¿Dónde está la bolita? ¿Aquí?, ¿o aquí? La Generalitat vuelve a recurrir a números circenses para esquivar la sentencia judicial que acaba con la inmersión lingüística. Los argumentos de las últimas horas esgrimidos por la portavoz y el consejero de Educación vienen a confirmar las sospechas de que la intención es desobedecer la orden de los tribunales que impone el bilingüismo en la escuela, dado que los responsables de asegurar la igualdad del catalán y del castellano en las aulas son ¿incapaces? de hacerlo. 

La sentencia del TSJC es clara: fija en un mínimo del 25% las materias troncales que hay que impartir en castellano en las escuelas. “Pero, hombre, señor juez, es que usted ha tomado esa decisión basándose en una ley que ya no existe, porque nos hemos sacado otra de la manga con el fin de esquivar esa sentencia, que queda en papel mojado”, sostienen los fanáticos. Un poquito de paripé, algo más de postureo para que parezca que se obedece, pero no mucho, y a seguir. ¡Si es que no nos merecemos a unos gobernantes tan astutos! Total, que tocará seguir peleando, volver a los juzgados… nadie dijo que fuera fácil. Y ya sabemos que el independentismo es muy hábil en eso de ganar tiempo.

Para el Govern no hay porcentajes que valgan en la escuela catalana --que insiste en defender como un modelo de éxito y cohesión, por bien que el mismo consejero de Educación, Josep González Cambray, lleva a sus hijas a un centro concertado plurilingüe--, entre otras cosas porque “ya no existen asignaturas como tal” (oooolé), según defiende el secretario de Política Lingüística. A eso se agarran para defender que el 25% en español no tiene cabida, que no se puede fijar como tal. Ya con las caretas fuera, la novedad es que el Ejecutivo autonómico ha solicitado al TSJC la imposibilidad de ejecutar la sentencia.

Pero una de las afirmaciones más llamativas de los políticos independentistas es que, con la nueva ley --que mantiene el castellano como una lengua extranjera, al menos en su denominación--, se asegura que todos los alumnos terminarán su etapa educativa con pleno dominio oral y escrito del catalán y del castellano… ¿Son malos comunicando o es que realmente asumen que, hasta ahora, y 40 años llevamos, no era así? De todos modos, nadie está contento con estos cambios lingüísticos: unos, porque los consideran una triquiñuela para desobedecer; otros, porque entienden que se acepta un supuesto ataque judicial al catalán. En fin. Más lío, por si no tuviéramos pocas preocupaciones.

En mitad de esto, aparecen los oportunistas de turno para pedir un poquito de atención, que tras el confinamiento están faltos de cariño. Por un lado, unos activistas --encapuchados, como buenos superhéroes de la patria-- dinamitan las clases en la UPF contra el 25% en castellano --a pesar de que la sentencia del TSJC no repercute en las universidades, un ámbito, de hecho, en el que el Govern sí fija como objetivo alcanzar una cuota del 80% en catalán--. Por el otro, unos hombres que se ponen en huelguita de hambre por la lengua, aunque, la verdad, es que no aguantan mucho. Uno duró dos días; otro, ocho, y ahora se ha sumado un tercero en busca de un minuto mediático.