Hoy se cumplen cinco años del 1-O, el cenit de lo que en Cataluña conocemos como el procés, una palabra incorporada a nuestro léxico cotidiano pero que cuesta pronunciar sin pensar en la obra homónima de Kafka. Por sus situaciones incomprensibles, rocambolescas y repetitivas, pero también porque parece querer quedarse entre nosotros para siempre sin un capítulo que le ponga fin.
Este nuevo aniversario del 1-O llega en un momento crítico para la ciudadanía. La crisis derivada de la pandemia y la guerra en Ucrania han convertido la cesta básica de la compra en un objetivo inalcanzable para muchos hogares. Save the Children dice que un 34% de nuestros niños y niñas (¡un 34%!) vive bajo el nivel de la pobreza. La inflación oprime a los autónomos, a las empresas pero sobre todo a la clase trabajadora sumándose a la incertidumbre por la crisis energética que augura un invierno difícil a los países europeos. Otros problemas ya conocidos, como la dificultad de acceder a una vivienda o a un empleo digno, se han agudizado.
Lo normal sería que nuestros gobernantes estuvieran trabajando a toda máquina para encontrar soluciones, o al menos alivio a estos desafíos. En Cataluña, sin embargo, el govern ha preferido convertir el Debate de Política General, la cita anual que debería fijar la hoja de ruta de las políticas públicas, en el escenario de la guerra interna que mantienen los socios de gobierno, ERC y Junts. En vez de poner algo de luz a esta situación kafkiana, nuestra televisión pública, TV3, ha optado por cubrir cada declaración, cada movimiento en relación a las desavenencias, como si fuera normal que nuestros gobernantes olvidaran por completo lo que debería ser prioridad.
En esta normalidad, TV3 tampoco ha considerado que este nuevo aniversario del 1-O debería ser un momento para reflexionar sobre la división que ha producido en Cataluña tensar las instituciones y la vida política hasta el límite, sobre los errores que nos han conducido hasta el espectáculo bochornoso que hemos vivido esta semana. Lo que ha hecho, en cambio, es programar un nuevo documental (sí, otro más) sobre cómo se organizó la distribución de las urnas el 1-O. Una producción de autor, desde el punto de vista sólo de las personas que participaron de forma entusiasta, salpicado de testimonios y momentos emotivos y de una supuesta teoría de la conspiración por parte de las fuerzas del Estado. Ni un espacio para visibilizar a la ciudadanía que vivió con angustia y tristeza una jornada que para algunos representó una gesta épica pero para muchos otros fue un quiebre institucional y democrático sin precedentes.
Si una persona extranjera se hubiera informado sólo por TV3 estos días le costaría imaginar que hay una parte importante de la sociedad catalana que no participó en el 1-O, que su preocupación ahora mismo no es la división de los partidos independentistas sino el diálogo y la necesidad de que las fuerzas políticas alcancen acuerdos en torno a los grandes temas de los que depende su día a día y que deberían centrar el Debate de Política General.
Cataluña necesita recuperar la normalidad de las instituciones pero necesita también recuperar su televisión pública. Una que privilegie, como hace la BBC, las entrevistas en profundidad, los paneles de expertos, los reportajes informativos, por sobre las omnipresentes tertulias en las que siempre intervienen las mismas personas, con el mismo discurso, enfocado desde el mismo punto de vista. Y cuando hablamos de pluralismo, no hablamos sólo de pluralismo político, también hablamos de pluralismo económico, social o cultural. La sociedad catalana es diversa y esto es una riqueza que debería verse reflejada en su televisión y su radio pública que tienen que contribuir a que Cataluña comparta esperanzas y objetivos.
En el Debate de Política General celebrado por las Cortes Valencianas esta misma semana, su presidente, Ximo Puig, recordaba que la ciudadanía está harta de enfrentamientos dialécticos, que no quiere vivir en la permanente ansiedad electoral o con panoramas apocalípticos. Ante una crisis muy dura y un futuro incierto, esperan soluciones, medidas, ayudas, pero también esperanza.
En Cataluña, el Govern ha sido incapaz de buscar soluciones, acordar medidas, pactar ayudas y transmitir un poco de esperanza a los catalanes y las catalanas que siguen en lista de espera y que desearían que su televisión pública visibilizara que nada de lo que hemos vivido esta semana es normal.