El pacto fiscal firmado por todos los miembros de la eurozona y plenamente vigente se basa en mantener un déficit público anual inferior al 3% y una ratio de deuda por debajo del 60% del PIB. España logró esas condiciones en el año 2000 y por ello fue posible nuestra incorporación a la unión monetaria. Es más, en 2007 la deuda tocó su mínimo reciente, el 35,80% del PIB, menos de 9.000 euros por habitante.

Pero luego vino la crisis financiera, la de deuda soberana, el Covid y cuantas excusas queramos para que la deuda sea hoy de un 107% nuestro PIB, a pesar de la reciente inflación que siempre ayuda a reducir algo el porcentaje de deuda, lo que implica algo más de 32.000 euros por ciudadano. Este incremento tan brutal se explica porque desde 2007 se han encadenado déficits muy superiores al 3% pactado.

Que un Estado se endeude puede no ser malo si la finalidad de contraer deudas es para realizar inversiones o reformas estructurales. Invertir en un aeropuerto, en un tren de alta velocidad, para cambiar el sistema de las pensiones o para instalar una red de desaladoras puede tener sentido. Pero cuando el déficit se usa para cubrir gasto corriente, para inflar el número de empleados públicos o para dar de comer a chiringuitos varios es cuando hay que preocuparse, y mucho, porque se está gastando más de lo que se puede.

En España, lamentablemente, vamos por este segundo camino, generando déficit por gastar más de lo que podemos permitirnos a pesar de subir de manera asfixiante impuestos y cotizaciones. Somos un país con 3,5 millones de funcionarios, 2,7 millones de desempleados, 6,7 millones de jubilados, 1,8 millones de beneficiarios de otro tipo de pensiones, 3,3 millones de estudiantes, 900.000 personas con discapacidad… Y todos esos ingresos salen de sólo 3 millones de autónomos y 13,8 millones de asalariados. Es normal que las cuentas no acaben de cuadrar.

Encaramos un 2024 sin presupuestos y, por tanto, sin mucha capacidad de maniobra. Aun así, el Gobierno se ha empeñado en invertir en empresas privadas, en ayudar a nuestro querido vecino del sur o en preparar planes de expropiación de inmuebles. Se acaba de entrar en Telefónica, veremos si la SEPI también invierte en Talgo o qué ocurre con la participación en Indra para poder absorber Hispasat. Y esto no ha hecho más que comenzar, habrá más compras.

La tele pública está empeñada en fichar a la alternativa maleducada de El Hormiguero, cueste lo que cueste, incluso la cabeza de la presidenta del ente. No hay intención de vencer la pulsión del gasto y las paguitas siguen siendo un chorreo. Pero de mejorar las condiciones del campo o de conectar cuencas hidráulicas, nada de nada.

Todos los analistas ven el déficit algo superior al 3% tanto en 2024 como en 2025, lo que hará que la deuda no baje del 105%, todo eso si no hay un cisne negro que obligue al Estado a parchear la economía, incrementando aún más la deuda. ¿Para cuándo recuperar el 60% de deuda? Al paso que vamos, nunca.

¿Hasta cuándo nos va a permitir la Unión Europea gastar más de la cuenta? Este 2024 es año electoral para la Comisión, por lo que no son de esperar muchos sustos, pero el año que viene sí que nos pueden tirar de las orejas seriamente. Los presupuestos de 2025, si es que se consiguen aprobar, deberán ser restrictivos, muy restrictivos. El maná de los fondos europeos, mucho menor de lo prometido, se acaba, pero además de acabarse los fondos externos, habrá que recortar. ¿Será la mayoría Frankenstein capaz de aprobar un presupuesto plagado de recortes? ¿Se concentrará el recorte en el gasto autonómico? ¿Se podrá ajustar la economía nacional con una creciente falta de solidaridad interterritorial? 

Europa está cada vez más desnortada, pero más pronto que tarde los países austeros nos van a recordar que no podemos tirar el dinero, y lo estamos tirando a manos llenas. De los cinco países más endeudados de la Unión, cuatro somos los sospechosos habituales: Portugal, Italia, Grecia y España. Tendremos que recortar apoyando simultáneamente a varios países, más pobres que el nuestro, tanto los que ya están como los que esperan su ingreso en la Unión. Y por si esto fuera poco, deberemos incrementar el presupuesto de defensa pues Estados Unidos nos está dando la espalda. Nos esperan años muy complicados.