La política española se ha instaurado en la campaña permanente motivada, en gran medida, por los avances electorales constantes y la volatilidad de los pactos entre partidos para sacar adelante legislaturas de coalición. Aun así, esta cualidad no es exclusiva de los partidos que intentan arañar votos y mantener (o tomar) el sillón de mando en cada uno de sus gestos y proyectos. Los agentes sociales también han empezado a trazar sus estrategias ante lo que les espera los próximos meses.

Más allá de los grandes retos pendientes de la negociación colectiva --reeditar el pacto de los salarios es el principal de ellos--, la llegada del buen tiempo implicará dar el disparo de salida de una retahíla de elecciones que afecta a las patronales y sindicatos más representativos del país.

En Foment del Treball se espera que su presidente, Josep Sánchez Llibre, reedite el cargo de forma tranquila en el entorno del verano. El empresario ya ha manifestado en varias ocasiones su intención de seguir en la patronal catalana y el grueso de la organización lo avala de forma abierta, pocas sorpresas se esperan en la institución empresarial de Via Laietana.

Esta renovación continuista será la antesala de los movimientos que se den a nivel estatal. Los cambios en CEOE pueden venir a finales de año. Hasta la firma del acuerdo laboral, se esperaba que su presidente, Antonio Garamendi, también tuviera el camino allanado para su segundo (y último) mandato. Pero la forma como gestionó la negociación con el Gobierno y los sindicatos ha generado un malestar interno que deja su figura tocada en el peor momento posible.

El ejecutivo vasco deberá ganarse de nuevo la confianza de los empresarios que configuran las organizaciones sectoriales y territoriales con mayor peso del país, las mismas que criticaron su falta de transparencia en el debate y haber asumido un cambio de calado, no llega a ser una derogación total de la reforma laboral del PP, sin conocer la letra pequeña.

Los comicios están previstos para finales de año y el presidente y su equipo de confianza han empezado a hacer gestos para enmendar lo que desde su entorno se tilda como un simple error de comunicación interna. El primer guiño a los críticos es asegurar que retirarán su visto bueno a la nueva normativa si se cambia una coma del texto final en el Congreso. Algo que, a todas luces, ocurrirá sí o sí en el trámite parlamentario porque el Gobierno está en minoría y debe negociar los apoyos necesarios de otras formaciones.

Con todo, este plante de CEOE en tiempo de descuento es arriesgado y puede dar la puntilla a la etapa Garamendi. Incluso Foment del Treball, que se abstuvo de apoyar el acuerdo laboral (lo más parecido a un mohín en lenguaje patronal), ha anunciado que se empleará a fondo para que el PSOE y Podemos consigan los apoyos necesarios en la Cámara Baja. En este caso, se aplica la teoría de que más vale malo conocido que bueno por conocer.

Garamendi ahora tiene el reto de ser hábil en el debate de los salarios --partiendo de la base de que incluso sus críticos aceptan que se debe incrementar el poder adquisitivo para que la economía mejore-- y evitar nuevos roces internos. Lo que le puede salvar de ser presidente de CEOE tan solo cuatro años es que no existe un relevo claro. Los empresarios miran al presidente de Cepyme, Gerardo Cuerva, cuyas relaciones con el ejecutivo vasco son más que mejorables. Con todo, él también está pendiente de si reedita o no su cargo en la patronal de pymes.

Los sindicatos también acusan la falta de cuadros preparados para recoger el testigo a los líderes actuales. Esa realidad que se reconoce incluso desde los secretariados nacionales inquieta a las puertas del reguero de comicios base en que se medirá de nuevo el poder de cada organización. Es decir, su representatividad.

Si en el mundo patronal la representatividad se fija a menudo a las puertas de los tribunales, el peso de los representantes de los trabajadores en la concertación social es un reflejo exacto del número de delegados que consiguen en las elecciones que se celebran en todas las empresas del territorio, sean del perfil que sean. Y estos comicios se iniciarán en septiembre de 2022 y se prolongarán hasta diciembre de 2023.

Se esperan con especial inquietud, con mayor o menor optimismo según cada uno, por la imagen final que reflejarán. CCOO de Cataluña tomó mucha ventaja respecto a UGT en las últimas elecciones, por lo que ahora se sabrá si esta diferencia se consolida o no. Y esto se toma como un examen a los liderazgos de cada organización.

El de Javier Pacheco es incontestable y ya son muchos los que aseguran que relevará a Unai Sordo en el secretariado confederal cuando este llegue al límite de sus mandatos. A nivel interno no tiene rival y ha conseguido que el sector crítico, que siempre ha estado presente en CCOO de Cataluña, se vea reducido a la mínima expresión.

En cuanto a UGT, la dupla Camil Ros y Matías Carnero hacen frente a una nueva oleada de elecciones sindicales sin haber solucionado los problemas internos de la institución. Solo Carnero puede sacar pecho de liderar una macrofederación sin luchas entre sectores de actividad, en gran medida porque Seat representa el 30% de los afiliados de industria y es de las pocas empresas que aún consigue afiliados jóvenes. Ya que una de las grandes lacras de la organización es la elevada media de edad de sus asociados.

El presidente del consejo de administración de Seat (y miembro del consejo de supervisión de Volkswagen) hará frente al último de sus mandatos posibles en el grupo con la vista puesta en que las factorías del país sobrevivan al profundo cambio que se espera en la automoción sin dejarse por el camino miles de empleados. No es una tarea menor y si nunca fue demasiado intervencionista en la gobernanza de la UGT, ahora se le espera menos que nunca. Con todo, se prevé que los futuros líderes del sindicato salgan de su entorno más cercano.

En cuanto a las federaciones del sector público y privado, son campos de batalla. Especialmente en esta última, donde sus ejecutivos mantienen desde hace años una guerra abierta que no tiene visos de resolverse. Los propios dirigentes reconocen que este conflicto les hace perder delegados.

No será hasta diciembre de 2023 cuando se haga el recuento final de daños. También entonces conocerá la fuerza real de las organizaciones que nacieron con banderas políticas en el procés, básicamente la independentista Intersindical-CSC, pasado el momento álgido del pulso político independentista.

Por todo ello, bienvenidos al año de la gran precampaña.