¿Qué tipo de lengua es el castellano? Propia, oficial, vehicular, nativa, ajena, identitaria... ¿O será curricular? Nos están liando. Aseguran quienes gobiernan la Generalitat que el español no es lengua propia. Dicen socialistas y comunes que volverá a ser lengua de “aprendizaje”. Faltaría más. La mayoría de los catalanes hemos aprendido a hablar con ella. Es lengua materna del 53% de ciudadanos de Cataluña, además de idioma oficial junto con el catalán. Con dos adjetivos, basta y sobra. Y, de acuerdo con lo dispuesto en el artículo 32 del Estatut, no puede haber discriminación por el uso de una u otra lengua.

Cómo me aburre que intenten confundirnos, equiparando el español a los idiomas extranjeros. Eso es lo que hacen al impartir solo una asignatura de la escuela, el castellano, en castellano. El independentismo no tiene prisa por cumplir la sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña (TSJC) que obliga a impartir un 25% de las aulas en español a partir de hoy. 

Los magistrados dieron un mes para informar a los centros, pero la Conselleria de Educación, dirigida por Josep Gonzàlez-Cambray (ERC), no ha dado instrucciones a los colegios. A todo correr, se han sacado de la manga un decreto que no anula la resolución del TSJC, pero quiere dar una excusa para incumplir el fallo. Juegan al escondite político con las lenguas. 

Mientras, la cruda realidad nos muestra las lógicas contradicciones lingüísticas y económicas. El conseller Gonzàlez-Cambray --como otros políticos independentistas-- lleva a sus hijos a un colegio concertado y plurilingüe de Barcelona. Allí se paga una cuota base por alumno de 245 euros mensuales. 

No deja de ser curioso (quizás lógico) que, según el informe anual de la consultora Garlic B2B, Barcelona sea la provincia con la cuota media más alta de la escuela concertada en España; en 2021 fue de 202 euros al mes. La ciudad también cuenta con el centro más caro del Estado, el St. Paul’s, donde la cuota base es de 930 euros. Con dinero, saltarse la inmersión es pan comido.

Cuando un catalán de bien me asegura que sus hijos y nietos reciben lecciones de varias asignaturas en castellano, siempre sospecho que sus afortunados descendientes estudian en escuelas concertadas o privadas donde pueden escoger en qué lengua (o lenguas) aprenden.

La realidad pública es distinta. Me gustaría saber en qué idioma se imparten las clases en Bàscara, población del Alt Empordà (Girona) donde hace unos días levantaron una frontera de pacotilla para impedir que les entraran botiflers. El pasado 7 de mayo, muchas personas silenciosas cruzaron el check-point (el inglés sí es lengua amiga) y, pacientemente, recogieron su pasaporte catalán de manos de los alegres activistas. Luego, se pusieron a arar los campos, a descargar camiones o a limpiar masías. 

Ahora, una nueva norma pactada en el Parlament por ERC, JxCat, el PSC y En Comú Podem, vuelve a otorgar al castellano el carácter de lengua “curricular” o lo que es lo mismo “de aprendizaje”. Perdió ese estatus en 1998, cuando se aprobó la última ley de política lingüística. Tras décadas de incumplir la Constitución, resulta que la lengua de Cervantes o Machado va a servir para “transmitir contenidos” en las escuelas. Han acordado que sirve para enseñar. ¡Qué sorpresa! 

Hecha la nueva ley, hecha la trampa. Van a preservar la inmersión lingüística con una norma que reconoce que tanto el catalán como el castellano “son lenguas de uso curricular”. En el párrafo siguiente, especifican que los porcentajes de cada una de ellas se fijará de acuerdo con criterios “pedagógicos y sociolingüísticos”. Redundante definición si no hay voluntad de cambio. Las escuelas públicas, dependientes de un gobierno independentista, decidirán cómo y cuándo. Sin concretar. 

El nuevo decreto sobre el uso y aprendizaje en la enseñanza rechaza de plano el uso de porcentajes en las lenguas, o sea pretende abrir la puerta a incumplir la sentencia del 25%. El tema queda en manos del Consejo de Garantías Estatutarias (CGE) de la Generalitat. Al conseller de Educación le gustaría irse de vacaciones sin que los sindicatos de profesores dominados por JxCat --el incómodo socio-- se le tiren encima.    

La política catalana se ha subido a un barquito chiquitito. Todos sueñan con largarse a la playa: “Y si esta historia parece corta, volveremos, volveremos a empezar”. A la vuelta del verano, abrirán los colegios y, ¡tachán!, la identidad seguirá en el centro del aula. En Cataluña, el español navega por un mar de contradicciones. Pero, se pongan como se pongan en su interminable cambio de cromos, la lengua de mi casa, con 475 millones de hablantes nativos en el mundo, no es curricular. Es materna y oficial.