Alguien debería recordarle a Elisenda Paluzie, mandamás de la ANC, aquel consejo que recomienda, metafóricamente, no meter todos los huevos en la misma cesta. Su toma de partido por Puchi y su asco nada disimulado a los de ERC no va a llevar a su funesta organización a ningún sitio razonable. Para empezar, dos pesos pesados del partido del beato Junqueras, Anna Simó y Josep Huguet, ya le han dicho que va a ir a su manifestación de la Diada su tía, pues ellos no están para aguantar los previsibles escraches y abucheos (a lo que hay que añadir la decisión de Paluzie de apartar a los políticos en general de la primera línea de la manifestación, cosa que a éstos, que son de natural dados a hacerse notar, no les ha parecido nada bien, aunque también es verdad que es más discreto linchar a los republicanos ocultos entre la masa que hacerlo si van en primera fila).
La ANC ha decidido incluir a ERC entre los enemigos de la patria, que ahora son tildados de botiflers y vendidos, sobre todo Gabriel Rufián, quien, desde que recuperó aparentemente la cordura, está viendo como los mismos que le reían las gracias cuando se presentaba en el Congreso con unas esposas o una impresora ahora lo tildan de charnego, españolista o, directamente, hijo de puta. No detecto muchas luces en la señora Paluzie y sus minions, pues es del dominio público que ERC cortará el bacalao en Cataluña a medio plazo y que su admirado KRLS acabará en el trullo tarde o temprano, a no ser que se instale en Rumanía y ponga a la parienta a echar las cartas de nuevo. Desde ese punto de vista, la actuación de la ANC resulta suicida, pues se está ganando unos enemigos muy rencorosos y que, además, aún no han superado las desgracias del Ayuntamiento y la Diputación de Barcelona.
El odio a ERC se debe, claro está, a que las huestes del beato encarcelado se han dado cuenta de que la independencia no es inminente, que hay autonomía para rato y que, como dice el refrán, estos bueyes tenemos, con estos bueyes aramos. No está Rufián para inspirarse en el pensamiento mágico de Puigdemont, sino para eternizarse en un oficio que le salva de volver al mundo real, donde tendría serios problemas para encontrar trabajo. La independencia es para ERC una pantalla pasada, y desde su celda de Lledoners, el bueno de Oriol solo piensa en destruir lo que queda de Convergencia cuanto antes mejor: si se renueva la euroorden contra Puchi y nos lo devuelven, el beato se llevará una alegría colosal. Y, mientras tanto, la señora Paluzie, convencida de que vive en una república y que solo falta cerrar unos flecos para presentarnos en la ONU como un nuevo estado europeo.
Estamos asistiendo a una batalla entre los que aceptan la realidad y los que la niegan, y la ANC ha decidido, de manera insensata, tomar partido por quienes viven en la inopia o en Waterloo, que viene a ser lo mismo. Si dentro de un tiempo se acaban las subvenciones para la ANC o la ilegalizan --y no la justicia española, sino algún juez catalán de ERC--, que no me vengan con gimoteos y que le pidan explicaciones a la señora Paluzie, responsable última del suicidio colectivo de tan patriótica y amarillenta secta.