Los catalanes completarán un ciclo electoral completo en tan sólo 11 meses. El lunes 10 de junio, habrán sido llamados a las urnas para decidir cómo se conforman las Cortes Generales, su ayuntamiento y el resto de órganos supramunicipales, el Parlament y la Eurocámara, un récord que sólo igualarán los vascos. Y es posible que se supere si las autonómicas del 12 de mayo dejan una Cámara catalana tan atomizada que el pacto de investidura es imposible. Llegado a este escenario, la vuelta al cole también implicaría prepararse para una repetición de las autonómicas.

El repaso de esta electoralitis es la mejor muestra del absurdo en el que está instaurado el territorio. Las carencias en la gestión son evidentes, sólo cabe recordar que la mayoría de la población de Cataluña está en emergencia por sequía porque no se ha pensado en mejorar los recursos hídricos del territorio en más de 10 años; y cada semana que pasa al Govern, incluso en funciones, le aparecen nuevos jardines que se le hace cuesta arriba cultivar. El último, la protesta de los funcionarios de prisiones tras la muerte de la cocinera de la cárcel de Mas d’Enric a manos de un reo.

Con este escenario, el presidente en funciones, Pere Aragonès, intenta llevar los comicios al terreno identitario. Es allí donde se sienten cómodos, la política que se ha practicado durante la última década y que explica la situación que vive Cataluña. Entre otras cuestiones, la inversión extranjera aún no se ha recuperado desde la declaración de independencia simbólica.

ERC ha recuperado el discurso del déficit fiscal. Mañana Aragonès y la consejera de Economía, Natàlia Mas, irán al Colegio de Economistas de Barcelona para intentar ganar adeptos a sus tesis económicas que no sólo buscan volver a la pantalla cero del procés, sino que también son la fórmula con la que intentan marcar distancias de Junts. Y recuperar el Madrid ens roba no será la única bandera en campaña, en el último barómetro del CEO ya fue un revival de la demanda del derecho a decidir.

Pedir un referéndum sabe a poco en la bancada neoconvergente. Carles Puigdemont ya ha confirmado desde Francia que encabezará la lista de Junts del 12M y ha prometido que regresará a Cataluña si es investido president. Volverá, aunque la ley de amnistía esté en los días finales de su tramitación y aún no haya sido formalmente aprobada.

Si consigue la victoria electoral, entrará en el Parlament por la puerta grande. Pero sólo para ser ungido como presidente de la Generalitat. El discurso ante sus fieles fue claro: no regresará para sentarse en los escaños de la oposición. Junts espera no sólo convertirse en la primera fuerza independentista por delante de ERC, sino que este espacio consiga los apoyos necesarios en las urnas para evitar la presidencia de Salvador Illa. Y, para ello, juega la carta de la restitución completa de Puigdemont para ahuyentar el fantasma de una abstención que, de bien seguro, será acusada.

Ni eso le sirve para librarse de la acusación de botifler que hace tiempo que luce su eterno rival, Oriol Junqueras. Como le ha recordado la independentista de ultraderecha Sílvia Orriols (Aliança Catalana) esta semana, sólo la irrupción de su formación implicará la “irrupción del verdadero independentismo” para los guardianes de las esencias. Y Junts invistió a Pedro Sánchez, los pecados no se perdonan.

Es muy posible que, en la próxima legislatura, Cataluña también sea el territorio que cuente con dos partidos de ultraderecha en su Parlament. Otro hito.

Pero ¿qué les interesa de verdad a los catalanes? El mismo barómetro del CEO lo deja claro: el 85% de ellos consume información respecto al cambio climático; otro 83% busca información sobre seguridad ciudadana; el 81% de la Economía; el 79% de guerras y otras cuestiones de índole internacional; y el 77% de las novedades respecto al derecho a la vivienda.

Sólo el 66% de las 2.000 encuestas del CEO se muestran mucho o bastante interesadas en las informaciones respecto a las relaciones entre Cataluña y España. La rueda de hámster eterna que no deja espacio a todo lo anterior.