Transita orgulloso porque ha sido abuelo. Es, junto con la política, su principal dedicación a los 58 años. Tras abandonar el Govern de la Generalitat junto al resto de consejeros de su partido que escenificaron la ruptura con ERC, son centenares los que en Madrid y Barcelona se preguntan cuál será el futuro de Jaume Giró Ribas. Periodista, comunicador del sector de la energía, directivo de las Torres Negras, agitador futbolístico, conspirador burgués, pescador aficionado, trabajador insaciable y ambicioso en la búsqueda del poder, bon vivant y mejor gourmet, el exconsejero de Economía y Hacienda de la Generalitat está desempleado. Literal.

Su salida del principal empleo de su vida fue amarga. Se agrietaron los puentes de diálogo con su jefe Isidro Fainé y la colaboración desarrollada durante una larga etapa de mutua confianza saltó por los aires cuando el líder del grupo Caixa conoció que Giró había acumulado una agenda personal propia no coincidente con los intereses de la entidad y la línea filosófica propia del holding financiero e industrial. Ya no se han recuperado aquellas complicidades del principio entre ambos y desde diciembre de 2019 las relaciones han quedado secuestradas por un resentimiento recíproco no resuelto que aún late amenazante y es voz pópuli en las plantas nobles de la ciudad.

Cuando salió de la Fundación Bancaria La Caixa intentó la emprendeduría como alternativa a los puestos de responsabilidad ocupados por cuenta ajena hasta esa fecha. Le duro poco su Giró Consultants y apenas nada su experiencia como editor digital con The New Barcelona Post. Los vendió y se alejó de cualquier posible cruce de intereses incompatibles cuando la voz de la política le susurró al oído.

Giró busca reivindicarse desde que abandonó la constelación Fainé. Primero con el Barça, luego con su negocio privado y más tarde con la política. El mayor mérito fue alcanzar un puesto en el Govern independentista de coalición en una de las consejerías más deseadas. Se sentía a gusto. Solo hubo de radicalizar su discurso nacionalista anterior para alinearse con el grupúsculo hiperventilado de dirigentes de JxCat que ponían en duda su adhesión a la causa. Recuperó el discurso del déficit fiscal con España, se creyó el mantra de la represión del Estado, odió un poco al Rey y, a diferencia del resto de miembros acomodaticios de su partido, inició una carrera para hacerse presente en el territorio catalán como antaño habían hecho políticos de gran recorrido como Miquel Roca (CiU) o Josep Maria Sala (PSC). El objetivo no era otro que ganarse la confianza de la organización política y ser presidenciable del nacionalismo neoconvergente a la Generalitat en próximas elecciones.

El fracaso de su última aventura está lejos de la siempre invocada sombra de Fainé. Se le acabó la coartada del maligno o de sus emisarios. La actuación del clan de poder de JxCat ha fastidiado su personal hoja de ruta. Hubo de saltar del Govern sin compartir la decisión y el hecho de no ser siquiera diputado en el Parlament le deja fuera de la política directa y activa. En cualquier caso, comprometido con Jordi Pujol y algún otro dirigente de la antigua Convergència, Giró explica que seguirá alrededor del partido hasta al menos las elecciones municipales de mayo próximo. Quiere moderarlo, alejarlo del marasmo en el que se halla. Liderar el regreso a una Convergència 2.0 en la medida que se lo permitan. No está alineado con Carles Puigdemont, cuyo personaje ha superado a la persona, y vive muy distante del pernicioso clan formado por Laura Borràs, Francesc Dalmases, Jaume Alonso Cuevillas… Quiere ayudar a los alcaldes de su formación y darles apoyo, tal y como se comprometió con ellos en las excursiones de fin de semana que hacía por los pueblos y ciudades. Entre tanto vivirá del patrimonio acumulado. No lloren por él, eso lo ha hecho bien.

Es el primer hito al que se ha lanzado en este tiempo nuevo. Dice haber recibido proposiciones para comercializar en Cataluña algún banco de negocios o hasta que su nombre ha sido situado sobre la mesa para ser uno de los candidatos a la presidencia de la Cámara de Comercio de Barcelona, que hoy controlan desde la independentista ANC, en cuanto tengan lugar las próximas elecciones. De momento dice no, la política le ha subido por el sistema circulatorio y parece haberse apoderado de su calculador cerebro.

También se ha especulado largamente con su paso al negocio de la comunicación. Niega tener nada que ver con Jaume Roures ni ser su punta de lanza en proyecto alguno de medios. Ni festeja. Diferente es su amistad personal con el editor nacionalista José Antich. Esa no la esconde, aunque desmiente que descienda al negocio. Habrá que ver la liquidación de la inversión en publicidad institucional que Giró ha autorizado en 2022 desde su departamento en el medio del amigo para saber el amor que aún se profesan a día de hoy. En ERC se frotan las manos para ver cuánto vale el experiodista para sus amigos a partir del día en que se quedó sin firma para repartir fondos a los diarios.

Giró intentará seguir, pero tiene escasos agarraderos o facilitadores de su regreso a primera línea. Lo tiene difícil incluso en la política. Habrá que ver qué sucede con las listas de JxCat para las municipales y conocer qué piensa hacer Xavier Trias en Barcelona. Son los pocos huecos abiertos en su horizonte inmediato.