Joan Elias: "La universidad debe ser un espacio de libertad"
El rector de la UB señala que la Generalitat podría "hacer más, con voluntad política" para financiar el ámbito universitario que necesita "un 400 millones de euros"
27 septiembre, 2020 00:00Joan Elias (Barcelona, 1956) cree en la educación pública. Habla con tranquilidad, pausado, con la autoexigencia de no ir más allá de lo que pretendía. Es rector de la Universidad de Barcelona desde 2016. Catedrático de Matemáticas en el Departamento de Álgebra y Geometría de la UB, Elias ha querido proteger la universidad del intento de apropiación por parte del independentismo, que quiere hacerse fuerte en todo el sistema educativo. El rector de la UB, que no ha dudado en contestar con contundencia a Elisenda Paluzie, la presidenta de la ANC, señala en esta entrevista con Crónica Global que la universidad “debe ser un espacio de libertad”. Consciente del problema que comporta la pandemia, --lleva la mascarilla, obligatoria en el recinto de la universidad-- Elias pide a la Generalitat que se implique en la financiación de las universidades y constata que el ascensor social ya no funciona como hace unos años en Cataluña. El corte social se produce antes de llegar a los centros universitarios.
--Pregunta: ¿La financiación de las universidades es el gran problema en estos momentos, con un Govern, además, que está inactivo y a punto de convocar elecciones?
--Respuesta: Hay dos problemas en estos momentos. El primero es endémico. La falta de financiación hace años que se arrastra. La Universidad de Harvard tiene diez veces más recursos que la UB, con la mitad de alumnos. Aunque sea difícil compararse con ese ejemplo, creo que puede ser ilustrativo si pensamos en el conjunto del mundo universitario. El secretario de Universidades, Xavier Grau, lo mostró en un estudio. La UB, por los outputs esperados, debería disponer de 650 millones de euros de financiación, pero cuenta con 400 millones. Esa falta de recursos se nota en todo, teniendo en cuenta la superficie de la universidad, el mantenimiento de las instalaciones, que son antiguas. Pero ahora surge otra cuestión, y es la inversión que se ha realizado por la pandemia, con la compra de portátiles, de material, en general, por si volvemos al confinamiento. Lo que va a pasar ahora, además, es que nos encontraremos con una bajada importante de matriculaciones, principalmente respecto a los másters. Muchos alumnos no son de Barcelona, claro, y ahora se lo pensarán. Desde alumnos de Sudamérica, a los que residen en otras autonomías, o procedentes de toda Europa. Esa bajada de matriculaciones repercutirá directamente en los ingresos de la UB.
--¿Desde cuándo la financiación no cubre las necesidades?
--Entre diez y quince años. Desde la etapa del consejero Antoni Castells, cuando ya se hablaba con él sobre la necesidad de un aumento. La subvención pública ordinaria cubre el 70% de las nóminas. Y lo que se ha hecho es repercutir en las familias esa falta de financiación. El coste ha pasado a las familias. Es la realidad.
--El secretario de Universidades con el Govern de Artur Mas, Antoni Castellà, subió las tarifas con el argumento de que se crearía un fondo generoso en becas para quien no pudiera pagar. ¿Es la solución?
--Es que puedes decir que 3.000 euros al año se pueden pagar, pero depende de cada familia, y en la crisis anterior eso fue un problema y lo será de nuevo ahora. Si los padres no trabajan o los alumnos deben desplazarse a Barcelona, los gastos son mayores y será más difícil sufragarlos.
--¿En diez años no se ha hecho nada?
--Ahora se comenzaba a discutir, pero ha cambiado el consejero, aunque el equipo de universidades pueda continuar. Pero quien tiene la llave, como siempre, es el consejero de Economía.
--¿En qué medida es un problema de la Generalitat?
--No sé el detalle de las finanzas de la Generalitat, pero creo que podría hacer mucho más. Hace falta voluntad política, y aumentar en unos 400 millones la financiación para todo el sistema. Creo que eso debería ser asumible.
--Ya que ha salido la Universidad de Harvard como posible modelo, ¿deberá la universidad pública caminar hacia algún sistema similar al ‘endowment’?
--Estamos haciendo aproximaciones hacia modelos de patrocinio. Hemos llegado hace poco a un acuerdo con la Fundación de la Abogacía, de forma modesta, para una cátedra con un equipo de investigación. Y hemos llegado a acuerdos con Repsol y la Cámara de Comercio de Brasil. Pero estamos muy lejos de lo que yo mismo conozco de universidades como Berkeley (California). En cualquier caso, no tengo ninguna manía en utilizar esa fórmulas como el ‘endowment’, que es utilizar los intereses de un capital invertido. Tengo claro que la universidad no podrá funcionar sólo a través de la financiación pública. No podemos perder autonomía, pero necesitaremos al sector privado.
--¿Hay demasiados prejuicios sobre esa cuestión?
--La percepción ha ido cambiando. Se ha comprobado que la administración no llega, y que difícilmente no podrá llegar, porque llegan urgencias, como la pandemia, los subsidios de paro, y servicios sanitarios vitales. Aunque hay que tener en cuenta que la universidad también es vital y que si salimos de esta crisis será gracias a la ciencia. Debemos invertir en ciencia básica. La investigación se hace en las universidades, hasta el 75%. Pero habrá que pensar en fórmulas de financiación distintas.
