La campaña electoral tendrá en esta ocasión mucho peso en Cataluña. El pescado no está todo vendido y, tal y como queda claro en la encuesta que publicamos en Crónica Global este domingo, el futuro político del territorio en mayúsculas se determinará por la mínima.
Los catalanes llevamos anclados en la última década en un sinfín de momentos históricos. Es cierto que el mundo nos ha mirado en varias ocasiones en el largo camino del procés, pero no siempre con la grandeur que dibujan los relatos secesionistas. Las cifras hablan por sí mismas y, en la fotografía final, Cataluña está peor ahora que al inicio del envite, y no precisamente por culpa del cajón de sastre que supone la excusa perenne del Madrid ens roba.
En este tiempo también hemos vivido varias elecciones de caixa o faixa. El resultado siempre ha sido el mismo: los constitucionalistas ganan el pulso --Cs lo hizo en el momento de mayor tensión, en 2017, y después el PSC de Salvador Illa--, pero nunca han contado con los apoyos necesarios para entrar en el Palau de la Generalitat. Junts, ERC y la CUP se odian, pero al final siempre consiguen sellar una alianza para consolidarse en el poder.
Carles Puigdemont insiste en mantener la tensión de unos nuevos comicios plebiscitarios. Plantea la votación como el cara a cara que Illa y él mantendrán; es el mejor escenario para intentar llegar a los 68 votos que le facilitarían la investidura y nos ahorrarían ver si pone en marcha un nuevo ejercicio de trilerismo para continuar en la política activa ya que, según sus declaraciones, ni siquiera se plantea pasar a una segunda línea discreta.
Y, para añadir más épica al asunto, es Girona la provincia que tiene el poder de definir cuál es el próximo capítulo de la historia política de Cataluña. La zona cero de Puigdemont es la que decide si repetimos otra legislatura de posprocés o cerramos de forma definitiva este escenario. Salvador Illa ya se ha presentado como el primer presidenciable no nacionalista en 10 años ante lo más granado de la sociedad civil. En un escenario sin siglas del partido, el líder del PSC se comprometió a tener altura de miras y conformar un Govern más allá de los partidismos.
En cuanto a Puigdemont, su propuesta para sumar votos es la de continuar, esta vez sí, con el envite final y ejecutar la ruptura con España que él mismo interrumpió en 2017. Tras los indultos y la amnistía, busca repetir en plaza Sant Jaume con un menú idéntico, pero cargado de más épica que nunca.
Pero el pulso que se deberá tener en el radar es el que protagonizarán Sílvia Paneque (PSC), que llega a los comicios como vencedora de las municipales en la capital provincial --no consiguió la alcaldía por un pacto independentista que ha dejado la primera silla de la ciudad a la CUP--; con la republicana Laia Cañigueral y Salvador Vergés, una persona de la más estricta confianza de Puigdemont.
Y con atención a una cuarta protagonista, la ultra Sílvia Orriols. Es también en Girona, donde su partido sale a la carrera al Parlament con menos ventaja, y por eso ha sido ella la que se sitúa como cabeza de lista de Aliança Catalana por la demarcación. Si algo hay en Girona son votantes independentistas, y la alcaldesa de Ripoll se empleará a fondo para convencer que su defensa del estado catalán es más de fiar que todas las promesas que lance el de Amer.
En el camino hasta las urnas lo importante ya no es tanto convencer con propuestas más o menos novedosas, defender bien la portería y no meter la pata. Al final, el sentido de la próxima legislatura en Cataluña está en manos de un puñado de votos.