Vivimos en un metaverso político (real no parece) en el que los partidos dicen ofrecer lo que creen que sus votantes les piden en cada momento. Y el momento cambia todos los días, pero no por cambios de opinión de la ciudadanía, sino porque se alteran las exigencias del socio político y, con ello, aumenta el miedo a perder sillas.

Carles Puigdemont, al que llaman president sin serlo (es parte del metaverso digital), luce nueva residencia en la Catalunya Nord a la espera de que le tramiten su amnistía. Pere Aragonès, el presidente analógico que ha convocado elecciones anticipadas ante la imposibilidad de aprobar presupuestos, exige en Madrid otro referéndum. Ningún partido independentista quiere ser menos que el otro. Y así llevamos, de un brindis al sol a otro, más de un decenio.

La consulta republicana, que no podría ser nunca legal según la Constitución, fue inmediatamente desestimada por el Gobierno de Pedro Sánchez. No está el socialismo, visto el fracaso en Galicia, para aguantar exigencias imposibles antes de las elecciones europeas. Suficiente tiene Sánchez con la amnistía del huido y sus repercusiones.

A pocas semanas de las elecciones anticipadas, los republicanos han convocado 209 plazas para el Departamento de Acción Climática, dirigido por un militante de Esquerra. Excusa: la sequía. No deja de ser curioso porque, en este concurso de última hora, la Agencia Catalana del Agua se ha quedado al margen. O sea, que las tuberías seguirán perdiendo agua y no se harán las inversiones necesarias para evitarlo, pero aumentarán los funcionarios en los despachos. El clientelismo continuará colocando a sus fieles, pagando a los huidos, y el auténtico pueblo catalán sufriendo su incapacidad.

La Generalitat lleva décadas sin un proyecto real; no se ha aprobado ni la muy necesaria ampliación del aeropuerto de El Prat. Cataluña hace agua por todos lados: la productividad baja, las empresas no vuelven, la sanidad sufre, la educación fracasa y el exceso de presión fiscal cae sobre la clase media como en ninguna otra parte de España (salvo Extremadura, por si les consuela). La respuesta de Aragonès es incrementar el coste en consejerías, en pseudoembajadas, en funcionarios afines en general.

Mientras, en el mundo real, los grandes hospitales públicos se ven obligados, por falta de presupuestos, a despedir sanitarios. El Vall d'Hebron, uno de los más grandes y prestigiosos de España y de Europa, eliminará 200 profesionales eventuales y estudia reducir las cirugías programadas para el verano.

Antes de las europeas, aquí no entrará Puigdemont ni ninguno de los independentistas cómodamente instalados en Suiza. Sin embargo, todo puede cambiar mañana si los votos son necesarios para que la izquierda que no suma pueda seguir gobernando en España. El procés catalán hacia ninguna parte se mantiene vivo y mareando la perdiz por toda la geografía hispana.

Ahora, lo que más preocupa en las cámaras es un prozesuak vasco. Si el partido heredero de Herri Batasuna supera al PNV, los nacionalistas conservadores se verán empujados a una coalición de patriotas, dejando en la estacada a los socialistas. Por el momento, la gente de orden vasca (o sea, de derechas de toda la vida) anda callada, sin pedir nada de nada a Madrid y rezándole a Sabino Arana para que Bildu no les quite el mando en esa próspera plaza, que recauda impuestos y reparte ingresos.

Si Arnaldo Otegi vence viviremos un déjà vu. Salvador Illa, el líder del PSC, ganó en Cataluña y ha estado condenado a la irrelevancia tres años, maniatado por los pactos de Sánchez con los independentistas.

2024 es un importante año electoral en el mundo: Rusia, Venezuela, Europa y Estados Unidos son las más llamativas; pero aquí nos llevamos la palma. Entre previstos (Euskadi y la Eurocámara) y adelantados (Galicia y Cataluña), España se ve obligada a celebrar varios procesos en este primer semestre del año. Aumentan, por tanto, los gastos inesperados; sobre todo en Correos, logística electoral e infraestructura del escrutinio. Costes y más costes por un lado, parálisis de los parlamentos y Gobiernos, por otro.

Por favor, políticos, intenten centrarse en regar los árboles, en crear más camas y puestos médicos en los hospitales. Abran más guarderías, bajen impuestos a la clase media, eso es sostenibilidad. Lo de esta larga década dedicada a fomentar problemas ficticios, generar sueños imposibles y multiplicar cargos a dedo ya no es sostenible.