Nada más fácil y arriesgado que hacer un vaticinio para quedar retratado como un idiota o un bocazas si la realidad te desmiente. Lo sé. Y, sin embargo, me arriesgo a afirmar que, a fecha de hoy, el candidato socialista quedará primero y será alcalde de Barcelona. Básicamente, porque va a beneficiarse del viento de cola favorable tanto en la política catalana como en la española. El PSC se sitúa hoy claramente como primera fuerza, según la última encuesta del CEO, deshaciendo el empate con ERC, en unas hipotéticas autonómicas. Y, en paralelo, hay una recuperación del voto socialista en los sondeos a nivel general, también en los que están publicando los medios de la derecha. Este lunes, Alberto Núñez Feijóo se ha visto obligado a cambiar de discurso, con una rebaja de las expectativas, lo cual es inteligente por su parte. La “moción de censura en las urnas contra Sánchez”, que es como el PP planteaba hace unas semanas las elecciones municipales y autonómicas del 28 de mayo, tendrá que esperar.

La historia tiene visos de repetirse. En mayo de 2019, el PSC dobló su representación en el consistorio barcelonés, pasando de 4 a 8 concejales, y eso no fue mérito de Collboni, que cogió las riendas con 11, sino de dos factores externos. Primero, al clima general en España, tras la llegada de Sánchez a la Moncloa en junio de 2018 con su primer “gobierno bonito”, seguida de la negativa de los independentistas a apoyar los primeros presupuestos en paralelo al aquelarre del “trifachito” en la plaza Colón. Sánchez tuvo olfato, convocó elecciones y el PSOE las ganó muy por delante del PP y de Ciudadanos, que un año antes aparecía como la fuerza favorita con Albert Rivera. Y el segundo factor que jugó a favor de Collboni fue el regalo que le hizo Ada Colau expulsándolo del gobierno municipal en 2017 como represalia por el apoyo socialista a la aplicación del artículo 155. El candidato del PSC, cuya actitud no fue precisamente destacada durante el procés, pudo disputarle parte de la bandera constitucionalista a Manuel Valls. Finalmente, ERC quedó primera en votos, no lo olvidemos.

Pues bien, esta vez el viento de cola es doble y los astros se alinean para facilitarle la alcaldía a Collboni. En Cataluña, todo ha cambiado, con un independentismo en horas muy bajas, roto por los cuatro costados, y un PSC liderado por Salvador Illa que ha resurgido como una fuerza útil y de orden. Además, en unas municipales, es el partido más fuerte. En cuanto a la política española, el PSOE aguanta y Sánchez todavía no ha dicho su última palabra. A Feijóo se le va a hacer muy larga la campaña. Pese a los nubarrones en la situación económica, España no está mal. Creció el 5% del PIB en 2022 (¡más que China!). El Gobierno podrá lucir buenos datos de empleo, exhibir un claro retroceso de la inflación, de los precios energéticos, trompetear la subida de las pensiones, del SMI, las diversas ayudas sociales, etcétera. Todo eso pesará también en la balanza el 28 de mayo.

Finalmente, y no menos importante, Barcelona. El techo electoral de Colau es su suelo, que resiste mejor de lo esperado, pero con escasa posibilidad de crecimiento, excepto que ERC se desangre terriblemente con Ernest Maragall, y no solo a favor de Xavier Trias. El sentimiento anticolauista es más fuerte hoy que hace cuatro años, lo cual es llamativo. El cansancio se acumula, ya se sabe, y la figura pública de la alcaldesa sufre una visible erosión. El intento por convertir las municipales en la repetición de un duelo Colau/Trias como en 2015 ha fracasado. Es una partida que se juega a tres con Collboni encabezando las encuestas.

La candidatura del exalcalde, que inicialmente cambió el eje de coordenadas de las elecciones, ha ido perdiendo fuerza con el paso de las semanas. La gente recupera la memoria del legado de Trias como alcalde, y lo mejor que se puede decir es que fue discreto, por no decir malo, sin olvidar que tuvo un primer teniente de alcalde, Antoni Vives, condenado en sentencia firme por corrupción. Eso solo ya sería suficiente para que Trias no se hubiera presentado. No es suficiente con querer representar lo contrario de Colau, y lucir un aire de señor de Barcelona; hace falta programa. Además, no se sabe muy a quién representa políticamente con el lío que hay en Junts. Trias tiene mucho de incógnita, y cuando habla mete la pata, como hemos visto con el tema de los coches. La edad también le pasa factura. Frente a todo ello, Collboni, sin generar entusiasmo, tampoco produce rechazo, y para muchos será es el mal menor a la hora de elegir. Al final la política también es eso. Ofrece experiencia y una relativa juventud, y sobre todo fiabilidad por la marca PSC. Lo dicho, si hoy tengo que apostarme una cena sobre quién ganará, me la juego por Collboni.