Pere Aragonès dio claras señales hace días de que ERC iba a propiciar la salida de Laura Borràs tan pronto como el TSJC le comunicase la apertura de juicio oral, cosa que sucedió ayer. Los republicanos se situaban ya en el día después y urgían a que Junts eligiese una sustituta. El incidente protagonizado por su fiel escudero, Francesc de Dalmases, abroncando a una periodista que se salió del guion sobre las preguntas que supuestamente se le podían formular a la presidenta del Parlament en el programa FAQS, ha sido la puntilla para que en ERC se disipara cualquier duda. No es el primer caso de matonismo en Cataluña contra la libertad de prensa, claro está, pero ha sido muy oportuno para inclinar del todo la balanza.

Durante todo este tiempo Borràs se ha quedado sola defendiendo la tesis de que es víctima de la guerra judicial del Estado español contra el movimiento separatista. Entre tanto, en TV3 llevan días abonando el terreno para que su caída no acabase en otro cisma entre las bases independentistas. En cualquier caso, ningún consejero de Junts pensó jamás en abandonar el Govern por una presunta corrupción que nada tiene que ver con el procés ni con la cacareada represión. Ahora la única duda es si Borràs dimitirá voluntariamente, accediendo al deseo de Jordi Turull, secretario general de su partido, o será apartada con la mayoría absoluta que tienen el PSC, ERC y la CUP en la Mesa de la Cámara catalana. Nadie llorará la caída de Borràs, a excepción de una parte de los diputados de Junts y del círculo personal más próximo.

Para los sectores de Junts que desean conectar con el legado de Convergència y regresar a un cierto realismo, la caída de Borràs junto a la de Dalmases, que además de diputado es vicepresidente de la formación, es una buena noticia, un alivio, pensando sobre todo en las próximas municipales, donde es posible un escenario de acuerdos locales con el PSC en detrimento de ERC. Para Junts el problema de verdad no es Borràs, sino el posible regreso a España de Carles Puigdemont. Pues no será como prometía su abogado Gonzalo Boye, entrando por la puerta grande, siendo intocable, con la justicia europea dándole la razón frente al juez Pablo Llarena. Si regresa tal vez sea tras haber sido detenido en aplicación de la euroorden, aunque seguramente antes iría a refugiarse a Suiza, sin descartar del todo que un día se presente voluntariamente ante el Tribunal Supremo si una reforma del Código Penal, como pretenden ERC y comunes con la conformidad del PSOE, modifica el delito de sedición y rebaja sustancialmente las penas por lo sucedido en Cataluña en 2017. Tras la caída de Borràs por corrupción, al mito Puigdemont también le llegará su hora.