Hemos disfrutado con el juego de la selección en esta Eurocopa y con el merecido triunfo de los Olmo, Lamine, Nico, Laporte, Rodri, Cucurella y compañía, comandados por el imbatible De la Fuente. Es el equipo que ha jugado mejor y, esta vez, el fútbol ha sido justo. Cabe añadir que la Roja ha conquistado tres de los últimos cinco campeonatos europeos de la UEFA (2008, 2012, 2024), a los que hay que añadir el de 1964 con el mítico gol de Marcelino. Ningún otro país tiene tantos. Son buenos momentos para el balompié patrio a pesar de los escándalos en el ente federativo.

Pero este feliz premio, que ha ilusionado y unido a tanta gente y ha llevado la felicidad a muchos rincones con la falta que hace –atentos al baby boom, muy necesario, que se avecina para abril–, llega en mal momento, si es que hay momento malo para celebrar cualquier cosa. Porque la cuarta Eurocopa da todo el sentido a la milenaria frase pan y circo, de un tiempo a esta parte actualizada como pan y fútbol. Esto es, mientras el pueblo tenga comida y entretenimiento, vale todo lo demás. Y no estamos para tirar cohetes.

España ha ganado la Eurocopa en uno de los momentos más delicados y vergonzosos de la historia de este país, porque los políticos hacen y deshacen a su antojo en busca del beneficio personal. La cuarta llega en mitad del escándalo de la amnistía, de la no menos grave situación judicial de los ERE de Andalucía, del caso Koldo, de las trapisondas de Begoña, de las cesiones en general a los nacionalismos... y con las riñas habituales en el Congreso de los Diputados, que ha dejado de ser lugar de diálogo para convertirse en ring. Y la gente traga. Total, mientras le prometan una rebaja de la jornada laboral y gane España, como si nos invaden los extraterrestres. Es evidente que son mayoría los que prefieren un país así.

A fin de cuentas, estamos viviendo una dolorosa etapa en la que se priman las libertades individuales sobre el bien colectivo, lo que se traduce en que todo el mundo puede hacer lo que le dé la gana sin importar el conjunto. Los políticos marcan el camino. No importa la convivencia, no importan unas mínimas reglas. Solo vale el yo. Por el contrario, la selección enseña que en el grupo está la fuerza, y con ese mensaje debemos quedarnos. Que el perfume de la Roja no tape el olor a estiércol que nos rodea, aunque algunos utilicen este triunfo para tapar sus corruptelas. Para colmo, qué bien les viene ahora el frío saludo de Dani Carvajal a Pedro Sánchez para seguir haciendo ruido.