La bochornosa sesión de este lunes en el Parlament ha confirmado que la legislatura está agotada. En realidad, nació muerta, con un presidente de la Generalitat interino cuyos reiterados llamamientos a la épica durante su año y medio de mandato se han materializado en poco más que pedir a los CDR que apretaran, colgar una pancarta en favor de los condenados por sedición y amenazar a los magistrados del TSJC con lanzarles ventosidades.

La novedad es que ahora hasta los partidos independentistas reconocen que no pueden esconder mucho más tiempo su inacción e incompetencia. Las propias encuestas de la Generalitat son una evidencia de ello. El último estudio del CEO, del viernes pasado, señalaba que solo el 1,6% de los catalanes cree que “este Govern está resolviendo los problemas” de Cataluña, mientras que el 61,6% considera que el actual ejecutivo autonómico “no sabe cómo resolverlos”.

Ante la inevitable e inminente vuelta a las urnas --Torra apenas podrá alargar su agonía unos pocos meses a lo sumo--, la batalla entre JxCat y ERC por retener el poder ya ha comenzado. Y todo apunta a que será encarnizada.

El líder de ERC en el Parlament, Sergi Sabrià, ha justificado la decisión del presidente de la cámara autonómica, Roger Torrent (también de ERC), de acatar al Tribunal Supremo, a la Junta Electoral Central y al secretario de la cámara autonómica, y retirar el acta de diputado de Torra, con el argumento de que no hacerlo sería una “desobediencia simbólica” que no tendría “ningún efecto real”. “No podemos alimentar relatos mágicos, la ciudadanía de este país no se lo merece”, ha añadido. Y ha insistido en que “hoy todavía no somos independientes”. En otras palabras, ha venido a decirle a sus socios de Govern: “La república no existe, idiotas”.

Pero seamos realistas. Esta posición no responde a ningún ataque de sentido común. Solo es una combinación entre efecto pedagógico de la cárcel --pese a que el moderado Junqueras necesite algo más de terapia, como se vio en la entrevista hace una semana en El País-- y la asunción de que lo más pragmático es tratar de hacerse con la hegemonía del independentismo y con las llaves del Palau de la Generalitat.

La respuesta de JxCat ha sido la esperada: una pataleta en forma de amenaza de reventar la legislatura y los presupuestos negociados entre el Govern y los comunes. Y lo han escenificado tumbando las cuentas del Parlament y enviando a su tropa digital a cargar contra ERC y contra el secretario de la cámara.

No deja de tener gracia el reproche lanzado por el vicepresidente de la Mesa, Josep Costa (JxCat), en Twitter contra sus socios de ERC. “Os dieron a elegir entre conflicto y deshonor. Habéis elegido deshonor y también tendréis conflicto”, ha dicho parafraseando a Churchill. Tal vez habría que recordarle al señor Costa que él fue uno de los miembros de la Sindicatura Electoral del referéndum independentista ilegal del 1-O --en concreto, uno de los dos suplentes-- que el 22 de septiembre de 2017 se apresuraron a presentar su renuncia pocas horas después de que el Tribunal Constitucional les impusiera una multa diaria de entre 6.000 y 12.000 euros si no la disolvían. Eso sí que es una lección de honor, señor Costa.

Así las cosas, la intervención que mejor resumió el degradante espectáculo de ayer en el Parlament fue la del líder del PP en la cámara autonómica, Alejandro Fernández: “¿De verdad el proceso separatista era esto? Siete años después, la convivencia destruida, la economía deteriorada, y al final era esto. Una lucha a navajazo limpio entre ERC y JxCat por el poder y nada más que por el poder. ¿De verdad el proceso separatista era esto? Cierto es que intentaron en un primer momento romper España. No lo lograron. Pero son tan destructivos, tan cainitas, que algo tenían que destruir. Y finalmente decidieron destruirse a ustedes mismos. En un espectáculo de canibalismo político ante el que, si yo fuera independentista, estaría profundamente avergonzado, profundamente abochornado. Han engañado durante siete años y de manera sistemática a su parroquia, ¡y al final todo era por la poltrona! Siete años manipulando a la sociedad catalana, y era todo por la poltrona”.

Sí, todo era por el poder.