Como todos sabemos, Toni Soler y su esbirro Jair Domínguez acaban de liarla parda con un gag en su hilarante programa de televisión Està passant a costa de la Virgen del Rocío en particular y de los andaluces en general. En mi opinión, las protestas, lógicas y razonables, al respecto se equivocan de objetivo al centrar su berrinche en la parte religiosa del asunto. Para mí, lo grave del desaguisado es el componente racista de la supuesta gracia, que queda de manifiesto en la burla del acento andaluz que, por otra parte, ha sido una constante del lazismo que se pierde en la noche de los tiempos y que demuestra, una vez más, que el independentismo catalán exhibe un fuerte componente racista que ya se manifestaba, incluso, en la época de Franco, cuando se inventó el término charnego para despreciar a los emigrantes andaluces y murcianos (como el racismo también evoluciona, en cuanto llegó la emigración sudamericana, algún desgraciado se inventó el término panchitos para describir a quienes le servían el cortado sin tomarse la molestia de averiguar que el término catalán es tallat). Con los charnegos, al racismo se unía el asco a los pobres, pues a nadie se le ocurría calificar de tales a los hijos de la burguesía local criados en castellano: Money talks, que dicen los anglos.

El humor racista es un oxímoron, pero es el único que son capaces de practicar los indepes, que solo brillan con luz propia a la hora de hacer reír cuando lo consiguen de manera involuntaria (y con harta frecuencia, por cierto). Salvo los lazis, nadie les ve la gracia a nuestros humoristas patrióticos, más que nada porque sustituir el ingenio por el odio no es lo más eficaz a la hora de suscitar la hilaridad del respetable. Como ignoran lo que es la ironía, a los graciosillos del régimen solo les queda el sarcasmo malasombra y el odio al vecino, aunque también es verdad que con eso ya van tirando para llegar a final de mes.

Pero incluso en el humor lazi hay clases sociales. Jair Domínguez, Peyu y demás reyes de la risa forman parte de la clase de tropa, mientras que gente como Toni Soler pertenece a la aristocracia económica del régimen (solo en el 2022, este sujeto nos sacó a los catalanes, vía sus basurillas para TV3, la bonita cantidad de cinco millones seiscientos mil euros). Es curioso que el primero en tratar al señor Soler como se merece haya sido su (supuesto) compañero de filas Valtònyc, al que llamaron desde el Està passant para pedirle permiso para insertar un plano suyo en alguno de sus tronchantes gags. La respuesta del mallorquinarro consistió en decirle a Soler que ni hablar de usarlo para sus lucrativos negocios y en proponerle que, cuando tuviera un rato libre, se dejara caer por Flandes para, literalmente, comerle los huevos (aunque no aclaró si por delante o por detrás, siendo esta segunda opción algo más ofensiva que la primera, pues implica que el lamedor debe introducir forzosamente la nariz en el ojete del lamido).

Reírse de la Virgen del Rocío y de lo que Machado llamaba la fe de sus mayores puede ser discutible e innecesario, pero lo peor del gag es el racismo que transpira y que es consustancial al independentismo. Conscientes de haber sido pillados en un renuncio, los diarios del régimen han contraatacado con la quema de tres muñecos (representando a Puigdemont, el chaquetero Comín y la siempre rabiosa señora Ponsatí) en el pueblo riojano de Alfaro para celebrar el Día de los Judas (tradición milenaria, por cierto). Como si fuera lo mismo ofender a toda una comunidad que a tres personajes por los que nadie, a excepción de sus fans, siente ningún afecto ni respeto.

Los lazis llaman facha a cualquiera que les lleve la contraria, cuando les bastaría con mirarse al espejo para toparse con un facha de manual y un racista despreciable. Perpetrado el desaguisado a costa de la Virgen del Rocío, lo que sigue es previsible: quejas de la Junta Andaluza que no llegarán a nada y TV3 mirando hacia otro lado con la ayuda del CAC, que no en vano está presidido por Xevi Xirgo, amanuense de Puchi, el único periodista del mundo que necesita a otro periodista para que le escriba los libros. Optar por la religión cuando lo que está a la vista es el racismo no deja de ser una manera de caer en la trampa de Soler y sus secuaces, que así pueden dárselas de laicos librepensadores cuando solo son una pandilla de malajes con un ojo en la taquilla que se lucran a costa del odio a los diferentes. Una actitud que en la Cataluña catalana está muy mal vista, siempre que esos diferentes vivan a miles de kilómetros de aquí, pues ya se sabe que los que están entre nosotros solo aspiran a nuestra destrucción.