Fallece Françoise Hardy, Macron da un puñetazo sobre la mesa, violencia política de baja intensidad en Alemania
Ha fallecido Françoise Hardy (1944-2024), la cantante sentimental, melancólica y suave, portavoz de generaciones de chicas y encarnación de sueños de chicos, nada que ver con, digamos, Taylor Swift, especialista en el kiss and tell (besa y cuéntalo). Otros tiempos.
Por descontado, toda la prensa francesa lleva a portada la triste pero prevista noticia. Estaban los obituarios escritos desde que ella misma contó que por culpa de sus enfermedades llevaba una vida “de pesadilla” y le reclamaba al presidente Macron una ley de eutanasia. En todas las televisiones se proyectan sus actuaciones en directo.
En el despliegue de retórica quizá el mejor sea Libération, que recuerda una entrevista en la que le preguntaban a F. H. qué sentía cuando se miraba al espejo: “Bueno, nada, en el espejo sólo me veo desde afuera, y la imagen es una cosa superficial”, respondió ella. El periodista entonces le preguntó: “¿Y cuando se mira al interior? ¿Qué piensa entonces?”. Al fin y al cabo era una estrella del espectáculo… Hardy entonces guardó un momento de silencio y dijo: “No lo hago a menudo. Prefiero no mirar, me da miedo”. ¿Miedo de qué? “Miedo del vacío que encontraré dentro”.
Podemos pasar de lo que dicen Le Monde o Le Figaro. Para perfilar al personaje basta, con perdón, con lo que escribí yo en Crónica Global a principios de año, o sea, que fue una mujer con una suerte inaudita, pues se hizo famosa y rica con su primera canción: se presentó al anuncio de una compañía discográfica que buscaba cantantes nuevos, jóvenes, frescos; gustó, le publicaron el primer disco y gustó al mundo entero. Desde el principio el tono de sus discos era siempre amoroso y melancólico: “Siempre he sido la misma, me gustan las bellas canciones hechas con fondo de violines. Sólo me gustan las canciones tristes”.
También aquí recordé los libros que escribió: “Es una persona de una sensatez e independencia de juicio muy considerables, elegantemente modesta y a la vez abierta, sin remilgos, pragmática, como se ve en sus memorias (de 2008) Le désespoir des singes (La desesperación de los monos), en la novela L’amour fou (2012) y en sus dos últimos libros, provocados por la declaración de una grave enfermedad, un linfoma de Malt: Opiniones no autorizadas (2015), donde encontramos detallada y quizá excesiva información sobre las lavativas y endoscopias a las que tuvo que someterse, y Un cadeau du ciel (2017), donde cuenta su afortunada curación in extremis (luego fallida). Finalmente, en Chansons sur toi et nous (2021) celebró sus relaciones con las personas que le influyeron”.
El puñetazo en la mesa de Macron
La otra noticia que interpela a los franceses, y a buena parte de los europeos, es el golpe en la mesa, golpe de audacia, algunos dicen que suicida, que ha dado el presidente Macron tras sus magros resultados en las elecciones al Parlamento Europeo del domingo pasado y la victoria inapelable del Rassemblement National (RN) de Marine Le Pen. El mismo día de la derrota aplastante, Macron disolvió el Parlamento y convocó elecciones para el 30 de este mes y el 7 de julio.
Mientras, el líder de los conservadores (Les Républicains, LR), Éric Ciotti, ha sido sacado a patadas de su partido por haber declarado que estaba muy dispuesto a pactar con el partido de la señora Le Pen. El desconcierto del bando conservador es enorme ante el ascenso de la extrema derecha.
Lo de Ciotti era “un pacto con el diablo”, según el presidente de la República, Emmanuel Macron. Macron, que es un excelente orador, ayer pronunció un solemne llamamiento –es un momento de trascendencia histórica, dijo– y ofreció una larga rueda de prensa reclamando que todos los partidos demócratas –socialistas, verdes y cristianodemócratas– se unan en torno a él para “darle una respuesta democrática a la fiebre extremista”, tanto de la extrema izquierda como a la extrema derecha.
