Vuelve a estar en venta el opulento hotel Mandarin Oriental, del paseo de Gracia barcelonés. Tal circunstancia no es una novedad, porque lleva así largo tiempo. Su propietaria es la andorrana María Reig Moles. Intentó traspasarlo en varias ocasiones, pero las negociaciones no arribaron a buen puerto debido a sus altas pretensiones dinerarias.

El establecimiento está ubicado entre las calles de Consejo de Ciento y Diputación, a un tiro de piedra de la llamada manzana de la discordia con su pieza estelar, la muy visitada Casa Batlló. En ese espacio privilegiado del ensanche, alcanzaron su máximo esplendor las construcciones modernistas financiadas por los burgueses e indianos de la época.

El inmueble del Mandarin lo erigió el Banco Hispano Americano en los años 50 del siglo pasado, para albergar sus oficinas regionales de Cataluña. El Hispano se fusionó después con el Central y ambos fueron engullidos por el Santander.

Reig adquirió el edificio al banco de los Botín a comienzos del presente milenio, por 73 millones. Lo hizo por medio de la sociedad Trivalor, hoy administrada por su hijo único Carlos Enseñat Reig. Trivalor sufragó la compra y la remodelación del caserón con préstamos de 190 millones suministrados por Caixabank, cuando presidía la entidad Ricardo Fornesa, con Isidro Fainé de primer espada.

Los resultados de explotación del negocio hotelero nunca arrojaron recursos suficientes para aligerar semejante losa. De hecho, las cuentas se saldaron con pérdidas consecutivas hasta 2017, con un monto conjunto de 64 millones.

Entre las deudas de Trivalor ya no figura la de Caixabank, que harta de las constantes dilaciones en el cobro de los intereses y el reembolso del principal, tres años atrás cedió la masa crediticia con un fuerte descuento al fondo buitre Farallon Capital Management, de San Francisco (EEUU). Farallon tiene desde entonces la sartén por el mango y ahora fuerza la transferencia del Mandarin, con el único objetivo de materializar sus posibles ganancias. La carga de las hipotecas que soporta el alojamiento es de tal magnitud, que ya no puede decirse que pertenezca a Reig, sino, en última instancia, a Farallon.

Las cifras que se manejan para el trasiego rondan los 240 millones, que colmarían las apetencias del prestamista. Dados los pasivos pendientes y los desembolsos que Reig ha realizado para afianzar el hotel desde hace dos décadas, no será fácil que pueda apuntarse plusvalía alguna.

El Mandarin abrió las puertas en 2009, tras años de obras. El fastuoso estreno se realizó con la pompa y boato propios de una ceremonia de los Oscar de Hollywood. Asistieron personajes famosos y famosillos, que desfilaron por una alfombra roja como si se tratase de estrellas de cine.

María Reig tiene fama de ser una de las grandes fortunas de Andorra, con vastas heredades en el Principado, así como propiedades en París y hoteles en el Caribe. La joya de su corona es un paquetón de acciones del Crèdit Andorrà, líder del sistema financiero del país.

Durante la pasada burbuja del ladrillo, Reig se lanzó en tromba a engrosar su patrimonio de bienes raíces en la Ciudad Condal, de la mano de acaudalados emprendedores locales. Pero el complicado carácter de Reig le ocasionó no pocos problemas con sus compañeros de aventuras promotoras y acabaron partiendo peras.

En el curso de aquella fase de exuberancia especulativa, la empresaria se endeudó por encima de sus posibilidades. Ahora no le queda otro remedio que soltar lastre, forzada por el dogal del fondo rapaz. El Mandarin es la primera operación en ciernes. Tras ella no sería extraño que formalice otras. Ocurre que el ente californiano no solo se agenció los empréstitos del Mandarin, sino el lote completo de los concedidos por Caixabank a Reig, que rondan la fruslería de 500 millones.