni. Todo ello con las espadas en todo lo alto y una corriente de fondo: Esquerra y los comunes desconfían el uno del otro, lo que obstaculiza un pacto.
¿Ejemplos? Los dardos que se lanzaron ayer la primera y segunda fuerza en los comicios locales. Si bien en un principio republicanos y la confluencia de izquierdas parecían condenados a entenderse (ambos presentan diez concejales y les separan apenas 4.800 votos), los contactos se han enredado. Hay frialdad extrema entre ambos en público y, menos aún, ganas de pactar. Janet Sanz verbalizó ayer lunes este malestar reprochando a Maragall que haya entregado ya un documento de pacto a Elsa Artadi, de Junts per Catalunya (JxCat). El independentista, a su vez, se vengó filtrando a la prensa afín que había invitado a Collboni a negociar cara a cara. El socialista no picó y rechazó.
Lo que hay en juego
Todo ello son codazos antes de que arranquen las negociaciones formales esta semana. Así las describió ayer Jaume Collboni, candidato del PSC. Las conversaciones bilaterales empezarán entre un ruido ensordecedor. La gesticulación es constante y cuesta diferenciar lo sustantivo de la jugada política de corto alcance. Algunas claves están claras. Una, que ERC y BComú no se tragan. Dos, que el pacto se antoja más fácil entre el PSC y los comunes. De hecho, Colau y Collboni ya gobernaron juntos la pasada legislatura. Aunque terminó mal, con las bases de BComú expulsando a los socialistas del gobierno municipal tras la aplicación del artículo 155 en Cataluña, se conocen. Y ahora el tablero ha cambiado. Hay algo más en juego: completar todo lo iniciado durante el mandato anterior. O, en otras palabras, en los comunes pesa más la gestión y menos la ideología. Sin olvidar que Barcelona es la mayor pieza que pueden cazar en Cataluña y casi la única, pues en el resto del área metropolitana el huracán socialista ha barrido a las confluencias de izquierdas. Fuera de la conurbación son irrelevantes.
Otra de las claves necesarias para estos días de comparecencias al dictado de los aparatos del partido es que no solo está Barcelona en juego. En los pactos que salgan de esta semana --y que sirvan para elegir alcalde o alcaldesa en el pleno del próximo 15 de junio-- también se juega la Diputación de Barcelona y el Área Metropolitana de Barcelona (AMB). Aunque todos los partidos defienden en público la autonomía de Barcelona, en privado las cosas cambian. PSC y ERC obran en poder de 16 actas cada uno en la colosal institución supramunicipal --955 millones de euros de presupuesto para 2019--. Junts per Catalunya (JxCat), que hasta ahora presidía, ha caído a siete. Menos de la mitad que en 2015. El espacio de los comunes ha retrocedido dos sillas de las 51 totales. Algo similar ocurre con el Área Metropolitana de Barcelona (AMB). Lo preside el munícipe de Barcelona y gestiona un presupuesto de 1.794 millones de euros. Esta institución, capitaneada hasta ahora por Ada Colau, ha servido como trampolín a BComú para librar algunas de sus batallas ideológicas, como la gestión del agua o la sobreprotección al taxi en detrimento de Uber y Cabify.
El entorno de Colau presiona para la 'operación Valls'
En teoría, este escenario de negociaciones cruzadas penaliza a BComú, que tiene poco que ofrecer al resto de partidos. Por contra, Colau y los suyos sí tienen un as en la manga en las bilaterales de esta semana: son el único partido capaz de evitar que los independentistas irrumpan en el gobierno de la capital catalana. No es un activo menor. Gobernar la ciudad condal permitiría a Maragall y los suyos dedicarse en cuerpo y alma al hipersimbolismo independentista. Lo dijo el propio Maragall en campaña: Barcelona como embrión de la nonata república catalana. Ello asusta, y mucho, en algunos círculos. Está aún fresca la victoria de la candidatura Eines de País --esponsorizada por la Assemblea Nacional Catalana (ANC)-- en la Cámara de Comercio de Barcelona. El ente cameral maneja un presupuesto anual de 20 millones de euros y participaciones en Fira de Barcelona o Barcelona Turisme. El Ayuntamiento de Barcelona declaró unas cuentas --prorrogadas-- de 2.645 millones para este ejercicio.
