La Unión Europea parece decidida a apostar solo por la energía eléctrica en aras de un supuesto respeto por el medioambiente. Esto estaría muy bien si realmente pudiésemos hacerlo, además de que apostar todo a una fuente de energía es tremendamente arriesgado.

Marzo ha sido un mes espectacular para las renovables, pero especialmente para la energía hidráulica. Los ríos han recuperado su caudal y varios embalses han tenido que abrir compuertas por estar llenos. Mucha agua, por la tozudez de los políticos de no conectar cuencas, se ha ido al mar, pero al menos se ha producido electricidad, mucha. Tanta que, en marzo, dos tercios de nuestras necesidades han sido producidos por fuentes renovables (hidráulica, solar y eólica), dándose, además, la curiosa circunstancia de tener tres nucleares cerradas y aun así el precio ha sido realmente bajo (20 euros MW hora cuando en febrero de 2023 fue 132 euros).

Pero no siempre se dan estas circunstancias. Si no llueve, no hace viento o está nublado la magia de las renovables desaparece y es entonces cuando sube el precio, especialmente si tenemos que tirar de los ciclos combinados (es decir, si tenemos que quemar gas) de nuevo por la cabezonería de los políticos de no mantener una política nuclear seria.

Así las cosas, nos encaminamos a un suministro inestable de energía, complicando además su uso el autoconsumo, fenómenos para los que ninguna red está preparada, pues se diseñaron pensando en generación remota y consumo capilar, pero no en generación capilar. De hecho, ya se están bloqueando accesos de autoconsumo a la red en Alemania o Francia por los problemas que supone la generación distribuida. 

Un Estado como el nuestro, que presume de laico, o más bien de inculto, obviando la Navidad o la Pascua mientras se ensalzan festividades de otras culturas, acabará dependiendo de los rezos de sus ciudadanos para que llueva, luzca el sol o corra el viento.

El sistema eléctrico es tremendamente complejo. Tiene que consumirse exactamente lo que se produce, de lo contrario el voltaje o la frecuencia es inestable. Además, es muy sensible a las tormentas solares. Un gran apagón no es, ni mucho menos, imposible. La lista de apagones que afectan a millones de personas y que duran semanas es muy larga, demasiado. Jugarse todo a lo eléctrico es insensato.

En los traslados en coche de esta Semana Santa se han evidenciado algunas de las miserias del coche eléctrico; es fantástico para desplazarse de la casa con garaje a la plaza de párking del trabajo, pero no para ir a la playa. O sea, que el coche eléctrico está reservado a quienes tengan dinero suficiente para tener un chalet, una posición laboral que les permita aparcar en el trabajo y recursos para comprarse, al menos, dos coches. Es un invento para ricos, al menos de momento. Al resto, que les zurzan. Estar tres o cuatro horas parados para repostar en un viaje de Benidorm a Madrid o tener que dormir en Zaragoza para ir de Barcelona a Madrid sería de chiste si no fuese porque algún político cree que ese es el mejor futuro.

Portugal, país más pobre que España, aunque con una clase alta más numerosa que la nuestra, ha aplicado bastante sentido común: la red de recarga es única y todo el mundo puede acceder sin problema. En España, los dueños de Tesla buscan sus cargadores, lo mismo que los de Porsche los suyos y así todas las marcas guais.

Los que se compran un coche chino, la mejor relación calidad-precio en el mercado hoy por hoy, con eso está todo dicho sobre el coche eléctrico, enchufan en la calle en aquellos cargadores que son compatibles… y que funcionan, porque un buen número de cargadores, se calcula que la cuarta parte, están inoperativos por falta de licencia o por problemas técnicos y de mantenimiento. Un desastre.

Con poco más de 350.000 coches eléctricos en circulación su impacto real no se percibe, pero no podemos olvidar que el parque de vehículos en España supera los 33 millones. Pero si la matraca de los coches eléctricos es cansina y no engancha, dentro de nada tendremos lo mismo con las calderas de gas. El agua caliente y la calefacción también quieren que sean eléctricas. Todo eléctrico, hasta los aviones a poder ser. 

No queremos quemar combustibles fósiles, no queremos usar energía nuclear, no queremos hacer saltos de agua, los molinos matan pájaros… ¿Cómo vamos a sobrevivir en este mundo dirigido por ecologistas de salón? Hay que invertir, y mucho, en nuestra red, en estaciones de almacenamiento y en fuentes de generación para no quedarnos a oscuras.