Esos extremos pescan votos a cuenta de la inseguridad, de los problemas raciales, del gamberrismo de algunos inmigrantes, problema al que Macron tras hacer mea culpa se comprometió a poner freno con aplicación de una legislación más dura, al mismo tiempo que explicaba que el problema no es tan grave como lo pintan, magnificándolo, los medios de comunicación. Interesante es este párrafo de su discurso (según lo transcribe la agencia AP):
“Sí, desde luego tengo una responsabilidad, sin duda, en el hecho de no haber aportado una respuesta lo bastante rápida y radical a inquietudes legítimas de nuestros compatriotas”, reconoció, y a renglón seguido explicó que el ascenso aparentemente imparable de la extrema derecha obedece tanto “al sentimiento de pérdida de control, de desposesión, a los miedos que existen, también al sentimiento de desclasamiento que hay en algunos de nuestros barrios” (en referencia a los de mayor proporción de inmigrantes). Pero también critica a las empresas mediáticas porque “en cuanto se produce un fait divers (un suceso, un crimen, un atentado) de inmediato se monte en épingle (se exagera fuera de toda proporción)”.
Como ejemplo de tal exageración, Macron citó una conversación que sostuvo el lunes con el alcalde de Oradour-sur-Glane, ciudad salvajemente destruida durante la segunda guerra mundial por los ejércitos alemanes, que mataron a todos los varones y quemaron vivos a mujeres y niños. Allí el domingo pasado ganó claramente el FN: “¿Acaso en su ciudad pasan cosas dramáticas?”, le preguntó el presidente al alcalde. Este le respondió: “No, pero cuando la gente está todo el día delante de la tele o de las redes sociales y ven que esto es La Naranja mecánica, se dicen: 'Esto me va a pasar a mí'”. Macron critica que “si siempre destacamos la emoción negativa, si sobrerreaccionamos al episodio puntual, gana el que representa mejor la emoción negativa, pero así no se gobierna”.
Violencia política en Alemania
Entretanto, en Alemania menudean los ataques callejeros contra representantes políticos. La situación es tan dramática en estos momentos que la ministra federal del Interior, Nancy Faeser, del Partido Socialdemócrata (SPD, de centroizquierda), ha decidido que hay que hacer algo. Aunque sólo fuera simbólicamente, dijo.
Según cuenta Der Spiegel, el sábado, en Dresde, cuatro jóvenes alemanes golpearon a Matthias Ecke, principal candidato del SPD en las elecciones al Parlamento Europeo por Sajonia, hasta el extremo de que tuvo que ser atendido en el hospital por la fractura de un pómulo y la cuenca del ojo. Le atacaron cuando estaba pegando carteles de campaña. Los ministros del Interior ni siquiera tuvieron ocasión de conectarse a la videoconferencia que Faeser había convocado cuando aquel mismo día, hacia las 16.15, un hombre golpeó en la cabeza a la senadora berlinesa de Economía, Franziska Giffey (SPD), con un objeto contundente envuelto en una bolsa. Giffey se encontraba en una biblioteca pública del distrito berlinés de Neukölln.
En los últimos días se han producido numerosos ataques contra políticos y trabajadores electorales voluntarios. “La sociedad ha alcanzado un nuevo nivel de embrutecimiento”, señala el rotativo, que da la lista de otros incidentes parecidos en los últimos meses:
“Se pueden encontrar ejemplos de hostilidad en todos los partidos de muchas regiones de Alemania. El alcalde Florian Liening-Ewert, de la Unión Socialcristiana (CSU), partido de centroderecha, encontró hace poco las dos mitades de una cabeza de cerdo en la puerta de su casa en la región de Baja Franconia, en Baviera. Hace tres semanas, cuando Tim Wagner, diputado federal del Partido Democrático Libre (FDP), favorable a los empresarios, ayudaba a pegar carteles de campaña en la ciudad de Eisenberg, en el estado oriental de Turingia, tres matones acabaron pateando su coche. Mientras tanto, Arnd Focke, del SPD, dimitió como alcalde de la ciudad de Estorf, en el estado occidental de Baja Sajonia, tras sufrir las hostilidades de la extrema derecha”.
“Se trata de actos que normalmente sólo aparecen en los titulares o en la conciencia pública durante un breve espacio de tiempo. Sin embargo, en conjunto actúan como una solución corrosiva: gota a gota, acto a acto, erosionan las estructuras democráticas. ¿Se corroerán hasta el punto de amenazar con el colapso?”.
“En 2023, el Gobierno alemán informó de 86 delitos violentos contra el partido de extrema derecha Alternativa para Alemania (AfD), 62 casos contra Los Verdes, 20 contra el partido de extrema izquierda La Izquierda, 19 contra la CDU de centroderecha, 10 contra el FDP y dos contra la CSU”.
Ahorramos al lector, siquiera por esta semana, los últimos acontecimientos en los no tan lejanos frentes de batalla y de exterminio. Las cosas ya son lo bastante amargas. Y ha muerto Françoise Hardy.