Con esta carta en juego, los comunes presionan. Lo hacen por vía de Adrià Alemany, marido de Ada Colau y alma mater de los comunes. El también economista de formación se esmera en tratar de que cristalice la llamada operación Valls. Dicho movimiento de tablero consiste en cortocircuitar un pacto BComú-ERC mediante una jugada de pizarrín. Valls, político bregado en mil batallas, anunció que apoyaría la investidura de Ada Colau a cambio de nada para evitar que la segunda mayor ciudad española caiga en las manos de los secesionistas. Jaume Collboni (PSC) se avino también a facilitar la investidura de Colau. Ayer lo confirmó avanzando que iniciaba una mesa bilateral con el partido de la aún alcaldesa. Su objetivo, un "gobierno de progreso" con 18 ediles (10 de BComú y 8 del PSC) que se impulse en los 6 de Valls el 15J para desplazar a Ernest Maragall de la alcaldía.
La llave de judo de Manuel Valls ha atrapado a BComú, que se quema atrapada en contradicciones. Mantener la alcaldía significa aceptar los votos de Barcelona pel Canvi-Ciutadans. Janet Sanz, hasta ahora teniente de alcalde, trató ayer de ganar oxígeno acusando a ERC de negociar en privado con el centroderecha de Junts per Catalunya. Ganó Sanz unas horas, pero ello no resolverá la cuestión principal: ¿qué precio está dispuesta a pagar Colau para volver a coger la vara de mando el 15J? Su marido, Alemany, lo tiene claro. Y así lo expresa telefónicamente a quien quiera escucharle. Se encuentra el todopoderoso Alemany con una cortapisa: como con el PSC en 2017, decidirán las bases de BComú. Aunque fuentes consultadas por este medio aseguran que esa "terapia interna" que realiza el dirigente de los comunes sobre la necesidad de un apoyo de Valls como mal menor "está obteniendo buenos resultados".
Maragall divide
En cualquier caso, a horas de que arranquen las dos mesas bilaterales (no mezcladas por los vetos mutuos) entre ERC y BComú y BComú y PSC, hay otro elemento a tener en cuenta. Una ERC al frente de la alcaldía es un trágala para muchos, y no solo por el hecho de ser independentista. La figura de Ernest Maragall no ayuda a sumar. El hermano del exalcalde y expresidente de la Generalitat de Cataluña no tiene el magnetismo de su predecesor. No han empezado las negociaciones para elegir alcalde y ya se ha enfrentado dos veces con Ada Colau, al asegurar que ésta ya había pactado cederle la alcaldía y al visitar a Joaquim Forn, cabeza de cartel de JxCat, con Elsa Artadi, número dos del político preso. Ha cambiado también Maragall de prioridades. Aseguró primero que quería gobernar en solitario para después rectificar e insistir en un pacto entre ERC, BComú y JxCat. Un acuerdo que pocos se creen. Ni de cara al electorado ni como medida de presión.
En el campo socialista aún hay menos dudas. Con Maragall, nada. El ahora alcaldable lo fue todo con el PSC hasta 2012, cuando abandonó el partido en octubre de aquel año para crear Nova Esquerra Catalana (NEC). Dos años después ya concurría a las elecciones europeas con ERC. La herida que ha dejado el político en el PSC es profunda. Cuenta no obstante el aspirante a primer edil con una carta que puede dejar en nada la inquina que le profesan, en menor o mayor gradación, los partidos de la oposición: no debe hacer nada. Si BComú, y, más concretamente, Colau y su marido, no aceptan los votos de Manuel Valls de cara al 15 de junio, ningún otro candidato sumaría los 21 ediles que dan la mayoría absoluta. El desacuerdo entre los rivales pondría en bandeja la alcaldía a Maragall. Lo haría con diez concejales. Uno menos que el número de ediles con el que gobernó Colau de 2015 a 2019.