El ingenioso Alejandro Fernández (PP) la caló enseguida y la puso frente al espejo poco después del 14F con un discurso memorable cargado de ironía y socarronería, como muchos de los que pronuncia el buen orador popular. Y el tiempo le va dando la razón, porque Laura Borràs tiene que ser “muy crack, pero que muy crack” para hacer una cosa y la contraria sin que se le caiga la cara de vergüenza. ¿Tal vez nos está tomando el pelo? ¿O acaso está infiltrada en el movimiento independentista para reventarlo desde dentro? ¿Será que la presidenta del Parlament se siente en realidad más española que la bandera?

En aquella ocasión, marzo del 2021, Fernández dejó a Borràs en evidencia y ella, aunque iba con mascarilla, dibujaba una sonrisa con sus ojos, reconociendo los hechos con la expresión facial, sin necesidad de mediar palabra. Porque el dirigente popular expuso que la presidenta del Parlament era desde hacía poco “funcionaria del Estado español”, y reflexionó que hay que ser “muy crack, pero que muy crack” para “llamar fascista a un Estado y a la vez sacarte una plaza de funcionaria del Estado fascista”. Y también hay que ser “muy crack, pero que muy crack” para “llamar opresor a un Estado y a la vez obtener una paga vitalicia del Estado opresor”. Dijo el hábil tribuno que se la había subestimado cuando quedó salpicada por unos chanchulletes en su etapa al frente de la ILC.

Han pasado casi 12 meses desde entonces, Borràs ha celebrado su primer cambio de año al frente de la Cámara catalana, ha presumido de felicitación navideña de Joe Biden… y sigue nadando entre dos aguas, aunque la puñeta se la hace en especial al independentismo mientras respeta y se arrodilla ante el Estado que le da de comer, bien que por sus palabras parezca que ocurre todo lo contrario. Por el camino ha expulsado del hemiciclo a algún diputado de Ciudadanos, para que no se diga, pero, en el fondo de su corazón, seguro que no quería hacerlo y se vio arrastrada por las circunstancias y por las miradas de sus compañeros de aventura separatista, aunque el agua vuelve a su cauce siempre. Con amigos como ella no hacen falta enemigos, está claro.

Borràs, que hace no tanto “lanzaba épicas soflamas llamando a la desobediencia mientras por la tarde rellenaba con hispánica disciplina los formularios para acceder a esa plaza en el Estado a desobedecer” –como prosiguió Fernández en su magistral discurso–, resulta además ahora que al único al que desobedeces es… ¡al Govern! El conseller de Interior, Joan Ignasi Elena, se digna a prohibir los cortes de la Meridiana más de dos años después –con un burdo argumento, sí, pero los ha prohibido– y Borràs es la primera en aparecer por allí para desacatar e impedir el paso de los coches una jornada más. Y, ni más ni menos, que al lado de la superstar Fredi Bentanachs, fundador de Terra Lliure. Y lo hace en mitad del lío por el caso Juvillà, en el que ella ha hecho malabarismos para simular que no iba a respetar la orden de la JEC sobre la retirada de su escaño ¡hasta el punto de que ha responsabilizado a los funcionarios de ello! Pero, a fin de cuentas, a la Junta Electoral sí le ha hecho caso. Bravísima, Laura.