Los fantasmas del pasado convergente vuelven: corrupción y recortes
La condena firme del caso Palau y la insuficiencia presupuestaria ante el coronavirus derivada del tijeretazo de CDC abocan a los sucesores de Artur Mas a extremar su ataque preelectoral contra ERC
4 mayo, 2020 00:00Enero de 2018. Artur Mas pone la mano en el fuego por quien fue su tesorero en Convergència, Daniel Osàcar: “Esta no es la sentencia definitiva. Veremos qué pasa en un tiempo cuando el Tribunal Supremo se pronuncie". Pues ya hay sentencia definitiva, la que confirma las condenas de los cerebros del expolio del Palau de la Música y la financiación irregular de CDC.
Mas ha hecho mutis por el foro, al igual que sus sucesores, Carles Puigdemont y Quim Torra, quienes intentan demostrar lo indemostrable, esto es, que ellos no tienen nada que ver con CDC. Que la catarsis convergente de 2016 dio carpetazo al histórico partido que fundó Jordi Pujol. Y que Junts per Catalunya es hoy una formación transversal que está por encima del eje izquierda-derecha.
La corrupción no pasa factura
“La corrupción no le suele pasar factura electoral a CDC y tampoco a Artur Mas, un condenado por el 9N que no renuncia al primer frente político, pero el estigma del 3% permanece”, admiten fuentes soberanistas. El procesismo creado por el expresidente ha logrado tapar tanto el desvío de fondos hacia el partido a través de la adjudicación de obra pública como los recortes en el gasto social, nunca revertidos, durante la crisis económica. Hasta hoy.
Porque tanto la sentencia del Supremo como la lucha contra el coronavirus han resucitado esos fantasmas del pasado frente a una ERC que todavía puede hacer ostentación de mans netes y tolerancia cero contra la corrupción, así como de unos presupuestos de la Generalitat de 2020 que, si bien han quedado desfasados y están por debajo de las cifras de 2010, han sentado las bases de un futuro tripartito en el que JxCAT está fuera de juego.
Lo dice Jessica Albiach, presidenta de Catalunya en Comú-Podem, formación cuya abstención ha permitido aprobar unas cuentas y una reforma fiscal perjudicial a ojos del sector empresarial, pero acorde con la recuperación de ese eje izquierda-derecha que los neoconvergentes intentaron enterrar.
La pillada de Costa
De ahí que, en los últimos días, y ante la perspectiva de unas elecciones catalanas sin fecha en el calendario debido a la crisis del coronavirus, los ataques de JxCAT contra ERC se hayan intensificado. La pillada de Josep Costa, vicepresidente del Parlament y enemigo declarado del presidente de la Cámara catalana, Roger Torrent, es solo un ejemplo de lo que está por llegar.
“Mas es hábil, nunca ha bajado al barro ni lo hará, es su marca. No se despeina nunca”, explica un diputado catalán. Es cierto que la corrupción y los recortes le acabaron pasando factura, pues la CUP pidió su cabeza al identificarle con el capitalismo, el business friendly, las políticas de austeridad. Eso ocurría en 2016, dos años después de que Jordi Pujol, su padre político, confesara que había tenido dinero oculto en Andorra. El histórico convergente no irá a la cárcel porque el delito ha prescrito, a pesar de que se ha demostrado que evadió fiscalmente casi un millón de euros.
La presentación del libro de Artur Mas permitió ver juntos a ambos expresidentes en un acto multitudinario en La Pedrera. ¿Arrepentidos? ¿Avergonzados? Para nada. Y mientras tanto, TV3 intentando blanquear la figura de Pujol. Pero la Justicia sigue atando cabos y, a finales de abril, daba un nuevo revés a la gestión de Mas. El juez de la Audiencia Nacional que instruye el llamado caso 3%, relativo a la supuesta financiación irregular de CDC citaba a declarar como investigados a los exconsejeros Jordi Jané, Felip Puig, Irene Rigau y Pere Macias. Están acusados de cooperar en el blanqueo de comisiones ilícitas pagadas por empresarios a la extinta formación.
Mas calienta en la banda
Hace meses que Artur Mas calienta en la banda, a la espera de que finalizara la condena de inhabilitación a la que fue sentenciado por organizar la consulta independentista del 9N –concluyó el 23 de febrero-- y de que las diferentes familias neoconvergentes se aclaren. Eso no ha ocurrido todavía y JxCAT intenta ganar tiempo, aunque a estas alturas no se sabe muy bien con qué finalidad. La condena firme de Quim Torra, que no se postula para revalidar el cargo, está al caer, mientras que el debate sobre la retirada de la inmunidad de Puigdemont se prevé para este otoño. Un trámite que el Parlamento europeo tiene que resolver y que puede insuflar ánimos al electorado de Junts.
Mas ha insinuado que un buen tándem electoral pasaría por un presidente “en el exilio” y un jefe de gobierno que llevara las cosas del día a día en Palau. No hace falta imaginar quien ocuparía ese cargo ejecutivo y, de hecho, es la fórmula que sectores de PDeCAT defienden como cierre en falso de una crisis interna que, si no se controla, dará lugar a un cisma o, como mal menor, a la enésima catarsis del espectro convergente.
Apuesta arriesgada
Pero la apuesta por Artur Mas es arriesgada y no garantiza la recuperación total de ese nacionalismo moderado que en su día votó a Convergència. Según los analistas, el voto del bloque independentista y no independentista será muy ajustado, aunque entre los factores que pueden alterar esas proporciones figuran la recuperación del voto converso –se calcula que un millón de catalanes ha abrazado el secesionismo desde 2012 -, la movilización de los indecisos --800.000 repartidos mitad y mitad en el bloque independentista y unionista-- y el catalanismo que CDC dejó huérfano –unos 100.000--. Otra cosa es la estrategia de pactos. Y, hoy por hoy, JxCAT tiene las de perder.
Por eso no paran de surgir posibles candidatos: Miquel Buch, Marc Castells, Jordi Puigneró, Damià Calvet, Àngels Chacón… La lista es tan larga como grande es la confusión existente en la actualidad con ese espectro convergente.