La marcha en enero de Luca de Meo hacia Renault en calidad de consejero delegado dejó huérfana a la marca española del grupo Volkswagen. Seat es una empresa presidencialista, donde el estilo de su presidente la marca mucho. Y, además, la huella que ha dejado Luca de Meo es profunda, habiendo acercado la marca a la ciudad de Barcelona como ningún otro presidente lo había hecho antes.

Tener nueve meses con un presidente interino, el miembro del comité de dirección de más edad, no parecía una buena señal y cada día que pasaba refrescaba más y más los recuerdos de otras épocas cuando tras una etapa de crecimiento y expansión vino otra de un cierto estancamiento. Ocurrió con la marcha de De Smedt, también a Renault, quien remató la restructuración de Seat de manera magistral. Tras él Bruno Adelt ocupó durante un año la presidencia de manera interina, siendo Bern Pischetsrieder un sucesor atípico pues vino a Seat como transición hacia la presidencia del grupo Volkswagen. Y tras Pischetsrieder dos presidentes desplazados desde Alemania en la recta final de sus carreras (Schleef y Schmitt) que administraron una marca que no acababa de encontrar su alma, con modelos demasiado iguales entre sí pero no siempre coincidentes con los gustos del público. Probablemente el Toledo de 2005, el 2 volúmenes, sea la mejor expresión de esa época.

Afortunadamente, esos malos augurios no se van a cumplir. El nombramiento de Wayne Anthony Griffiths como presidente es una excelente señal para el futuro de Seat pues su línea será coherente con la de su exjefe y amigo. Muchas de los méritos de la Seat de los últimos años son de Luca, pero también de Griffiths, entre ellos el lanzamiento de la marca Cupra.

El peso de Meo en la central del grupo (Wolfsburg) era probablemente mayor, pero no se puede olvidar que Griffiths ha desarrollado prácticamente toda su carrera en Audi, el vivero de los altos directivos del grupo, por lo que seguro se moverá bien por la central, algo imprescindible en una empresa donde el futuro se gana a base de inversiones. Además el apoyo del presidente del grupo es tan evidente como que su nombramiento se ha hecho público en Casa Seat por el propio Herbert Diess. Lo que será Seat en 2021 y 2022 ya está escrito, variando solo en función de unos mercados que ahora están más extraños que nunca, pero el futuro a partir del 2023 depende de las inversiones y asignaciones de producción que se realicen y ahí la competencia de Seat no son el resto de las marcas sino sus pares dentro del propio Grupo Volkswagen, de ahí la importancia de hacerlo bien en Barcelona pero igual o mejor en Wolfsburg. Ser presidente de Seat implica viajar muchísimo a Alemania.

Los retos del nuevo presidente son enormes, como el de todas las marcas, pues el sector se encuentra en un momento de cambio sin precedentes ya que desde que los caballos fueron sustituidos por motores de combustión interna no ha habido una transformación comparable a la electrificación del coche. El coche eléctrico enchufable requerirá transformar las plantas de los fabricantes, pero también de los proveedores e incluso las infraestructuras de carga. Y todo eso implica dinero pero también complicidad con el entorno.

Y el entorno es, probablemente, una de las principales dificultades para Seat. La marca se ha enamorado de Barcelona, hasta el punto de abrir su Casa en Diagonal con Paseo de Gracia. Y, paradojas de la vida, ahora Barcelona, mejor dicho su ayuntamiento, odia a los coches. Será, sin duda, un mal pasajero, pero es un mal que hace mucho daño a la primera empresa con sede en Cataluña, que genera muchos puestos de trabajo directos e indirectos y que sin duda será clave en la recuperación de nuestra maltrecha imagen en Alemania y en el mundo.

Mr. Griffiths, mucha suerte en su mandato, por usted pero sobre todo por el bien de Seat y de Barcelona.