El Fondo de Apoyo a la Solvencia de Empresas Estratégicas, instrumentado por el Gobierno, acaba de inyectar más de 500 millones a cuatro sociedades que estaban al borde del desplome. Se trata de la ingeniería Técnicas Reunidas, el conglomerado turístico Wamos, la casa de cambio de divisas Global Exchange y el fabricante de aleaciones de silicio y manganeso Ferroatlántica. Este último es el que menos fondos ha percibido, 34 millones. Y Técnicas Reunidas el mayor beneficiario, con nada menos que 340 millones.

En todos los casos, el dinero aportado se divide en dos fragmentos. Uno corresponde a préstamos ordinarios. El otro, a aportaciones revestidas de la condición de préstamos participativos, es decir, que computan como fondos propios de las empresas rescatadas.

El Fondo nació con una dotación de 10.000 millones. Hasta la fecha solo ha desembolsado poco más de 2.000 millones y ha salvado del desastre a 13 grupos corporativos, en su mayor parte relacionados con el turismo.

Entre los receptores de las facilidades pecuniarias figuran dos hoteleras, Hotusa y Serhs, y dos aerolíneas, Air Europa y Plus Ultra. La transfusión a esta última de 53 millones al poco de ponerse en marcha el fondo de marras, es motivo de un escándalo estupefaciente. En efecto, Plus Ultra es una minúscula entidad de origen venezolano que carece de valor estratégico alguno para España, mueve unos volúmenes ínfimos de tráfico celeste y ni siquiera posee aviones propios. En resumen, es un entramado del montón, o sea, de tres al cuarto. Su rescate despide un intenso hedor a enjuague inconfesable.

De hecho, esa operación levantó en los medios informativos una polvareda de tales dimensiones, que el régimen sanchista hubo de cerrar la ventanilla de sus favores durante muchos meses y detuvo en seco la aprobación de ulteriores desembolsos por parte del Fondo. Este organismo tiene fijada una fecha de clausura de sus actividades, que vence el próximo verano. Entre tanto, a las puertas del ente oficial están acampados desde hace meses varios consorcios, a la espera de que se les otorgue, por fin, el maná que en su día solicitaron.

Entre ellos abundan los dedicados al negocio de las vacaciones y el  turismo. Son de citar, por ejemplo, las hoteleras Hesperia, Room Mate y Selenta, la transportista Julià, la aeronáutica Air Nostrum y la naviera Transmediterránea.

Todas las compañías socorridas o pendientes de recibir ayudas encierran unas características comunes: han perdido dinero a espuertas, atraviesan una situación angustiosa y están contra las cuerdas.

Podrían haber implorado una nueva financiación a la banca. Pero es bien conocido que ésta no suelta un céntimo a peticionario alguno si no presenta pruebas claras de su solvencia.

Ya se sabe que cualquier parecido entre los prestamistas y las hermanitas de la caridad es mera coincidencia. De ahí que a las sociedades agonizantes no les haya quedado otro remedio que echarse en brazos de Pedro Sánchez.

Ya se verá cómo termina este alegre festival de subvenciones sufragadas con cargo al bolsillo de los contribuyentes. Es de temer que varios de los acogidos a la salvaguarda pública acaben en naufragio. En tal caso, las pérdidas se las habrá de tragar enteras el pueblo soberano. Es este un fenómeno que sucede últimamente, con excesiva frecuencia, por nuestros andurriales.