--¿Hay una buena conexión con la empresa privada, o queda mucho por hacer?
--La conexión no se ha producido hasta hace poco, eso está claro. Pero el cambio ha llegado. La transferencia con las empresas es un hecho, y en la UB tenemos espacios para jóvenes, para la emprendeduría. Hay un cambio de cultura, un cambio que es también el que se está dando en la sociedad.
--¿La universidad cambiará con la pandemia? ¿Se acaba el aprendizaje presencial?
--No lo veo. La universidad pública es presencial, y es tan importante lo que pasa en la clase como en los pasillos, en los laboratorios o en los bares y cafeterías. Hay una experiencia en la universidad que no se puede sustituir. Se llega desde el seno de una familia, y el encuentro se establece con gente muy diversa. No se puede suplir ese contacto personal, que es muy enriquecedor. Sí, iremos hacia modelos algo distintos, como los tribunales de tesis, con algunos profesores desde otras partes del mundo. Pero no creo que debamos cambiar lo presencial. Este año vamos a intentar que los de primer curso tengan la mayor experiencia presencial posible, después del largo confinamiento de la primavera.
--¿Y políticamente qué papel debe cumplir?
--A veces hay que explicitar cosas que hace décadas no era necesario. Y la UB es un lugar de encuentro para todo el mundo, para todo aquel que quiera aprender. Es un espacio para todas las clases sociales, piensen lo que piensen, es un espacio para crear ciudadanos libres, críticos y comprometidos. Y el rector debe representar a todos, aunque yo tenga mis ideas políticas, pero a nadie le importa. Soy el rector de todos, de los independentistas y los no independentistas, y no me posicionaré políticamente.
--Pero el mundo independentista se ha hecho fuerte en la Universidad. El acto sobre Cervantes en la UB acabó de forma violenta. Fue muy grave lo que ocurrió.
--Sí, ese día me insultaron desde todos los lados. Lo que hicimos fue preservar la integridad de los que estaban dentro, en el acto, porque vino gente complicada. Los Mossos nos dijeron que todos debían salir fuera y les hicimos caso, claro. En el acto se hablaba sobre Cervantes y no se podía tolerar lo que pasó. La universidad debe ser un espacio de libertad. Y todo el mundo se puede expresar. Es cierto que se han hecho actos de todo tipo y no ha pasado nada. Y que aquello quedó como un acto aislado.
--¿Se ha reconducido ese tipo de manifestaciones del independentismo?
--La defensa de las libertades es una lucha diaria. Debemos estar siempre alerta, pero hemos tenido actos de distinto signo, y hace tiempo que no pasa nada. Estoy contento porque se ha sabido reaccionar.
--Porque, ¿cómo se debe entender la crítica de Elisenda Paluzie, la presidenta de la ANC, sobre la crítica a los rectores ‘unionistas’?
--A mí me han dicho de todo, que si soy de Ciudadanos, del PSC o monárquico porque llevaba una corbata verde. Yo ya me pronuncié, sobre las palabras de Paluzie, y no sé si fui o no afortunado, pero no entraré en lo que mantenga Paluzie.
--Usted dijo que si querían rodear la Universidad, que lo mejor sería rodear la Generalitat, para que financie como precisa el ámbito universitario.
--Lo que quería decir estaba claro, que la falta de dinero para investigación depende de la Generalitat, que tiene la competencia traspasada. Y repito que la Universidad debe ser un espacio de libertad.
--Pero, ¿no ha comprobado que el independentismo ha querido emular aquella práctica troskista del ‘entrismo’ en la universidad?
--No tengo esa sensación. En el equipo rectoral tenemos de todo, como reflejo de la sociedad. Pero no creo que se haya producido lo que dice. Tenemos reuniones con lazos y sin lazos, y creo que cada uno debe hacer lo que considere.
--¿Qué hay de cierto en los ranking universitarios y cómo aparece la UB?
--Cuando los diferentes ranking señalan que estamos en primer lugar, entre las universidades españolas e iberoaméricanas, eso quiere decir que se está haciendo bien las cosas, en innovación y en investigación. En el ARU (Academic world ranking of universities) aparece la UB entre las mejores del sur de Europa, junto con Milán.
--¿Eso va a favor para pedir una financiación más ajustada?
--Es que el problema es que esos puestos los perderemos. Nuestra velocidad, respecto a otros sistemas universitarios, en el mundo, es más lenta. Los demás invierten más y van muy deprisa. Alemania no ha dejado de invertir durante la crisis, y las universidades chinas van a toda velocidad, como pasa también en Corea del Sur.
--¿Se ha perdido en Cataluña el ascensor social? ¿Se nota en la universidad?
--Lo que hemos visto es que cuando se llega no hay problemas. Es decir, los orígenes sociales no suponen un problema una vez se accede a la universidad. Lo que pasa antes de la universidad es lo importante. El por qué no llegan los que deberían llegar. El código postal lo indica todo: la esperanza de vida, la obesidad, y el fracaso escolar. Eso es así, y por eso se debería apostar de forma rotunda por la escuela pública.