Joaquín Leguina
Ya volveré cuando te largues
Pedro Sánchez, que es un genio para lo suyo, se ha puesto a pensar seriamente en los motivos de la debacle del PSOE en las recientes elecciones madrileñas y ha descubierto que la culpa de todo la tiene Joaquín Leguina, por lo que ha puesto en marcha un expediente de expulsión del veterano político (Villaescusa, Cantabria, 1941) que presidió la comunidad de Madrid entre 1983 y 1995 y, para que no se sienta tan solo, ha extendido la patada en el culo a Nicolás Redondo Terreros. Si lo he entendido bien, el actual mandamás del PSOE los considera un par de traidores al socialismo chachi que él representa (creo que ninguno de los dos escupe al cruzarse con IDA y que, incluso, han sido vistos en su compañía en actitud amistosa). Leguina ha reaccionado con una carta abierta al señor presidente desde las páginas de ABC (sí, de acuerdo, el diario de la derechona monárquica y lo peor del funesto régimen del 78) y declarando que la posible expulsión del partido se la suda y que ya volverá cuando no esté Sánchez, además de sugerirle que, ya puestos, eche también del PSOE a González y a Guerra.
En otras circunstancias, que a Sánchez le encantarían, pero no es el caso, cabría hablar de una pugna entre el viejo socialismo y el nuevo, representado el primero por una pandilla de octogenarios quejicas y el segundo por un muchacho renovador al que una pandilla de carcamales pretende hacer la vida imposible. Lamentablemente, lo que hay (a mi humilde entender) es una discrepancia sobre lo que debe ser el PSOE si quiere seguir representando lo que se supone que representaba hasta ahora, ya que en la actualidad no se sabe muy bien a qué se dedica el partido más allá de ejercer de club de fans del señor Sánchez, que algo parece haber aprendido del señor Guerra: el que se mueve no sale en la foto.
Joaquín Leguina no es el único responsable de la catástrofe madrileña para Sánchez, que no para de encontrar culpables que no sean él y su errática y oportunista gestión del partido. Ángel Gabilondo yo diría que también está en la línea de salida para volver a la universidad o al monasterio, donde prefiera. Y a Iván Redondo --que interpreta con Sánchez el mismo papel de Chucky el Muñeco Diabólico que MAR con IDA-- ya le ha cantado las cuarenta Carmen Calvo, que cada día se esfuerza más en superar la actitud sicofante que distingue a esos dos grandes guardaespaldas que son Lastra y Ábalos. Parece que la consigna es que Pedro Sánchez no tiene la culpa de ninguna de las desgracias que asuelan al PSOE: lo que hay que hacer es echar gente y aplastar la disidencia con la excusa de que se está rodeado de traidores.
Joaquín Leguina lleva tiempo refunfuñando, cierto, pero yo diría que motivos no le faltan. Antinacionalista furibundo, ha tenido que ver cómo el partido de sus amores se achuchaba con ERC y también con Bildu (los herederos, no lo olvidemos, de los emprendedores muchachos de la capucha que a tantos compañeros del PSOE se cargaron en su momento: dudo que Leguina se crea que Arnaldo Otegi es el Gandhi vasco), o compartía el gobierno con alguien del que dos días antes se aseguraba que con él al lado no había manera de dormir tranquilo. Y aunque sea demasiado mayor para encabezar la revuelta de los descontentos, éstos existen en el Partido Sanchista Obrero Español y tarde o temprano se van a hacer oír. Sobre todo, si se encadenan los desastres electorales. Uno, que conoció a Leguina en tiempos de la Movida, siempre ha pensado que fue un buen presidente autonómico, que tenía una cultura nada extendida en su partido y que, además, gozaba de un sentido del humor algo retorcido que lo convertía en un conversador estimulante. No es el único al que el PSOE de Sánchez le parece una birria y si lo expulsan, ya lo saben, se la pela y ya volverá cuando la insurrección con la que sueña se haya llevado por delante al arribista que ahora pretende librarse de él. Wait and see, que dicen los gringos.