Bienvenidos al tercer día seguido de test de antígenos del fin de semana navideño. La prueba de que aquí celebramos incluso en los escenarios menos halagüeños. Los que implican escupir o meter un palito por la nariz antes de entrar en casa tus familiares o de los amigos más próximos mientras en la mesa se discute si los reyes, además de regalos, traerán un nuevo confinamiento.

Se llega al tercer acto de la celebración, Sant Esteve, con una situación epidemiológica que no es para tirar cohetes. De nuevo, el sistema sanitario está al límite por, de nuevo, falta de manos y el cansancio de los llamados médicos de a pie. Especialmente los de atención primaria, ya que la situación en los hospitales es aún sostenida.

Es el primer batallón de la salud pública los que se han visto un desbordados ante una nueva oleada de coronavirus. Ya está probado que la variante ómicron se propaga mucho más rápido y que la vacuna propicia que se pase el Covid como una gripe especialmente molesta. El problema es que aún hay demasiada gente sin inmunizar por el miedo que despiertan las vacunas y por la falta de confianza que se cocina desde hace años contra los gobiernos y que ahora también se traslada a la ciencia.

La desazón es comprensible si se tiene en cuenta, por ejemplo, que el Govern aprovechó el anuncio de unas restricciones que parecen lógicas a pesar del daño económico que comportan --merece un debate a parte la facilidad con la que se limitan derechos fundamentales con iniciativas como el toque de queda-- para arremeter contra el Gobierno. Algo que ha repetido en los días siguientes y que implica recorrer a un politiqueo que solo carga de argumentos a los que recelan de la Administración Pública en general.

Para aportar una nota de optimismo, cabe recordar que hemos llegado a Navidad con los Presupuestos Generales del Estado más que enfocados, las cuentas públicas de la Generalitat bendecidas por la mayoría del Parlament y con un acuerdo laboral que sí, que es de mínimos, pero implica renovar el contrato social del mercado del trabajo. Además, no es nada menor que en el hemiciclo catalán se ha llegado a un pacto que rompe la política de bloques que se instauró al inicio del procés y da avisos de que en el futuro esta división tan profunda se puede romper cuando haya acuerdo más allá de los apriorismos.

Por todo ello, ¡bon Sant Esteve!