En abril de este año, cuarenta toneladas de "candados del amor" fueron retiradas por el Ayuntamiento de París, del Pont Neuf y de otras barandillas por motivos de seguridad. El deterioro del patrimonio y el riesgo para la seguridad fueron los motivos para ordenar su retirada y se dijo que las barandillas serian sustituidas por otras en las que no fuera posible colocar nuevos cerrojos. Sorprende que hayan tardado tanto en llegar a esta conclusión.
En otro contexto muy diferente, hay grupos de gente, en Cataluña, que se dedican a llenar el espacio público de bolsas de basura de un amarillo chillón, que además de ser de plástico no degradable y de simular lazos amarillos en solidaridad con los líderes independentistas presos, también son del color de la monarquía de los Austrias. Como respuesta a estos grupos, tenemos otros indignados que salen a la calle a retirar esos símbolos que llenan las calles de mal gusto.
Quim Torra, nuestro inefable president de la Generalitat, que aún no ha hecho nada como tal, ni piensa hacerlo, aparte de crispar y amenazar, ha ordenado que la policía multe a los que retiren las bolsas de basura de las calles. Si llenar el espacio público de estos plásticos es libertad de expresión, multar a los que los quitan no deja de ser una curiosa expresión de la utilización autoritaria del poder, favoreciendo la expresión de unos ciudadanos en detrimento de la expresión de los otros.
La fiscal general del Estado, María José Segarra, ya nos ha aclarado que no hay ningún delito en quitar ni en poner lazos amarillos de barandillas y farolas. ¡Menos mal que ha quedado claro!
La actividad del lazo amarillo, a nivel de ciudadano individual, lo veo como la pataleta de los niños pequeños para llamar la atención, se atan latas a los coches de recién casados, se da la murga o se es un plasta, sin más trascendencia que esta. Pero estos restos de bolsas amarillas, sucias y ajironadas, que en nada engalanan el espacio público, también las veo igual que los candados del amor de París. Son símbolos de amor de seguidores independentistas hacia los líderes políticos que están en la cárcel. Ante los costes elevadísimos que han tenido que pagar por los faroles que idearon y ellos mismos se creyeron a base de repetirlos, es lógico que sus seguidores tengan para con ellos un poco de mimo. Son una manera naif, por su sencillez y colorido, de dar salida colectiva a la gran dosis de frustración de muchos seguidores que se creyeron lo que sus líderes les decían porque necesitaban vivir una ilusión. Pero a diferencia del simbolismo de fortaleza de los candados, que tienen que retirarse para que no rompan el puente, las bolsas de basura se me antojan de amor perecedero y en poco tiempo se transforman en poco más que basura en la calle.
Por otra parte, quienes ostentan el poder tienen la obligación de proteger el espacio público y asegurar que sea un lugar neutral de convivencia. Si esta actividad, como dicen algunos, es una actividad política, proteger a los que ponen lazos y castigar a los que los quitan es un abuso de poder. Si, por el contrario es una expresión semejante a los "candados del amor", es obligación de la administración pública mantener el espacio público limpio y no esperar a que este se degrade más de lo que ya lo está, haciendo ostentación pública de su parcialidad.
Existe en castellano el refrán "mucho ruido y pocas nueces" para expresar lo que está pasando a nivel político: a pesar del alboroto, no hay ningún resultado real ni positivo. Atrapados en un callejón sin salida, algunos líderes independentistas han sustituido la política por la amenaza, la farsa y el parloteo, y se sienten cómodos mareando la perdiz y de paso buscar alguna excusa para dar la tabarra y no perder a sus seguidores.
Los demás, deberíamos encontrar la manera de no dejarnos llevar por la inmediatez de las provocaciones. No renunciar nunca a colaborar en clarificar y objetivar las situaciones que suelen ser más complejas de lo que parecen y siempre tienen múltiples lecturas, ayuda a disminuir la radicalidad y a encontrar soluciones.