Regresa el metrónomo. Xavi vuelve a casa y la marca Barça pone un pie lejos del enjambre catarí, sede del Mundial de Futbol de 2022. Hay sinergias que no merecen perdón y amigos que matan, como se vio el día en que la camiseta del més que un club pasó de Unicef a Catar Fundation. Cuando apenas falta un año para la celebración del gran trofeo, los migrantes procedentes de Bangladesh, India o Nepal, que trabajan en las reformas del estadio Jalifa de Doha, están siendo explotados “hasta casi la esclavitud”, denuncia Amnistía Internacional.
En las últimas elecciones del Barça, Xavi empezó siendo el secretario técnico del candidato Víctor Font y se dejó querer por todos menos por Laporta que renegó del entrenador. Ahora se abrazan ambos en señal de concordia. Xavi se ha puesto finalmente a tiro y el socio se relame: patirem però disfrutarem, dice la salmodia típicamente barcelonista. Hernández no tiene los padrinos que tuvo en su día Guardiola, ni el enchufe de la boutique jurídica que aconsejó el fichaje de Pep en 2008; el nuevo míster tampoco cuenta con los efectos especiales de los llorados Armand Carabén o Johan Cruyff. No es un forjador, pero es un buen continuador. Hubiese encajado en el Barça inolvidable del Palco de textiles, químicos y académicos: los Carreras, Carrasco, Montal, Uriach o Fabián Estapé. Hubiese terminado mal con los constructores, Núñez, Reyna y compañía. Y ahora tiene ante sí un final incierto con los pseudo-digitales indepes de hoy, controlados por los avales de José Elías y Jaume Roures.
Sin los pivotes que siempre tuvo a su lado el bueno de Busquets y con los pequeños cantores --los Gabi, Nico, Pedri o Ansu--, el míster se atreve; él sabrá. La masa social, que este año huye del asiento y se ahorra la cuota, no está convencida. Para volver al Camp Nou, el público exige sangre y arena, es decir un entrenador capaz de exprimir a los jóvenes y despedir a los veteranos sobre cuyas espaldas pesan las palizas vergonzosas en Champions. Cortará cabezas, como prometió, si los delanteros no bajan a defender.
Xavi, el pelopo (así le llamaba el vestuario) habla claro; el máquina (su segundo apodo) tiene ese puntito de mala leche que se necesita para hacer correr a Piqué, el central más lento de Europa y dueño de la Copa Davis by Rakuten de Madrid, una “ciudad ejemplo, envidiada por Barcelona”. Tiene razón el piquito de oro. El negoci és el negoci: “bienvenido siempre a tu casa” la contesta el alcalde Martínez-Almeida. De momento, el Real de Florentino nos gana por paliza futbolística y la capital mella nuestra imagen urbanocolau, de vocación tercermundista.
Laporta ha olvidado estrechar la mano del presidente del club catarí, Mohammed bin Khalifa al-Thani. Sus enviados especiales a Doha, Yuste y Alemany, dicen que lo tienen hecho, pero Catar no quiere dinero; para soltar a Xavi, apenas pide la pólvora del Rey; lo que le importa al califato es mantener intacto el honor internacional de un país que no respeta los derechos humanos. El Barça traga y Laporta se dice que mientras tengamos amigos en el Golfo Pérsico, todo lo demás, nos vale un pimiento. Cuando nos aprieta el zapato, rechazamos el apotegma clásico, Nulla aesthética sine ética (no hay estética sin ética). El Club se pasa por el arco de triunfo la Responsabilidad Social Corporativa, porque los valores no ganan títulos y, si hemos alejado la pelota de la alta voz del muecín, es precisamente para intentar ganarlos.