Llega el calor, son tiempos de vacaciones, aunque el asueto se está desestacionalizando. Ahora, para bien o para mal, hay actividades turísticas todo el año en casi todos los lugares conocidos y desconocidos. Cercanos y lejanos. Todo el mundo se puede permitir una escapada, ya sea a la otra punta del mundo o a la comarca vecina para realizar una ruta guiada por la naturaleza o por la ciudad, un signo de que el teórico mundo desarrollado vive el mejor momento de su historia, con las necesidades básicas más que cubiertas en líneas generales.
El turismo, a fin de cuentas, hace unos años que dejó de ser cosa de privilegiados y aventureros y se transformó en una alternativa más de ocio. Los viajes, como gusta decir en estos tiempos sobre cualquier cuestión que pasa a estar al alcance de la mayoría, se democratizaron. Sobre todo, los vuelos. Las compañías low cost llegaron para permitir que muchos abandonaran su sendentarismo y su vida monótona por unos días y pudieran conocer lugares que nunca imaginaron sin necesidad de hipotecarse. Se han dado casos en los que las aerolíneas han pagado a los pasajeros para llevarlos. Increíble.
Ahora bien, esta democratización del turismo, sin aparente vuelta atrás, esconde una vertiente perversa: los mismos que disfrutan del lujo –por más barato que sea, viajar por placer es un lujo– de marchar a otros países o rincones por cuatro duros son lo que, con sus escapadas culturales, gastronómicas, de naturaleza o de borrachera, son los mismos que lo encarecen todo allá por donde van. Como la vivienda. Si ya hay poca oferta en las ciudades, esta se reduce cuando los propietarios la destinan a los turistas, que además pagan más por la estancia que lo que abonaría un residente de larga duración, de modo que suben los precios.
Vamos, que el turismo es el nuevo pan y circo. Se da a los pobres la opción de viajar mientras se los usa como excusa del encarecimiento de todo, con lo cual, no llegan a final de mes, pero ahogan las penas con esa escapada anual. Es todo muy siniestro y, si ha salido de alguna mente, si es planificado, es una jugada maestra de los de siempre... aunque cabe la posibilidad de que sea una dinámica imprevista. De todos modos, nunca hay que olvidar que hay mucho listo y aprovechado en el mundo. Pero a ver quién se atreve a meter mano en este sector capital para nuestra economía.